«Ahora, en este momento, es la más grande oradora de Inglaterra, y posiblemente de Europa … Nunca oí alguien que la haya superado». George Bernard Shaw, refiriéndose a Annie Besant.
Pasado el mediodía del lunes recién pasado, en un acto de rebeldía inesperado, las redes sociales dejaron de funcionar… al principio fue una dificultad, un enlentecimiento del acceso, parecía que internet no respondía, pero no, ésta llegaba con fuerza, pero las redes sociales enmudecieron… hubo quienes incrédulos insistían en tratar de entrar a ellas, otros lloraban, los más, miraban desconcertados las pantallas de sus celulares y ordenadores… y sin embargo, la red internacional de información siguió funcionando y dado que no tenía mayores distracciones, entré de lleno a navegar y me di de bruces con Annie Besant, teósofa y librepensadora británica autora de un número incalculable de artículos y libros y con una vida más que notable. Curioso como esta enciclopedia digital nos permite acceder a hechos tan poco conocidos por tantos.
Annie Wood, quien nació en Londres a mediados del siglo XIX (1847) y falleció en Advar, India en la primera mitad del siglo XX (1933) y que pasaría a la historia como Annie Besant (divorciada tempranamente de Frank Besant, su marido, conservaría su apellido de por vida) daría para llenar muchas carillas, pero nos enfocaremos en una mínima parte que puede ser interesante y relevante para aproximarnos a su vida y obra.
Annie recibió una extraordinaria educación tanto en Inglaterra como en Alemania y Francia y sobresalió por su afición a las ciencias, en particular, la botánica. Esta brillante mujer poseía unas extraordinarias dotes de organización y una capacidad de trabajo pocas veces vista. Así, en sus inicios, recorrió varias veces toda Europa propagando sus ideales reformistas, mientras perdía gradualmente su fe en el cristianismo y adhería al ateísmo y al movimiento de los librepensadores que pretendían aliviar los sufrimientos de los hombres mediante la educación y las reformas sociales.
En 1874 se hizo miembro de la Sociedad Nacional Secular y un año después, ella sería elegida como su vicepresidenta. Durante esta etapa de su vida, se transformó en una notable defensora de la libertad de pensamiento, los derechos de las mujeres, el secularismo, el control de la natalidad, el socialismo Fabiano y los derechos de los trabajadores. A la cabeza del movimiento librepensador estaba, por esos años, Charles Bradlaugh, director del periódico radical The National Reformer quien le ofreció trabajo como columnista y revisora. De esta forma, durante los años siguientes Annie escribió muchos artículos sobre cuestiones como el matrimonio y el derecho al sufragio de la mujer, los sindicatos, la educación pública, el control de la natalidad y la abolición de la pena capital. Simultáneamente, daba numerosas conferencias y adquirió fama como una destacada oradora pública. Su primera charla versó sobre «El estatus político de las mujeres» y tuvo tanto éxito que más tarde fue impresa como folleto. Ese fue el inicio de conferencias a través de todo el país, la mayoría de las veces sola y, eventualmente acompañada por Bradlaugh.
Su productividad y vanguardismo fueron el origen de un escandaloso juicio por publicar en conjunto con Bradlaugh el libro más «obsceno» de la Inglaterra del siglo XIX: “Frutos de la filosofía, un tratado sobre la cuestión de la población”. Un título que no nos parece, como se adujo entonces, «calculado para destruir o corromper la moral de la gente» y «para producir un efecto pernicioso al depravar y corromper las mentes de las personas a quienes llega».
El libro, que hoy día sería visto como ingenuo y básico, hablaba desde anatomía hasta el placer sexual, pero lo crucial era el tema de la anticoncepción: el derecho de elegir cuántos hijos querías tener.
«La prueba de ello es que ningún ser humano lo dejaría sobre su mesa; ningún marido inglés decentemente educado permitiría que su esposa lo tuviera (…)»Su objeto es permitir que las personas tengan relaciones sexuales, y no que tengan eso que en el orden de la Providencia es el resultado natural de las relaciones sexuales».
El manual, porque apenas tenía 47 páginas y es generoso llamarlo libro, era una versión renovada de un panfleto del estadounidense Charles Knowlton, titulado Los frutos de la filosofía, que promovía el control de la natalidad. El trabajo afirmaba que, para ser felices, las familias de la clase trabajadora tenían que poder decidir cuántos hijos querían. “Los frutos…” causó controversia y escándalo, particularmente en las esferas religiosas. Fue considerado una «obra obscena» porque no sólo hablaba de las partes íntimas, sino que además incluía información inmoral para sus críticos, planteando la importancia del orgasmo para la salud mental y física o declaraciones tan novedosas como que «No se debe inferir que el instinto reproductivo cesa (…) cuando la mujer deja de menstruar. Por el contrario, se dice que esta pasión a menudo aumenta en este período y continúa en mayor o menor grado hasta una edad extrema».
