Por Dr. Sergio Canals L. Psiquiatra,
“El incendio se levantó del trono/arengó a su ejército/ y cabalgó de ciudad en ciudad/arrasando con todo/ lo que encontraba a su paso
Ardieron bibliotecas /templos supermercados/poblaciones enteras
El Incendio invencible/El Incendio todo poderoso
Y de pronto/una gota de lluvia/y dos y tres”
(Oscar Hahn; escrito años antes del “estallido”)
“Otorgado en su interior es a los hombres el sentido, /Hacia lo mejor él ha de guiarlos/Esa es la meta, la verdadera vida, /ante la cual espiritualmente los años van contando”
(Friederich Holderlin)
“La subjetividad es plural y polifónica” (Mijail Batjin)
En un punto de quiebre, la dirección de una trayectoria cambia abruptamente. También hace referencia a un lugar físico temporal donde se presenta una encrucijada frente a una bifurcación del camino, lo que obliga a elegir entre dos direcciones que llevan a lugares distintos.
Al respecto, los sistemas dinámicos complejos, cuando son impulsados por dinámicas perturbadoras internas/externas hacia situaciones límites adaptativas fuera de los estados cercanos al equilibrio, se desplazan hasta los “puntos de bifurcación” (o de quiebre), muchas veces “catastróficos”. En estos puntos, o dan “un salto” hacia un nivel cualitativamente nuevo de mayor complejidad y estabilidad, o en caso contrario, se “destruyen” y no sobreviven.
En estas situaciones con características caóticas, los acontecimientos se vuelven muy sensibles al azar y también a sus condiciones iniciales, donde pequeñas perturbaciones pueden llevar a grandes transformaciones, junto a la aparición de lo nunca “visto” o a realidades muy improbables.
Cabe aclarar que la vida, la evolución, el desarrollo de las personas, de las organizaciones, de la sociedad y aun de la cultura, contemplan necesariamente estos acontecimientos.
Sólo el cambio permanente, junto a la incorporación de orden y a la “disipación” del desorden al entorno, mantienen la estabilidad, asegurando la aparición creativa de lo nuevo.
Pero, a diferencia de estas dinámicas autoorganizadas adaptativas evolutivas de desarrollo y generación de lo nuevo no teleológicas, es decir, no dirigidas hacia un fin determinado, (salvo el de la supervivencia evolutiva adaptativa “ciega”), en el caso del ser humano, -producto de su propia evolución filogenética y ontogenética-, es capaz de dirigir individual y colectivamente, consciente e inconscientemente, su propia trayectoria y las de los sistemas donde vive en comunidades colaborativas, buscando desplegar de la mejor manera y en plenitud el desarrollo de su humanidad. Por ejemplo, la presencia y el desarrollo de la conciencia, la imaginación, el lenguaje, la comunicación, la ética y la moral, la religión, el arte, la colaboración solidaria, las costumbres, la cultura en general, el desarrollo tecnológico, las leyes, la constitución, las normas económicas, conductas, el cuidado del medio ambiente, etc., contribuyen a reducir la complejidad del entorno, una actividad necesaria para sobrevivir y desarrollarse. De esta forma aumenta a su vez la complejidad de los sistemas personales y organizacionales, generando nuevos grados de orden que “neutralicen” la producción permanente de desorden, e impidiendo la tendencia natural a los desplazamientos hacia zonas lejanas del equilibrio caóticas.
Una mención merece la capacidad de dotar de sentido la realidad, de ordenar la existencia como proyecto y propósito de futuro, reduciendo la complejidad y permitiendo minimizar el riesgo de las decisiones y comportamientos. Si algo tiene sentido, me ayuda a tomar una decisión con significado. La ruptura del sentido frente a lo abrupto o a lo inesperado, o por la sensación de tener al frente condiciones vitales existenciales como una muralla impasable, pueden generar a través de la angustia, frustración y rabia, comportamientos violentos desviados asociados a la “emergencia de la anomia, (sin normas), o a la presencia de otras “enfermedades existenciales”, como la delincuencia, el vandalismo, el anarco nihilismo y el consumo de drogas.
