Casi en el cierre de su tercer año de gobierno el presidente Joe Biden encuentra dificultades para continuar su política hacia Ucrania e Israel, y presiones para que aplique sobre la inmigración remedios que contradicen sus promesas.
Contra reloj
Se acerca el receso legislativo por las fiestas tradicionales y el presidente Joe Biden brega esta semana para que el Congreso apruebe una ayuda, que la Casa Blanca califica de urgente, para Ucrania, otra ayuda que la Casa Blanca describe como crucial, para Israel, y con la crisis en la frontera sur donde la migración ilegal sigue batiendo récords.
Los republicanos, que tienen una mayoría estrecha en la Cámara de Representantes, ya impidieron a principios de diciembre un paquete de 50.000 millones de dólares en asistencia nueva para Ucrania, exigiendo que el gobierno adopte medidas más severas para contener la migración.
Y los demócratas, que cuentan con una mayoría aún más estrecha en el Senado, siguen proclamando su lealtad a Israel con matices de angustia creciente por los sufrimientos de la población civil en Gaza, atrapada en una implacable respuesta israelí al ataque de Hamás.
Todo esto se mueve, además, en la proximidad del ciclo electoral estadounidense en el cual reaparece con fuerza la tradicional divergencia entre los “internacionalistas” que urgen acerca de las responsabilidades globales de EE.UU., y los “aislacionistas”, que prefieren ocuparse de asuntos domésticos.
Entre amigos
El lunes pasado el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), William Burns, viajó a Varsovia para reunirse con su contraparte israelí, David Barnea, y el primer ministro de Qatar, Mohammed bin Abdulrahman bin Jassim Al Thani en una gestión descrita, oficialmente, como un esfuerzo para reabrir las negociaciones sobre rehenes.
Ese mismo día el secretario de Defensa estadounidense Lloyd Austin, y el jefe del Estado Mayor Conjunto, general de la Fuerza Aérea, Charles Q. Brown, se reunieron en Tel Aviv con el primer ministro Benjamin Netanyahu, el ministro de Defensa, Yoav Gallant y el gabinete de guerra israelí.
Según el comunicado del Pentágono, Austin “reiteró el compromiso inamovible de Estados Unidos con el derecho de Israel a defenderse contra el terrorismo, e hizo un llamado por el retorno inmediato de todos los rehenes”.
Inamovible se proclama, pero con algunos balanceos cuando la campaña militar israelí en Gaza cumple once semanas dejando ya casi 20.000 muertos (el 70 por ciento de ellos mujeres y niños según las autoridades sanitarias de Gaza), cientos de miles de heridos y 2,2 millones de palestinos desplazados.
De acuerdo con las autoridades israelíes al menos 118 soldados de Israel han muerto en la invasión de Gaza después que Hamás mató a unas 1.200 personas y capturó alrededor de 240 rehenes.
El mismo comunicado del Pentágono añade que “en sus reuniones con los funcionarios israelíes el secretario Austin planteó la necesidad de esfuerzos concertados para proteger a los civiles y asegurar la distribución de ayuda humanitaria en Gaza, urgiendo a más acciones”.
Una semana antes y en el curso de una recepción, el propio presidente Biden advirtió que Israel empieza a perder apoyo en Europa y en el resto del mundo debido a la campaña militar contra Hamás, y añadió que su gobierno podría aprender de los errores que Estados Unidos cometió tras los ataques terroristas en Septiembre de 2001.
“Yo no ando con vueltas acerca de esto, yo he tenido mis diferencias con algunos dirigentes israelíes. He conocido a ‘Bibi’ (Netanyahu) por 51 años”, agregó Biden. “Tenemos que ser cuidadosos. La opinión pública mundial entera puede volcarse de la noche a la mañana”.
Biden opinó que Netanyahu “tiene que cambiar, y este gobierno en Israel le hace muy difícil moverse”. Según el mandatario norteamericano los miembros de extrema derecha en el gobierno israelí, como el ministro de Seguridad Nacional, Ben Gvir, no quieren una solución con los palestinos que involucre dos estados.
“Éste es el gobierno más conservador en la historia de Israel”, agregó Biden
Política de entre casa
El domingo el senador Chris Van Hollen, demócrata de Maryaldn y miembro del Comité de Relaciones Exteriores en la cámara alta, advirtió que no se le da la atención debida al esfuerzo del gobierno de Biden para que Israel atenúe las muertes de civiles en su campaña contra Hamás.