Para parte importante de la élite, afirmaciones como las anteriores y otras como:
«En muchos casos, el himen es muy imperfecto, por lo que algunos han dudado de que se encuentre en la generalidad de las vírgenes. Donde existe, generalmente se rompe en la primera relación sexual, y se dice que la hembra pierde su virginidad (…)
O, una tan escandalosa como
«Si esa pasión, una vez que despierta, no puede saciarse de una u otra manera, domina gran parte de nuestros pensamientos, y con muchas constituciones, los individuos, ya sean hombres o mujeres, no podrán comportarse con el debido decoro».
El juicio fue un enfrentamiento entre el pensamiento conservador y el progresista y si bien los acusados fueron condenados, el público se manifestó ampliamente a favor de ellos y salió en masa a comprar el libro. Es así que, en lo más álgido de la discusión al respecto, en el centro de Londres se vendieron 500 copias del mismo en tan solo 30 minutos y, en el mediano plazo, las ventas se dispararon de 1000 ejemplares anuales a 250.000.
Como reformadora social, Annie Besant soñaba con educar a la gente no solo para mejorar una vida sexual sobre la cual la mayoría tenía muy poca información en esa represiva época victoriana, sino que, además, compartía el planteamiento neomalthusiano sobre el derecho de decidir sobre la concepción de modo tal que no hubiera que esperar a casarse para tener o no tener hijos.
Ese era el verdadero trasfondo de todo el asunto. Y el juicio buscaba condenar no un pequeño libro, sino una idea. Así, involuntariamente se vio involucrado en el juicio Charles Darwin a quien Besant y Bradlaugh invitaron como testigo. Darwin se rehusó aduciendo que estaba enfermo y aunque no lo hubiera estado no compartía su causa. Como afirman algunos historiadores, «Darwin pensaba que la anticoncepción era mala pues interfería con los procesos que él había identificado en ‘El origen de las especies’: el proceso de la selección natural» y «Lo que realmente le preocupaba era que ‘las personas equivocadas’ tuvieran muchos hijos».
Indudablemente, los acusados perdieron el juicio, pero ganaron muchos adeptos para su causa. Fueron condenados a seis meses de cárcel y al pago de 500 libras esterlinas. Pero nadie puede discutir que, pese a la derrota de Annie y Charles, lograron desde el banquillo una cobertura y difusión que jamás habrían logrado desde un podio. El precio personal que tuvo que pagar Annie por este escándalo fue terrible porque su exmarido, el reverendo Besant, lo usó para pedir la custodia de sus hijos, convenciendo a la corte de que Annie no era apta por ser atea, estar asociada con el infiel Charles Bradlaugh y haber sido la promotora de un panfleto indecente y obsceno. Así Annie, perdió la custodia de sus dos hijos, hecho que le ocasionó gran dolor, pero al crecer, se convirtieron en grandes admiradores de su madre.
Dar cabida a toda su trayectoria desde reformadora social a líder de la teosofía, requiere de un espacio que excede el de esta crónica y amerita escribir otro capítulo de su historia donde poder relatar su gran aporte a la teosofía y a la independencia y el desarrollo de la educación en India.
Solo quiero agregar a modo de enunciado que, en 1893, Annie Besant partió a India para dar conferencias en muchas ciudades incluyendo la Convención Internacional de Adyar, donde dictó una charla sobre «India y su misión». Desde ese día su influencia en la vida educativa, cultural y política de la India sería, por decir lo menos, notable. Besant, entre numerosas iniciativas, ayudó a establecer la Sociedad para la Promoción de la Educación Nacional para apoyar iniciativas escolares diseñadas para estudiantes indios, en un país que se dirigía con celeridad al gobierno autónomo.
A poco andar de su residencia en India se involucró y apoyó los movimientos independentistas de aquel país con una pasión tan grande que llegó a presidir el Congreso Nacional Indio en 1917, fundó la «Home Rule League» de la India, de la cual fue presidenta en 1916, y fue secretaria de la Convención Nacional de la India. En reconocimiento a su gran labor en favor de la educación, la Universidad de Benarés le concedió el título de Doctora.
El 20 de septiembre de 1933, Annie Besant falleció antes de cumplir 85 años. Fue cremada en Adyar en una gran ceremonia y sus cenizas fueron arrojadas al Ganjes.
Pero, como comenté antes, dejo para una segunda crónica su vida como líder de la Teosofía, su relación con el Mahatma Gandhi y su extensa obra en India que apenas esbozo en estas líneas.
4 comments
Absolutamente interesante. Gracias!!
Saber no ocupa lugar. Buena crónica.
Muy interesante la crón8ca sobre Annie Besant, a quien «conocí» mientras investigaba sobre la teosofía.
Fue una mujer extraordinaria.
¿Cómo pudo tener tanta fuerza para enfrentarse a una sociedad tan cerrada y castigadora? ¿Y cómo logró que su voz se escuchara en la India, en esos tiempos tan convulsionados?
Agradezco y fellicito a Cristina por haber escrito sobre ella y, por supuesto, espero la segunda parte de la crónica.
Gracias por esta excelente crónica. No tenía conocimiento de esta mujer y su importante labor. Espero ansiosa la próxima. Ah… y qué bueno que colapsaron las redes sociales.