Hoy el sentido flamea en jirones. Las instituciones y organizaciones portadoras y generadoras de identidad, valores y sentido, como la Iglesia, las Instituciones políticas y del Estado y muchas otras, se transforman y mutan vertiginosamente, perdiendo esta capacidad. Baste ver en nuestro país la vertiginosa caída en la última década de la confianza en todas las instituciones.
Hoy el sentido flamea en jirones. Las instituciones y organizaciones portadoras y generadoras de identidad, valores y sentido, como la Iglesia, las Instituciones políticas y del Estado y muchas otras, se transforman y mutan vertiginosamente, perdiendo esta capacidad.
Pero, de manera inexorable, como condición de subsistencia y desarrollo, siempre en algún momento las trayectorias existenciales y sociales históricas, culturales, económicas y políticas, derivarán inexorablemente hacia uno de estos “puntos de quiebre”. En ese momento, se pondrán en marcha los necesarios flujos dinámicos y evolutivos “espontáneos” de ajustes y cambios adaptativos, críticos y radicales ya descritos, llámense “explosiones”, “revoluciones” o de cualquier otra manera.
Toda esta larga introducción, es necesaria para plantear que actualmente nuestro sistema de “democracia del consumidor de mercado”, se encuentra en uno de estos “punto de bifurcación” como única y necesaria manera de adaptarse, cambiar y transformarse.
Nuestro sistema de “democracia del consumidor de mercado”, se encuentra en uno de estos “punto de bifurcación” como única y necesaria manera de adaptarse, cambiar y transformarse.
Hoy, se pueden constatar la aparición de estos fenómenos de cambios perturbadores y turbulentos en Chile y el mundo, auto organizados en sus inicios, y sin la presencia de “liderazgos” o causas visibles (Según Ian Bremmer, “el desorden mundial actual durará 10 años más”).
Para que estos emerjan, siempre es necesario la presencia de las necesarias interrelaciones complejas entre las partes en forma de redes o “tejidos” de personas entrelazadas todas con todas, realidad lograda y favorecida finalmente por las redes sociales que contribuyen en la generación de campos simbólicos y flujos semióticos generadores de significados y sentido (o a veces, de sentido a través del sin sentido)
Por lo tanto, apelar en nuestro caso a las existencias de liderazgos ocultos que lograron generar y conducir la presencia de nuestro “estallido social” y su violencia colateral asociada, parece una distorsión cognitiva, secundario a una mirada aberrante, asociada a su vez, a la presencia de angustia y a un miedo paralizador a la destrucción, el vacío, y al sin sentido de lo que se juzga como irracional, imprevisto y absurdo.
Por lo tanto, apelar en nuestro caso a las existencias de liderazgos ocultos que lograron generar y conducir la presencia de nuestro “estallido social” y su violencia colateral asociada, parece una distorsión cognitiva, secundario a una mirada aberrante, asociada a su vez, a la presencia de angustia y a un miedo paralizador a la destrucción, el vacío, y al sin sentido de lo que se juzga como irracional, imprevisto y absurdo.
Hay que agregar que posteriormente a la parálisis y a la negación abrumadora, siguió la necesidad inmediata defensiva de dotar de sentido “al estallido”, desplazándolo hacia una amenaza absurda, irracional e impredecible que atenta especialmente contra la supervivencia del sistema democrático político y del “modelo de mercado”, acudiendo a una posición paranoide buscadora de agentes conspiradores externos.
Aclaremos que la deriva de estos sistemas es regida por condiciones determinísticas, pero impredecibles en sus trayectorias y efectos finales, creadores de una nueva realidad cualitativamente diferente.
