Argentina. La irrupción de una nueva extrema derecha

por Jaime Gazmuri

Javier Milei se define como “anarco- capitalista”, es admirador de Trump y Bolsonaro y su programa de gobierno se titula “La motosierra”

En medio de un escenario dominado por la persistencia de una alta inflación, que anualizada ya superó la barrera del 100 % y que se agravó la semana pasada por una fuerte alza del dólar informal, el Presidente Alberto Fernández anunció que no postulará a la reelección en octubre de este año.

En un mensaje entregado vía twiter declaró que se dedicará a enfrentar la crisis económica y a asegurar la unidad del peronismo para las próximas contiendas electorales. La decisión no es sorpresiva: con una débil adhesión ciudadana las posibilidades de su reelección son prácticamente nulas. Se abre, así, un periodo de búsqueda de un proceso que permita recomponer la unidad del justicialismo y encontrar una fórmula presidencial que pueda enfrentar una elección complicada. El Presidente defiende su gestión aduciendo la pesada herencia económica recibida del Gobierno de Macri, a la que se suman los efectos de la pandemia y los efectos globales provocados por la guerra de Ucrania. Así y todo, durante el año pasado el nivel de actividad se recuperó notablemente y la economía creció al 5,2% y el desempleo disminuyo del 7 al 6.3%.

Pero este desempeño se ve oscurecido por la incapacidad de controlar la inflación que afecta diariamente a millones de personas y particularmente a las y los trabajadores informales y precarios que no se benefician de los aumentos salariales convenidos con el movimiento sindical.  A la inflación se agrega   la reciente alza del valor del dólar informal -llamado blue- producido la última semana de abril. Históricamente en Argentina cuando aumenta la llamada brecha cambiaria se desencadenan en el país complejos procesos tanto psicológicos como económicos. La semana pasada el dólar oficial estaba en 230 pesos y el blue en 470. Aumenta la demanda de dólares, las transferencias al exterior y las presiones sobre las reservas del Banco Central, así como los temores atávicos de crisis anteriores que llevaron incluso al congelamiento de las cuentas bancarias personales. Este es el cuadro que enfrenta hoy día el Ministro de Economía Sergio Massa, quien intenta implementar un conjunto de medidas para conjurar una brusca disminución de las reservas. Negocia con China y Brasil el pago de las importaciones de esos países en sus monedas nacionales e intenta un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, para lo que espera contar con el apoyo del Gobierno de Biden.

Pero este desempeño se ve oscurecido por la incapacidad de controlar la inflación que afecta diariamente a millones de personas

El Gobierno del Presidente Fernández ha debido enfrentar no solo una difícil coyuntura económica y social, sino también una permanente tensión al interior del justicialismo, que se manifiesta en su compleja relación con la Vicepresidenta Cristina Kirchner, la líder más influyente y poderosa del Justicialismo. No es fácil discernir las diferencias políticas sustantivas entre ambos, pero se ha instalado la imagen de un espacio con fracturas a su interior. El Presidente afirma que “hay dos miradas en el Frente que a veces se chocan, lo mejor es que eso lo resuelva la gente” y ha llamado a que el candidato presidencial se resuelva mediante el mecanismo de las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias), convocadas para el mes de Agosto.

Cristina, a su vez, junto con reiterar que tampoco será candidata, ha llamado a acordar un programa definido que constituya un mandato explícito para quien sea designado el candidato del Frente de Todos. Su opción es Sergio Massa, pero la viabilidad de aquella candidatura dependerá de su capacidad en   generar un básico nivel de confianza en sus habilidades para controlar la inflación y la crisis cambiaría. La solución de todos estos asuntos tiene plazo fijo y breve: los meses que restan hasta agosto. Con todo, sin riesgo de error, se puede afirmar que el justicialismo se presentará unido a la elección de octubre y que la Vicepresidenta tendrá un rol determinante en la conducción de todo el proceso.

Con todo, sin riesgo de error, se puede afirmar que el justicialismo se presentará unido a la elección de octubre y que la Vicepresidenta tendrá un rol determinante en la conducción de todo el proceso.

La oposición, a su vez, también se encuentra en pleno proceso de definición de su plataforma y de su fórmula presidencial, con la confianza de que la mala evaluación del Presidente Fernández, les puede asegurar el regreso a la Casa Rosada, a solo cuatro años de haberla abandonado, después de una gestión que no pudo cumplir la mayor parte de sus promesas electorales.

Autoexcluido Macri de concurrir como candidato se ha acordado -hasta ahora- que la fórmula presidencial se resolverá mediante el mecanismo de las PASO, entre Patricia Bullrich, exparlamentaria y Ministra del Gobierno de Macri y Mauricio Rodríguez Larreta, actual Jefe del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ambos militan en el PRO junto con Macri, el partido hegemónico de Juntos por el Cambio.

En 2015 la elección de Macri, sostenido por una alianza de centro derecha, significo un cambio muy significativo en la historia política reciente de Argentina. Por primera vez asumía el Gobierno una nueva fuerza de derecha, que incluía como socio subordinado a la histórica Unión Cívica Radical. Después del retorno a la democracia en 1983 el sistema político se articuló en torno a la competencia entre justicialistas y radicales, de cuyas filas surgieron todos los presidentes. El nuevo Presidente anunciaba el 2015 que se inauguraba un nuevo ciclo político, que apostaba a que se extendería por más de un periodo presidencial. No sucedió así, pero el formato de la elección de 2023 parecía reproducir el de cuatro años atrás: el justicialismo enfrentado a sus oponentes, desde 2015 una alianza de derecha encabezada por el PRO. La clásica división entre peronismo y antiperonismo, que los analistas y la prensa describen como “la grieta”, que divide a la sociedad política argentina.

