Camille Claudel. La belleza en la piedra tallada, locura de amor.

por Cristina Wormull Chiorrini

Si hubiera vivido en este siglo, no cabe duda sería considerada una de las mayores escultoras de todos los tiempos… su talento fue probablemente muy superior al de Auguste Rodin, considerado su maestro.  Gran parte de las obras de éste tienen el sello de Camille… quizás por remordimiento, en el museo Rodin se incluyeron 15 trabajos de ella, a petición del escultor.

Camille Anastasia Kendall Maria Nicola Claudel nació un 8 de diciembre de 1864 en el seno de una familia de clase media tradicional y desde niña demostró su talento para la escultura utilizando barro para esculpir los rostros de su familia y todos aquellos que atrapaba en su entorno.  Nadie esperaba que utilizara sus dotes más que como “artista del hogar” y fuera un talento que adornara su destino de buena madre y esposa. Algo que no estaba en los planes de Camille.

Camille, como adolescente espontánea e independiente que era consiguió que su padre la apoyara para compartir durante algunos años un estudio con algunas escultoras inglesas, entre ellas Jessie Lipscomb, que llegó a ser una de sus mejores amigas y que se convertiría, a futuro, en intermediaria entre ella y Rodin.  

A los 17 años Claudel fue admitida en la Escuela de Bellas Artes de París y a poco andar realizó una presentación de su obra La vieja Helena en el Salón de Artistas Franceses, obteniendo una buena crítica en la prensa parisina.  Su vida empezó a cambiar totalmente cuando Auguste Rodin (haciendo un reemplazo en la Escuela) la conoció y fascinado por la belleza y capacidad artística de Camille la invitó a integrarse a su taller y se convirtió en su maestro.  Camille se transformó rápidamente en la alumna más aventajada (la única mujer) y empezó a posar para él y, lo más relevante, a colaborar en una de las más importantes obras de Rodin, La puerta del infierno donde ella se encargó de uno de los trabajos más complejos en el tallado como es el de esculpir todas las manos y pies de cada figura que aparece en la obra.   Por supuesto que su presencia fue objeto de todo tipo de comentarios y bromas entre sus compañeros, pero su seriedad y la excelencia de su trabajo logró su respeto.

“Mi feroz amiga,

Mi pobre cabeza está muy enferma y ya no puedo levantarme por la mañana. Esta tarde he recorrido (horas) sin encontrarte nuestros lugares. ¡qué dulce me resultaría la muerte! Y qué larga es mi agonía. Por qué no me has esperado en el taller. ¿Dónde vas? cuánto dolor me estaba destinado. Tengo momentos de amnesia en los que sufro menos, pero hoy el dolor permanece implacable. Camille mi bienamada a pesar de todo, a pesar de la locura que siento acercarse y que será obra tuya, si esto continúa…fragmento de una de las primeras cartas de Rodin a Camille Claudel…

De ayudante del maestro, Camille pasó a ser su musa, modelo y amante. Él tenía 43 años; ella, 19. En busca de intimidad, decidieron compartir un taller privado en la casa conocida como Folie-Neubourg. Camille fue su compañera en todas las reuniones artísticas de la capital y muchos críticos modernos estiman que superó el talento de Rodin, Sin embargo, fue escasamente reconocida por el ambiente artístico de la época que no concebía que una mujer pudiera desarrollar tales piezas y rumoreaba que era Rodin y no ella quien las esculpía.

“La hizo venir al taller de la rue de l’Université, la inmiscuyó en sus propios trabajos y durante cuatro o cinco años, ella fue su constante colaboradora, le confiaba el modelar las manos y los pies de las figuras que él componía”, Judith Cladel, primera biógrafa de Rodin.

Auguste Rodin el gran escultor de Francia, así como Diego Rivera el insigne muralista de México, eran hombres inmensos, sin atractivo físico alguno y de pasiones descomunales e insaciables… Vivió toda su vida con Rose Beuret, una modista analfabeta a la que conoció muy joven y que en la práctica se convirtió en su esclava, pero una que lo atrapó de por vida.  Desplegando un poco la imaginación y de acuerdo a relatos de la época, se puede visualizar a Rodin con su inmensa panza desnuda bajo un batín de terciopelo, calzado con babuchas, mientras Rose inclinada ante su figura le da de comer a cucharadas.  Rodin podía ser tierno con ella un instante y al siguiente darle una patada echándola a rodar.  Ella estaba dispuesta a satisfacer todas sus necesidades, desde limpiarle la casa a servirle de modelo y, sobre todo, a satisfacerlo en sus brutales demandas sexuales.   Rodin nunca permitió que lo acompañara en público ni la presentó a los amigos porque se avergonzaba de ella, una mujer primaria e inculta, que ni siquiera en la ceremonia de su boda se peinó ni se dio polvos en la cara. Si en alguna ocasión ella se atrevió a hacerle alguna escena de celos, Rodin le decía:

«Rose, tú eres la que está en su puesto. Siempre serás mi preferida».