Volviendo a lo nuestro y a la realidad sistémica, podríamos hablar entonces de la existencia de múltiples sistemas y realidades conectados en redes, distinguiendo para esta propuesta los siguientes: socio cultural, estado, democracia, mercado y gobierno. Todos ellos como distinciones de organizaciones y comunidades de personas, como sujetos en un desarrollo humanizador y personalizador. En permanente subjetivación intersubjetiva (desde el otro y con el otro), las personas están impulsadas a alcanzar y lograr un sentido inmanente y trascendente, junto a la necesidad de satisfacer placenteramente sus deseos y necesidades, de forma socio histórica temporal, material, y espiritualmente.
La subjetivación para Jacques Rancière consistiría en “la formación de un uno que no es un sí, sino la relación de un sí con otro”, subjetivación intersubjetiva necesaria para el desarrollo de un yo personal, el sí mismo y la identidad, como fundamentos y constructores del lenguaje, pensamientos, emociones, sentimientos, sueños, valores y actitudes, que son llevados finalmente a comportamientos individuales y grupales.
Al respecto, el psicoanalista y filósofo Guattari, plantea que la historia contemporánea está siendo dominada cada vez más por un “incremento de reivindicaciones de singularidades subjetivas”-como la que vemos en Chile y el mundo-, debido “al fracaso de una representación universalista de la identidad encarnada por el colonialismo capitalista (de subjetivación) de este y oeste”. Hoy serían los representados por un capitalismo “a lo chino”, o a lo “estadounidense”, o a “lo europeo”.
La subjetivación es vista según el autor, como un proceso constante mediado por fuerzas de poder y “máquinas sociales” a través de “dispositivos” familiares, educativos , deportivos, ambientales, religiosos, artísticos, del cine, la industria de la entretención, de los “medios de masas”, de las redes sociales, políticos, de máquinas tecnológicas y sociales, de los “memes” ( pensamientos e ideas que evolucionan) culturales, y también por “dimensiones semiológicas a-significantes de signos, que generan máquinas no humanas como los computadores, que pueden ser datos y cifras de una “economía lenguajera” propia del funcionamiento del mercado. Estos serían capaces de incorporar en las personas como sujetos, fragmentos “no humanos” en el desarrollo de su yo e identidad.
Este “estallido social” se desarrolla fundamentalmente en el sistema social cultural, generado y acompañado a su vez por las perturbaciones en la subjetivación generada por una realidad hegemónica del sistema de mercado imperante, y también sumadas al fracaso de las necesarias formas de subjetivación propias del sistema democrático en sus mecanismos de participación, representación y legitimidad.
La “explosión social”, (e implosión política fragmentaria que vivimos), necesariamente ha significado y significa a su vez, una explosión de distintas formas de subjetivación, acompañadas de perturbaciones y cambios en los modos de subjetivación mediadas por las actuaciones de sus “dispositivos” de fuerza y poder. Este “estallido social” se desarrolla fundamentalmente en el sistema social cultural, generado y acompañado a su vez por las perturbaciones en la subjetivación generada por una realidad hegemónica del sistema de mercado imperante, y también sumadas al fracaso de las necesarias formas de subjetivación propias del sistema democrático en sus mecanismos de participación, representación y legitimidad.
Lo anterior ha conducido a oscilaciones y fluctuaciones finalmente incontrolables de forma global, generando una reacción en cadena catastrófica, e impulsando -a través de las actitudes y comportamiento de las personas y organizaciones-, al sistema social y cultural, al del estado, al de la democracia y al del mismo gobierno, a este “punto de bifurcación”, – con las características ya descritas-, en que nos encontramos.