“No creo que esa gestión se atienda de manera suficientemente clara porque seguimos viendo niveles altos e inaceptables de bajas civiles”, afirmó Van Hollen en el programa ‘This Week’ de la cadena ABC. “Y en lo que se refiere a la crisis humanitaria (en Gaza) seguimos teniendo un sitio casi total”.
“El presidente Biden ha estado absolutamente en lo correcto al apoyar a Israel en el objetivo de poner fin a la amenaza militar de Hamás”, agregó el senador. “No más 7 de octubre. Pero también está en lo correcto en que la forma en que Israel conduce esta operación, la forma en que el gobierno de Netanyahu conduce esta operación, es importante, y por ello es realmente esencial que se atiendan estos aspectos. Y, en mi opinión, no se están atendiendo lo suficiente”.
La erupción esporádica de violencia desde el 7 de octubre en la larga historia de violencias entre Israel y los palestinos ha causado algunas fisuras en las opiniones que los estadounidenses tienen acerca del conflicto.
Según el Centro Pew, el 65 por ciento de 5.203 adultos encuestados entre el 27 de noviembre y el 3 de diciembre opina que Hamás carga con una gran responsabilidad por las atrocidades recientes, y un 35 por ciento cree que un peso similar corresponde al gobierno israelí.
Al mismo tiempo el 41 por ciento de esos encuestados desaprueba la respuesta que el gobierno de Biden ha dado a la guerra en Gaza, y un 35 por ciento aprueba esa respuesta.
El 27 por ciento de los encuestados opina que Israel “ha ido demasiado lejos” en su campaña militar, y un 25 por ciento cree que Israel ha encarado la situación de manera correcta. Sólo un 16 por ciento cree que Israel “no ha hecho lo suficiente”.
Pero, y aquí es donde empieza a asomarse el cálculo electoral en Estados Unidos, mientras que el 45 por ciento de los demócratas encuestados cree que Israel “ha ido demasiado lejos”, sólo el 12 % de los republicanos comparte esa opinión.
El 50 por ciento de los demócratas cree que el gobierno de Israel tiene la mayor responsabilidad por la guerra actual, algo que sólo comparte el 21 por ciento de los republicanos.
La atención al Sur
La obstrucción de los republicanos y los exámenes de conciencia de los demócratas acerca de Israel y los palestinos se entrelazan en este fin de año con el debate mucho más cercano por el arribo diario de decenas de miles de personas, procedentes de casi un centenar de países que agobia a los estados del Sur.
En el período fiscal del 1 de octubre de 2022 al 30 de septiembre de 2023, la Patrulla de Fronteras efectuó más de 3,2 millones de detenciones de migrantes indocumentados. Nadie sabe con certeza cuántos migrantes eludieron la captura.
El gobierno del presidente Biden, quien prometió una política migratoria “más humana” que la de su predecesor Donald Trump, negocia con los republicanos la adopción de medidas que acelerarán las deportaciones expeditas y harán más difícil la obtención de asilo.
La aplicación de las leyes de inmigración es, en Estados Unidos, competencia del gobierno federal, pero entre el deliquio de responsabilidades por parte del Congreso, y la tentación del lucro electoral de la xenofobia, el gobernador de Texas, Greg Abbott, un republicano, promulgó esta semana una ley que autoriza la detención de migrantes ilegales.
Las aprensiones por el influjo de migrantes no son exclusivas de los republicanos: la semana pasada la gobernadora de Arizona, Katie Hobbs, que es demócrata, ordenó el despliegue de tropas de la Guardia Nacional de ese estado en apoyo de la labor de las autoridades migratorias y la policía ante el arribo de multitudes en la zona.
La inmigración es, para los estadounidenses, un asunto más grave que la remota guerra en Ucrania o la guerra perenne en Palestina, y por lo tanto de interés mayor para los políticos.
Biden se encuentra en una encrucijada en la cual ha de optar por el desencanto de quienes creyeron en su promesa de un programa migratorio “con dignidad” o el revés de quienes esperan que el gobierno federal actúe drásticamente contra la migración ilegal.
Para los republicanos, en cambio, el dilema migratorio se resuelve fácil: basta con repetir que el país encara una “invasión”, sin molestarse mucho por un Donald Trump que, al frente en las encuestas, sostiene que los migrantes “envenenan la sangre de nuestra nación”.