Y así fue, nunca la dejó y se casó con ella unos meses antes de su muerte, luego de vivir juntos más de cincuenta años, cuando ella tenía más de setenta años.  Una vida atravesada por el sometimiento y las tormentas, la mayor de ellas, la genial Camille Claudel que pese a su belleza y talento no logró que la abandonara.

Camille, atrapada en el taller de Rodin que tallaba como una fuerza desatada de la naturaleza, era su musa, modelo e imprescindible a la hora de esculpir.  Su colaboración y la inspiración derivada de la pasión mutua, quedó plasmada en las obras de esa etapa con una viveza y sensualidad que no se refleja en el resto de la obra de Auguste (en la famosa escultura El beso, Camille Claudel es la protagonista).  Entre ambos se estableció una colaboración prolífica, pero   atravesada por los celos profesionales que se exacerbaron cuando algunos como Octabe Mirbeau, proclamó en público la genialidad de la escultora.  Esto laceraba el descomunal ego de Rodin que se conflictuaba con la admiración que sentía por su discípula….

Mantenerse a la sombra de su amante hizo nacer en Camille una relación de amor/odio por el escultor, ya que todo el reconocimiento público y alabanzas las recibía él y ella no era vista más que como su alumna y amante, pese a las magníficas obras de su autoría. Al concluir que Rodin nunca dejaría a Rose y ella estaba condenada a mantenerse en un segundo plano, aunque su talento fuera equivalente, y a que la escultora ayudó a dar forma a algunas de sus grandes obras (por no decir que éste se las robó), Camille, luego de 15 años de pasión y colaboración con Rodin, decidió terminar su relación con el escultor. 

Entre los trabajos más notables de Camille, durante su relación con Rodin, es imprescindible destacar Sakuntala, Busto de Rodin o El vals, obras a las que le imprimió un fuerte contenido emocional.  En esos años, quizás los de mayor creación de la escultora, ella sufrió el acoso e incomprensión de su madre y de su hermana, que no soportaban que Camille fuera objeto de los rumores que se esparcían por París y que la obligaron a abandonar la casa familiar.

Camille Claudel demostró al mundo que se puede esculpir la emoción.

Una vez que se vio sola, se volcó en la escultura. Sin salir de casa, abandonada de sí misma y sufriendo estrecheces económicas (no por falta de encargos, sino por no cumplir con la entrega de sus obras a los galeristas), su salud fue debilitándose. Y empezaron a presentarse los primeros síntomas de locura, en forma de destrucción masiva de sus trabajos como ella se estaba destruyendo a sí misma.

Uno de los trabajos más impresionantes de Camille es La edad madura (1895), en la que una joven de rodillas implora a su amado que no la abandone, pese a que este se aleja en brazos de una mujer descarnada. La muchacha no es otra que Camille, que trata de retener a su amante, Rodin, en su huida con Rose, retratada como la misma imagen de la muerte. Obra en bronce ubicada en la sala Claudel del Museo Rodin de París.

En 1913, tras la muerte de su progenitor, su madre (con la colaboración de Paul Claudel, el hermano menor de Camille y adalid del catolicismo ortodoxo) decidió internarla en un sanatorio mental, donde se le diagnosticó “manía persecutoria” y “delirios de grandeza”. Camille acusó a Rodin de su desgracia; siempre creyó que temía ser superado por su alumna. Vivió sus últimos treinta años encerrada en el manicomio, pese a haber superado su locura, en absoluta soledad.  Durante esos tres decenios solo recibió 7 visitas de su hermano Paul, que se encargó que ella no pudiera abandonar su encierro.  Murió en la más absoluta soledad y su familia no quiso pagar su funeral por lo que fue sepultada en la fosa común del manicomio.

“No me dejes aquí sola” o “Reclamo a gritos la libertad” son algunas de las súplicas y reivindicaciones que Camille Claudel dirigió a su hermano Paul a través de las cartas que le envió desde el manicomio francés de Montdevergues.

La escultora dejó una obra de apabullante talento. Su obra enmarcada en el naturalismo tiene rasgos de impresionismo y simbolismo, buscando siempre la emoción que se traduce en un exquisito dramatismo gracias a un perfecto dominio de las técnicas y a su enorme sensibilidad.

Además de las esculturas de Camille exhibidas en el museo Rodin, a partir del 2017 le fue dedicado un museo en Nogent-sur-Seine en la región de Champaña, Francia.

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1 comment

Anita Luisa Torrejón septiembre 16, 2022 - 11:55 am

Muy interesante, aporta datos que no son de común conocimiento. Un artículo muy bien desarrollado que da a Camille Claudel en el espacio que merece. Gracias

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