La violencia entrópica que observamos es, desde este punto de vista, una realidad asociada e impulsada por el colapso de las formas de subjetivación identitarias actuales (como la de ser un consumidor bancarizado con una tarjeta por lo menos de “cuenta Rut”) necesarias para el funcionamiento del mercado, donde el flujo del deseo tiene que traducirse y significar dinero, hecho necesario para su satisfacción y dotación de sentido mediante el consumo. Pero cuando el deseo es estimulado de forma infinita y no puede ser encausado o satisfecho, especialmente en los sectores sociales pobres o marginados, podría “circular” libremente, no contenido por estructuras de sentido, hecho qué asociado a la frustración y la rabia, ha generado comportamientos violentos contra todos los “dispositivos”, (“máquinas físicas y sociales, personas, organizaciones, productos, supermercados, estaciones de Metro como no-lugares no personalizadores…) que simbolicen el impedimento de la satisfacción de este deseo. La quema de ellos es propia de una conducta evolutiva, asociada a la “fascinación “ancestral” por las llamas en la vida cotidiana (como sentarse frente a una chimenea o una fogata) y a su poder destructor usado desde tiempos inmemoriales en las guerras (asociados al saqueo) y generadora de la vida y lo nuevo, con contenidos míticos y simbólicos contenidos en los sacrificios, castigos y lo sagrado. “La masa es fuego” (Canetti).
Recordemos que el impulso, la energía y la búsqueda del riesgo asociado a lo placentero, junto a luchas idealizadas con “aroma revolucionario” y el idealismo, – ahora con las voces en las redes y en las calles empalabradas-, es muy propia de los jóvenes. De allí su protagonismo en “acelerar” el tiempo de cambios en la historia, lo social y lo político. Se sienten dioses narcisos de lo imposible
Recordemos que el impulso, la energía y la búsqueda del riesgo asociado a lo placentero, junto a luchas idealizadas con “aroma revolucionario” y el idealismo, – ahora con las voces en las redes y en las calles empalabradas-, es muy propia de los jóvenes. De allí su protagonismo en “acelerar” el tiempo de cambios en la historia, lo social y lo político. Se sienten dioses narcisos de lo imposible
Ser, comportarse, estar y hacer como un pobre, un “marginal”, un rico, un “residuo” de la globalización de mercado, un empresario, un trabajador , un padre , un hijo una hija, un consumidor un empresario, un pacifista, como la de ser un demócrata… son distintas formas de subjetivación e identidad valórica vivencial y existencial, pero también las son, ser un delincuente, un “vándalo”, un “saqueador”, un “narco”, un “anarco”, un “fascista”, un “xenófobo”, un terrorista, ¿“un populista”?…, connotadas y categorizadas en los campos y flujos semióticos de significación y sentido, como formas de subjetivación “negativas” des adaptativas.
La democracia debe ser “la acción que sin cesar arranca a los gobiernos oligárquicos el monopolio de la vida pública, y a la riqueza la omnipotencia sobre las vidas” (Rancière).
Finalmente, respecto a la posibilidad y necesidad de un cambio (como el que estamos viviendo) en nuestra realidad de “demócratas del consumo”, que conduzca y genere una subjetivación más humanizadora, y no nos lleve hacia otras deshumanizadoras, recordemos que aunque democracia y gobierno, estado y mercado, se necesitan para su supervivencia, desarrollo y mejoría mutua (según Fitoussi), a su vez, Rancière nos plantea que la “democracia no significa ni esa forma de gobierno que permita a la oligarquía reinar en nombre del pueblo, ni esa forma de sociedad regida por el poder de la mercancía” (el consumo y el dinero). La democracia debe ser “la acción que sin cesar arranca a los gobiernos oligárquicos el monopolio de la vida pública, y a la riqueza la omnipotencia sobre las vidas” (Rancière).
