Alda Merini. La locura trocada en verso

por Cristina Wormull Chiorrini

La Merini escribe en momentos de una especial lucidez, aunque los fantasmas protagonistas en el teatro de la mente provengan a menudo de lugares frecuentados durante la locura. En otras palabras, hay primero una realidad trágica vivida en modo alucinado en la que ella es derrotada; luego la misma realidad irrumpe en el universo de la memoria y es proyectada en una visión poética en la que es ella a vencer con la pluma en mano. María Corti en Vacío de amor

“Nací el 21 en primavera/pero no sabía que nacer loca/abrir la tierra/podía desencadenar una tormenta”, Alda Merini

Alda Giuseppina Angela Merini, la gran, quizás la más grande poeta italiana del siglo XX nació en Milán, en una modesta familia tradicional.  Y aunque se sabe poco de su infancia, podemos aproximarnos tímidamente a ella a través de sus palabras autobiográficas, que nos describen que fue … “una joven sensible y melancólica, solitaria e incomprendida por sus padres”. No es difícil imaginarlo cuando también nos cuenta que ya a los 8 años leía La divina comedia…lo que la convertía, por supuesto, en una rara avis.  También es interesante destacar entre las anécdotas de su vida juvenil que, al igual que Tina Modotti, la escuela tradicional no reconoció su talento y fue reprobada en el examen de italiano al intentar matricularse en el Liceo Manzoni, luego de terminar su educación básica… Es así como se dedica al piano, instrumento por el cual se apasiona, tanto como por el cigarro que la acompañó toda su vida, que transcurrió entrando y saliendo a un sinnúmero de hospitales psiquiátricos. Fue esta singular personalidad, su sensibilidad poética y su inestable salud mental, las que marcaron la leyenda que se construyó sobre su imagen de sempiterna fumadora –llegó a consumir más de tres cajetillas diarias– que a pesar del reconocimiento que obtuvo en vida, vivió siempre en la marginalidad más absoluta.

Uno no hace arte para que lo llamen poeta, sino simplemente porque ama el arte. Porque el arte es una segunda madre, porque cuesta mucho. Se paga con el ayuno, con caminatas inconcebibles, con calumnias. Alda Merini

Apenas cumplidos los 15 años impresionó tan profundamente al escritor y crítico literario Giacinto Spagnoletti que este la incluyó en su antología Poesía italiana contemporánea luego de ponerla en contacto con el círculo de escritores compuesto, entre muchos otros, por Davide Turoldo, Maria Corti y Giorgio Manganelli, éste figura imprescindible en la trayectoria personal y poética de Alda Merini. Porque Manganelli fue su gran amor, aquel que la visitaba durante su primera internación alentándola a seguir escribiendo y, a la vez, su mayor frustración amorosa, esa que la llevó a casarse con Ettore Carniti, un pequeño empresario, dueño de varias panaderías en Milán y con quien tendría a sus hijas.

Mi matrimonio no salió bien —dijo, años más tarde—. Pero me lo había tomado como una pesada obligación social. También porque ninguno de los grandes hombres de mi pasado me había dado ningún hijo. Y yo quería uno con el primero que pasara. En cambio, mi marido me amó, y eso fue para mí un gran dolor, una gran vergüenza.

Manganelli tatuó su esencia, marcó su vida con tal intensidad que, más de un lustro después de su fallecimiento, en 1995, ella escribía:

Desde aquel tristísimo mes de junio, siempre he tenido la impresión de que ya no me llega de Roma el calor del sol ni, por lo tanto, el de la vida. Por eso he dejado la persiana a media asta, como una bandera en señal de luto.

Apenas cumplida la mayoría de edad, Alda publicó su primer poemario, La presenza di Orfeo (La presencia de Orfeo), al que siguieron prontamente, Nozze Romane (Bodas romanas) y Paura di Dio (Miedo de Dios). Junto con la escritura, entró a su vida el trastorno sicológico que la acompañaría toda su existencia y fue internada por primera vez en un Centro de Milán diagnosticada con un trastorno bipolar que fue tratado como muchas otras veces con electroshock.

Manganelli fue el poderoso asesino de mi juventud. El que la interrumpió con un acto de amor iniciático y catastrófico. El primer beso, la primera caricia, el primer encuentro sobre la hierba, recuerda Alda Merini sobre Manganelli.

Poco después de la publicación de Tu sei Pietro, se inició su verdadero tormento a través de los manicomios, luego de una violenta pelea con su esposo cuando le arrojó una silla a la cabeza. Fue internada por su familia que, según Alda, pese a informar que había sido un internamiento voluntario, en realidad fue “Nada más falso: en un internamiento voluntario no te quitan hasta los zapatos”.

Esta reclusión, la más extensa de su vida, se transforma en un largo período de enfermedad mental que se prolonga casi por diez años, únicamente interrumpido por algunas salidas familiares, y el nacimiento de dos de sus hijas que, prontamente, fueron dadas en adopción.

