“…un día de mucho viento. Un verdadero huracán sopló desde uno de los tres álamos que hay frente a nuestra casa. Mi madre estaba aterrorizada. Así nací yo. Estos vientos transforman el mundo, nos arrancan de nuestros prejuicios y nos transportan a una vorágine extática.” Dorothea Tanning hablando de su llegada a este mundo.
Dorothea Tanning fue la segunda de las tres hijas del matrimonio formado por un sueco emigrado al medio oeste de Estados Unidos, siguiendo su sueño de ser vaquero y una mujer que vio frustrados sus deseos de ser cantante o actriz y proyectó en sus hijas ese sueño vistiéndolas durante su infancia de forma extravagante con vestidos de tafetán y seda. Nació en Galesburg, Illinois, en 1912 y para escapar del puritanismo de su ciudad natal, y bajo la influencia de la imaginación delirante de su madre, Dorothea se evadía a través de un mundo que construyó a partir de las lecturas de Lewis Carroll, Hans Christian Andersen, Oscar Wilde y otros autores del siglo XIX.
Al salir del colegio, entró a trabajar en la biblioteca pública de su ciudad mientras aguardaba su entrada en el Knox College, para estudiar artes liberales. Aunque no impartían clases de pintura, Dorothea dibujaba en su tiempo libre y tras dos años se trasladó a Chicago donde ingresó al Arts Institute of Chicago. Ya en 1934 monta su primera exposición en la galería de una librería en Nueva Orleans y se traslada a Nueva York donde consigue vivir de su trabajo y se empieza a imbuir del dadaísmo y el surrealismo.
Puedes ser mujer y puedes ser artista; pero lo primero te viene dado y lo segundo eres tú.Dorothea Tanning
El primer encuentro de Dorothea con el surrealismo se dio en el marco de la exposición Fantastic Art, Dada and Surrealism, que se realizó en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1937. Entusiasmada con el movimiento, un par de años después viajó a París con cartas de recomendación para Max Ernst, Kees Van Dongen y otros, pero cuando llegó en el verano de 1939, todos se habían marchado y frustradas sus intenciones, optó por viajar a casa de un tío en Estocolmo. Cuando estalló la guerra, tuvo que regresar a Estados Unidos donde pintó retratos familiares hasta que, en 1941, pudo exponer en la galería de Julien Levy, el comerciante de arte más importante de su tiempo.
Ya para entonces Dorothea Tanning se posicionaba como una mujer multifacética; que se desenvolvía con soltura en el mundo del arte neoyorkino, pero que además era crítica y escribía ficción. Era una mujer con la que se podía dialogar, pero que no se dejaba intimidar por las figuras masculinas de la época a las que manejaba sutil y hábilmente.
En ese marco conocería a Max Ernst, que por ese entonces estaba casado con la famosa y millonaria coleccionista Peggy Guggenheim y que, por encargo de ella buscaba artistas femeninas para llenar las salas de la galería Art of this Century en Nueva York, un proyecto de su esposa para incorporar parte del acontecer artístico europeo al continente americano, con especial énfasis en la pintura de mujeres. Julian Levy le recomendó visitar a Dorothea. Lo llevó a su casa y Max quedó sorprendido y también enamorado a primera vista de la artista que los esperaba frente a una mesa dispuesta para una partida de ajedrez que ella jugó con Ernst. Los relatos históricos olvidaron convenientemente quién ganó, pero Dorothea fue figura protagónica del proyecto Art of this Century. Tres semanas después de este primer encuentro, Max Ernst abandonó a Peggy y rentó un modesto departamento donde se trasladó junto a Dorothea mientras Guggenheim decía que la exposición de 31 mujeres, en realidad debería haber sido de 30.
De la mano de Ernst, Dorothea descubrió en Nueva York el mundo que había buscado inútilmente en París en 1939. Conoció a Breton, Duchamp, Masson, Dalí, Matta, Cage y muchos más en el incómodo piso que compartía con Max en la Segunda Avenida. Y asistía a las reuniones surrealistas que Breton organizaba en Nueva York, solo como oyente porque no hablaba francés y porque ese fue preponderantemente el rol de las mujeres que participaron del movimiento que, a lo más, fueron consideradas musas de los hombres surrealistas.
Max siempre estaba interesado en las mujeres, mucho más cuando una mujer pintaba. Había una chica llamada Dorothea Tanning que le atraía, una chica guapa de Middle West. Era pretenciosa, aburrida, estúpida, vulgar y vestía con el peor gusto posible, pero halagaba mucho a Max y eso a él le gustaba. Peggy Guggenheim en sus memorias Out of this Century. Confessions of an art addict.
Se casaron en Hollywood, dos años después, en una ceremonia doble con Man Ray y su novia Juliette Browner y se instalaron a vivir en Sedona, en el desierto de Arizona en una cabaña de tres piezas que construyó Ernst. Por la casa de Ernst y Tanning pasaron personajes variopintos del mundo artístico del siglo XX como Yves Tanguy, Henry Cartier-Bresson o el fotógrafo Lee Miller que tomó una extraordinaria foto de la pareja donde altera la escala y el gigante Ernst se aferra al pelo de la miniatura Tanning.
