Terminó el plebiscito constitucional espurio de la mentira. Proceso de 4 años manipulado por la elite política. Retorna el agobio cotidiano del pueblo ciudadano. Ahora, al consumo navideño con poco dinero. “¿Es mejor tener dinero que poder? Yo creo que dinero porque puede comprar el poder”. Ni el uno ni el otro. Son el dinero y el poder. Así como algunas drogas permitirían abrir las puertas de la percepción del universo, mucho poder y dinero abren las puertas de la locura y la corrupción. Las ISAPRES esperan su regalo.
El deseo de poder y del dinero son insaciables como el placer y el sexo. Hacen desaparecer al otro en el cierre egoísta y narciso sobre sí mismo, donde anida la corrupción y la violencia. Donde se dañan y oscurecen los derechos sociales y humanos junto a distorsiones profundas de la acción pública del estado.
El deseo y la apertura insaciable amorosa con y desde el otro, hombre y mujer, en sus diferencias absolutas como personas, abren la puerta al bien y a “Dios que se viene a la idea”. Según Nietzsche, los “creyentes mataron a Dios” (a lo absoluto). Mataron la posibilidad de la presencia de lo infinito en la finitud de la vida cotidiana de las personas en su existencia. Destrucción del “humanismo del otro hombre” y la otra mujer.
Levinas, ya mencionado profusamente en muchas de mis columnas y especialmente en esta, habla de la relación “cara a cara”, que permite la “visitación” del “rostro del otro”. Un “rostro” anterior y primero, como una “epifanía” que acontece en el encuentro antes y más allá de la distinción material y el análisis de la imagen de quien se aparece frente a uno con todas sus colores, arrugas y formas. Como una narrativa y mapa secreto existencial material atravesado por lo espiritual, por lo histórico cultural y físico temporal. Es el rostro del Otro(con mayúscula). Lo Otro ya mencionado, como bien personal y común en el amor y el eros. Como infinito. Como “Dios”. En ese instante, en medio de una “epifanía” y el “nacimiento del tiempo” no cronológico de un reloj, sino como sentido “puro” y lo absoluto, emerge y se configura la relación responsable primera con el otro como persona antes que uno mismo, definiendo la esencia de lo que es ser humano y su humanidad. Trabajo. Maternidad y paternidad. Amor filial y fraternal. “El padre y la madre son sus hijos e hijas, pero a la vez no los son”. Identidad y trascendencia.
El otro, como un deber responsable de su acogida y hospitalidad primera de parte mía. El rostro de esta otra persona que me visita con su capacidad de amar, debilidades y sufrimientos. Aparece como prójimo y hermano que a través de su rostro me “dice” en el habla del silencio que antecede al lenguaje, “no me matarás”, aunque siempre tengas la posibilidad de hacerlo. Me convierte en su guardián, “guardián de mi hermano”, hermana y viceversa en una responsabilidad anterior a la cultura, la política y a la misma libertad plena de justicia social. Condiciona mi propia libertad a esta relación fundante amorosa y de bondad. En esta otra persona, desde el inicio de su vida como ser vivo, se abren los ojos de la historia completa del universo.
Se presenta esta otra persona como una alteridad (diferencia e identidad) radical. Si me relaciono con ella como una libertad con otra libertad, no cabe otra forma que la reducción de esa libertad relacional en cualquiera de las dos personas, lo que impediría su humanización y personalización amorosa. De allí que toda relación de poder, dominación o de fusión, impide el amor gratuito que sólo se regala y nunca se negocia. No cabe más que una relación que devele permanentemente el misterio originario del infinito y la diferencia en la otra persona, descubrimiento que demora la vida entera, antes y más allá de la muerte.
Mientras más diferente y libre eres, más te amo. Mientras más débil y sufriente más te amo y responsable soy de tu persona. Proyectos de vida diferentes con una visión común del mundo y una responsabilidad compartida irrenunciable.
Noche de Paz. Feliz Navidad. Nos visitará el bien y el amor puros. El Infinito que se encarna y se hace finito manteniendo su infinitud. Viene a acompañarnos. A desgarrarnos con la presencia del otro y lo OTRO. Es Dios que viene a vivir en el mundo, especialmente con los pobres, en los campamentos y la marginalidad. A darle la mano a los que sufren. A proclamar la justicia social material y espiritual. Salvación y vida eterna