No sé bajo el impulso de qué agonía empecé a tener más hijos, uno tras otros, nacidos como racimos de uvas, pero procedentes del mismo sarmiento… Alda Merini

Su escritura dolorosa e intensa, la convirtió en una de las exponentes más profundas de la poesía italiana aunque su consolidación literaria se produjo entre los 80 y principios del 2000 cuando de su pluma emergieron diez libros de poesía , prosa y aforismos (uno de sus estilos favoritos),  Entre ellos, quizás el más importante fue La terra santa que recibió en 1993 el premio Eugenio Montale y que la catapultó a ser candidata el Premio Nobel de Literatura, impulsada fuertemente  por el dramaturgo Darío Fo(al año siguiente, sería el propio Fo el que ganaría el Nobel).

Sus forzadas o frecuentes estadías en instituciones mentales la convirtieron en una crítica del sistema y la llevó a apoyar activamente la aprobación de la Ley Basaglia que recién en 1978 abolió los manicomios y puso fin al internamiento forzoso. 

Pero el calvario de la poeta no termina y con la muerte de su marido en 1981 queda sola y con grandes dificultades económicas producto de la imposibilidad de publicar sus versos ante el escaso o nulo reconocimiento del mundo literario…

Pero surge el amor con el poeta Michele Pierri, un enamorado de su poesía, con el que se casa en 1983 trasladándose a Taranto donde vive por tres años y escribe su primera obra en prosa:  La otra verdad. Diario de una distinta, donde vuelca con crudeza y agudeza, seduciendo sus reflexiones acerca de su experiencia en las instituciones psiquiátricas.

Es posible que algo no haya quedado claro respecto de esta experiencia abominable. Dejando de lado los estados de ánimo relacionados con el manicomio, estaban las puertas cerradas que escondían tantas torturas anónimas, las celdas, las mirillas tras las cuales tantos poetas fueron emparedados vivos, Alda Merini

Más tarde, durante sus últimos años su escritura se vuelca hacia una línea mística y religiosa, junto con un retorno a sus estadías en hospitales psiquiátricos, pero nunca dejó de escribir hasta su muerte en 2009 y su legado incluye más de 170 libros.

Esta novela que es mi vida podría ser una novela negra, una historia terrible inventada en torno a aquel espantoso ciclo menstrual del pensamiento, en torno a aquellas hemorragias mentales fruto de los electrochoques cuyo recuerdo se ha desvanecido…Alda Merini en La loca de la puerta de al lado, novela autobiográfica.

Vivió -sin abandonar nunca su collar de perlas y sufriendo el amor como su locura- sus últimos años tan precariamente que sus amigos gestionaron y consiguieron una ayuda pública.  Pero en 2004 vuelve a ser internada en el Hospital San Paolo de Milán y pasa sus últimos años rodeada por el caos que ella misma genera, entre objetos, colillas de cigarrillos siempre en sus manos y su boca, y papeles arrugados.

Lo sé muy bien, con este libro no ganaré nada, salvo tal vez, tal vez, una noche de descanso. Y una agonía llena de paz. La loca de la puerta de al lado.

Al final de su vida, Merini obtuvo muchos reconocimientos y fue calificada por muchos como la poeta del amor, pero ella nunca sintió que aquello calzara con su vida y obra porque, como ella dijo “Quien me ha atribuido el epíteto un poco doloroso de poeta del amor se ha equivocado. Nunca he sido una mujer de amor y tampoco una mujer inútil, sino una mujer de acción que ha escrito sobre el amor a la fuerza, como un grito de venganza. Porque el amor incita a la venganza”.

Alda Merini, “la ragazzetta milanese” (la muchachita milanesa) como la llamó Pier Paolo Pasolini, uno de los primeros en reconocer su talento, vivió entre la luz de su entrada en el Olimpo de los poetas y la sombra de su vida marcada por la locura y el manicomio, es considerada la última poeta mística de la poesía italiana del siglo XX.

Grande poeta… inmensa en sus versos, caótica en su vida de locura transformada en versos apasionados, un verdadero grito desde las entrañas para encarar al mundo de aquellos autocalificados de “normales” que juzgan y desprecian a “los distintos”.

Más bella que la poesía ha sido mi vida

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1 comment

Claudia Donoso agosto 31, 2023 - 7:21 pm

Excelente artículo, sin dar «respuestas» sino levantando preguntas. Alda Merini, se encarna en su poesía. Carne. Como figura de los márgenes, como artista, es más política que ningún discurso enfático y falto de crisis. Hermana de Passolini y de los artistas que no pueden sustraerse del dolor insoportable. Destaco asimismo a Cristina Wormull la cronista-poeta por el respeto a Alda Merini. Abogo por más artículos como este, con escritura, emoción, lucidez, generoso con el lector puesto que le da libertad y estímulo.

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