Sin embargo, en un breve periodo de tiempo ha aparecido un nuevo actor que desafía y amenaza el sistema político que ha sostenido, bien o mal, la democracia republicana los últimos treinta años.

Sin embargo, en un breve periodo de tiempo ha aparecido un nuevo actor que desafía y amenaza el sistema político que ha sostenido, bien o mal, la democracia republicana los últimos treinta años.

Se trata de un nuevo liderazgo que ha surgido completamente al margen del sistema político. Se trata de Javier Milei, de 53 años años, Licenciado en Economía de la Universidad de Belgrano y con dos maestrías en la Universidad Torcuato di Tella, que comenzó a incursionar en el debate público como comentarista de televisión y radio. Se asoció al Partido Libertario y como tal se presentó a las elecciones legislativas por la Capital Federal en 2021 obteniendo su lista un sorpresivo 17% de los votos, lo que lo convirtió en figura nacional. Hoy día es candidato presidencial de la alianza “La Libertad Avanza”. Todas las encuestas han señalado un rápido crecimiento de su eventual apoyo electoral y hay algunas que lo ubican en un virtual empate con los otros competidores. De hecho, la campaña presidencial en pocas semanas se ha convertido en una disputa a tres bandas, y hoy son pocos los que descartan que Milei pueda pasar a segunda vuelta.

No es fácil explicar un cambio tan radical en la configuración política del país ni como entender la naturaleza de este liderazgo emergente. Milei se define enemigo de lo que él llama la Casta, compuesta por todas las corrientes, partidos y personalidades que han gobernado la Argentina: justicialistas, radicales, macristas y militares. La Casta miente, roba y gobierna para mantener sus privilegios. Son los responsables de haber convertido a uno de los países más ricos del mundo a comienzos del siglo XX en uno pobre y sin destino. El tiene la voluntad y las recetas para convertirlo nuevamente en uno de los mas avanzados del planeta:” yo no vine a guiar ovejas, sino para despertar leones”.

Ideológicamente se define como anarco- capitalista. Comparte la teoría conspirativa de que la cultura marxista se ha apoderado de la mayoría de las instituciones multilaterales -incluidas por cierto las Naciones Unidas- lo que constituye una severa amenaza a la libertad. El calentamiento global sería una de sus invenciones. Se identifica a nivel internacional con figuras como Trump y Bolsonaro.

Es un personaje que asume en su vida personal comportamientos propios de una cierta cultura posmoderna. Por ejemplo, no se peina, sino que deja que la brisa que entra a su auto le desordene/ordene la cabellera. (de allí su apodo el Peluca). O que en una entrevista radial declare que es practicante del amor libre, y al mismo tiempo sea un intransigente opositor al aborto en todas las circunstancias.

Recientemente ha propuesto su programa de Gobierno: la Motosierra. Entre sus proposiciones más destacadas figuran la eliminación del Banco Central, que por tener el monopolio de la emisión de dinero es responsable de la inflación; la dolarización de la economía; la eliminación de la obra pública financiada por Estado; la drástica disminución del gasto publico y la progresiva privatización de la educación y la salud. En la defensa de estas propuestas en los medios utiliza hábilmente su condición de economista y profesor, las que aparecen con un halo de respetabilidad

Tanto encuestas como investigaciones cualitativas de campo han intentado escudriñar los perfiles de los votantes de Milei. Existe un claro sesgo etario: el 90% de sus seguidores son menores de 50 años y el 53% menores de 30. Mayormente de clases medias, pero también con alguna penetración en sectores populares del conurbano bonaerense. Es un voto del desencanto, de la desesperanza, de los jóvenes a quienes nadie les ha mejorado la vida.

Obviamente el resultado electoral de octubre es completamente incierto, pero el surgimiento del movimiento que encabeza Milei -que aún no tiene un nombre claro- será un elemento presente en el futuro y entraña un riesgo cierto para la democracia. No es un fenómeno exclusivo de la Argentina. Movimientos similares surgen en todas las democracias liberales del mundo y expresan sus limitaciones para representar a sociedades cada vez más complejas y fragmentadas y para resolver los problemas cotidianos de la mayoría de sus ciudadanos. El desafío es que estas nuevas fuerzas radicales de derecha socavan una de las bases esenciales de la democracia republicana: el debate de diferentes proyectos y opciones políticas sobre la base de la mutua tolerancia y de la legitimidad de las diversas visiones sobre la sociedad Esos principios básicos del orden democrático es lo que los Mileis, Trumps, Bolsonaros, y Orbáns no comparten: ellos son portadores de verdades indiscutibles y enfrentan enemigos irreductibles.

El proceso político que vive Argentina debería constituir una nueva voz de alerta para que todas las fuerzas políticas democráticas de la región -de derecha, centro e izquierda- asuman que tienen un desafío común en la defensa de la democracia.

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