Unas amistades que fueron aumentando día a día cuando, al terminar la contienda mundial en el Viejo Continente, se trasladaron a Francia. Una vez allí, Dorothea comienza a abandonar el surrealismo para iniciar una etapa más abstracta y comenzar con esculturas blandas de tela y lana, algunas de las cuales forman parte hoy de la colección permanente de la Tate Modern de Londres.
Entre los cuadros que Dorothea ofreció a Ernst y que fue elegido para formar parte de la exposición, había uno al que ella no le puso nombre, un autorretrato en el que aparece con su pecho descubierto entrando a un cuarto desde una puerta que se bifurca al infinito. Su carta de presentación a la historia del arte, a la que Ernst bautizó como Birthday, un nacimiento para recordar.
En uno de esos cumpleaños, uno de los tantos que he tenido,
volvía de la fiesta a casa por el parque,
satisfecha por haberme resistido a mencionar el cumpleaños:
¿por qué recibir felicitaciones tan sólo por vivir? Dorothea Tanning
La pintura de Dorothea es impactante y además de Birthday son destacables Pequeña serenata nocturna de 1946, Maternidad o el Tiempo sin tiempo entre su vasta obra de la época surrealista. Terminada la guerra, en 1949, Tanning y Ernst se mudaron a París y luego a la Provenza, pero siguieron pasando períodos en su casa de Sedona durante toda la década de 1950. A partir de entonces Tanning realiza un cambio estilístico en su obra que se transforma en abstracta y comienza sus experimentos en la escultura, la escritura y la poesía.
El pintor y el poeta, a veces, parecen mentir,
angustiosamente saben que es más bien morir.
Versos de Dorothea Tanning
Entre sus esculturas más conocidas se encuentra Poppy Hotel, Room 202, una instalación en la que figuras blandas parecen emerger y fusionarse con el entorno arquitectónico. Estas figuras son extremidades que se estiran y retuercen, sugiriendo un estado intermedio entre lo humano y lo inanimado.
El único amor de Tanning fue Ernst, pero no tuvieron hijos porque, como decía ella, “es cosa de ricos y nosotros somos pobres”. Él muere en 1976 y ella, regresa a Estados Unidos cuatro años después con la esperanza de pasar sus últimos años en un apartamento de la Quinta Avenida de Nueva York en el centro de Manhattan, cerca de sus amigos. Aunque es posible que nunca pensara que lo sobreviviría más de 30 años para morir en 2012 a los 101 años. “¿Tiene miedo a morir?”, le preguntaron en una de sus últimas entrevistas y ella con una pizca de ácido humor contestó con una cita de las perversas palabras de Auguste Villiers de L’Isle-Adam: “¿Por qué vivir? Los criados lo harán por nosotros”.
Sombría, mi sombra va delante
mientras subo a bordo con mi capa
de viaje, arrastrando una bufanda hecha de historia en caso
de que haga mal tiempo y no haya nada que leer. Dorothea Tanning
Su última pintura la realizó en 1998 y luego se dedicó a las esculturas blandas y a la escritura, principalmente a la poesía. Un año antes de su muerte, su centenario se había celebrado con numerosas exposiciones en todo el mundo, entre ellas Dorothea Tanning – Early Designs for the Stage en el Drawing Center de Nueva York y Dorothea Tanning – 100 Years: A Tribute en la Galería Bel’Art de Estocolmo (Suecia).
La relación entre estos dos íconos del arte surrealista se intensificó desde esta primera impresión. Ernst no pudo evitar el arrobamiento ante la interpretación tan diferente que Tanning tenía del surrealismo, pero pese al amor, Dorothea estuvo consciente de que, como comentó en una entrevista a The Guardiancon ocasión de su último libro, la novela Chasm: “Ser mujer y estar casada con Ernst fueron dos golpes en mi contra. Puedes ser mujer y puedes ser artista; pero lo primero te viene dado y lo segundo eres tú”.
La poesía y los escritos de Tanning contribuyeron a una comprensión más profunda de su obra, y sus ilustraciones, en particular los diseños de vestuario para algunos de los ballets de George Balanchine tuvieron un impacto duradero en el diseño de vestuario teatral.
… «la idea del surrealismo tiende simplemente a la recuperación total de nuestras fuerzas físicas por un medio que no es otro que el descenso vertiginoso hacia nosotros mismos, la iluminación sistemática de los lugares ocultos y el oscurecimiento progresivo de los otros lugares, el paseo perpetuo por la zona prohibida». André Breton, en el Segundo Manifiesto del Surrealismo.
Dorothea Tanning, atravesó en forma descollante todo el siglo XX. Su legado pictórico, literario, su aporte al movimiento feminista de los setenta, en fin, su inmensa vida, se ve a menudo eclipsada por su matrimonio con Max Ernst, todo el amor de su vida.