Según Dominique Shanepper, el “hombre democrático de consumo”, estaría cada vez más impaciente, debido a que “trata todas las relaciones con un solo y mismo modelo: las relaciones fundamentalmente igualitarias anudadas entre un prestador de servicio y su cliente”. De esta manera, según ella, el hombre consumidor democrático, ha “sustituido las numerosas libertades adquiridas a tan alto precio, por la única y desalmada libertad de comercio”
Esto lleva, (sumado a otras causas que desarrolla) a plantear a Rancière de forma muy interesante, que finalmente y en general, en el hombre democrático y consumidor (y sus realidades como sujeto en subjetivación permanente) es posible encontrar un “odio (¿y amor a la vez?) contra (y para) la democracia o en su nombre”, debido a que cada uno de los dos sistemas, necesita restringir la libertad de las personas del otro sistema (como las des -libertades violentas reflejadas en las desigualdades intensas y las diferencias abismales entre los dueños de la riqueza y las realidades de la pobreza junto a la marginación. Como también en las necesidades del gobierno y del estado democrático de “regular, modular y normar” la acción libre del mercado) para permitir un mejor funcionamiento humanizador. De esta manera, existiría un impulso paradojal y destructor contra ella desde y en ambas dimensiones, que terminaría por generar crisis como la que estamos viviendo.
¿Qué hacer entonces?
Se habla de la necesidad de una forma nueva de “democracia social de mercado”, o de “un mercado con sentido social ambientalmente sustentable”, u otras diversas formas que intenten conciliar e inhibir estas tensiones y perturbaciones propias en el sistema o “modelo global”, lo que como ya se advirtió, parece imposible como forma de evitar los futuros y necesarios cambios cualitativos radicales.
De esta forma se pretende no alcanzar estas necesarias crisis en los “puntos de quiebre “o de “bifurcaciones”, que siempre contemplan perturbaciones y cambios drásticos y muchas veces acompañadas por la violencia y el caos.
De esta forma se pretende no alcanzar estas necesarias crisis en los “puntos de quiebre “o de “bifurcaciones”, que siempre contemplan perturbaciones y cambios drásticos y muchas veces acompañadas por la violencia y el caos.
Quizás la respuesta está contemplada en lo que autores han llamado un nuevo paradigma “ético estético y ontológico”, “autopoiético, creativo espiritual y ecológico”, donde todos nosotros y los otros, somos seres humanos relacionales, como personas iguales en una dignidad como fin y principio, y esencial- existencialmente iguales y diferentes a la vez. Es decir, todos compartimos y somos todo cuerpos, todo almas, materia espiritualizada, y espíritu encarnados, pero a la vez, con una alteridad (diferencia radical) de todos con todos en una humanidad y naturaleza compartida.
Esta realidad, nos obliga, en un marco de una libertad dirigida al bien personal y común, en una “ética de la acogida y la responsabilidad en la diferencia” (Levinas), orientada por la justicia social e individual y la bondad, a acoger y ser responsables de los otros y (de la naturaleza donde vivimos), especialmente de las personas más diferentes, frágiles, sufrientes y excluidos.
El otro antes que yo.
Lo anterior queda magníficamente expresado en la frase de Dostoyevsky: “Todos somos responsables de todos y todo, frente a todos, pero yo el primer responsable, ante que todos los otros.” (E. Levinas)
De esta forma, la dirección y regulación de los flujos de deseos económicos sobre objetos de consumo significados en dinero, compra y venta, podría ser modulada y resignificado en nuevas subjetivaciones humanizadoras “adaptativas y susceptibles de armonizar con las singularidades y mutaciones de nuestra época” por estructuras, máquinas sociales y tecnológicas y “dispositivos” de sentido dirigidos hacia la configuración de la belleza, el bien, la verdad, el amor, la bondad, la gratuidad y la solidaridad.
Respecto a los saltos de cambio catastróficos, debiéramos aceptar la “la potencialidad de la bifurcación” junto al orden con el desorden, como necesarios, y “hacer coexistir la potencia del caos y la complejidad”, junto a la “caotización relativa…, a través de estados heterogéneos y complejos”, como realidades necesarias para la generación radical y creativa de lo nuevo. (Guattari)
“Si no fuera por el arte y el amor, seríamos sólo máquinas sexuales de consumo”. (graffiti modificado por el autor).
“Sólo el arte y el amor resisten la muerte”
1 comment
¿Habrá sido lo que llamas [nuestra realidad de “demócratas del consumo”] lo que puso ticket de cambio a todo, incluídos los otros?