Es como si se hubiera ido el fútbol.
Horacio Pagani
Periodista argentino
El hijo del boxeador.
Hablar de los argentinos, sobre todo para los chilenos, no es tarea fácil. Como todo grupo humano tiene admiradores y detractores, quienes los aman y los que los odian, aquellos que destacan su sensualidad y los que aborrecen su farsantería, sin embargo, hay algo en lo que coinciden todos y eso es, que nuestros vecinos, tienen una capacidad innata para celebrar y endiosar a sus ídolos. Gardel, Evita Perón, Maradona, el Che y Sandro dan cuenta de ellos. En las últimas semanas, un nuevo ídolo se ha sumado a esta larga lista: César Luis Menotti (1938-2024)
El Flaco, jugador y entrenador de fútbol, que le permitiera a la albiceleste ganar el mundial del 78 y creador de una escuela filosófica llamada “El menottismo”. En una entrevista dada a la Revista el Gráfico el año 2005, Menotti declara cuál es el aspecto central de esta ideología:
“abordar el tema del fútbol siempre implica algo más; desde la pelota se emprende un viaje hacia la persona y su experiencia de vivir; en ese viaje de palabras entramos al terreno de la realidad latinoamericana, al atractivo del juego a través de su forma; de la redondez del balón se pasó a los ideales del hombre”
César Luis, era el hijo único de Antonio Menotti, un reconocido boxeador y bailarín local y de Olga Fasola, una ama de casa. Este fue un joven de actitud rebelde, arrestado varias veces por vandalismo. Como futbolista partió siendo delantero y su primer equipo fue Rosario Central, donde debutó en 1960. En su corta carrera, jugó para Racing, Boca Juniors y el Santos de Pelé, hasta su retiro en la Juventus de Brasil en 1970.
Como todo hombre público estuvo sujeto a infinidad de contradicciones. Él nunca negó su condición de hombre de izquierda, sin embargo, sus fotografías con los dictadores Jorge Videla y Leopoldo Galtieri, fueron objeto de críticas que nunca encontraron respuestas convincentes. Él, años después, recordaría que en la previa del debut ante Hungría, Massera y Videla le desearon suerte al equipo argentino. “Supe que los jugadores estaban muy nerviosos cuando íbamos por el túnel. Los vi callados, miraban el piso. Yo no podía hacer nada: estaba como ellos”.
Cabe destacar que a pesar de sus sombras fue el único personaje del fútbol que pidió por los detenidos-desaparecidos durante aquel régimen militar y su casa fue baleada en dos ocasiones por su fuerte afiliación política. Con la transición democrática, en 1984, comenzaron a cobrarle facturas de sus días de absoluto predominio.
Jerarquizar a la selección
A comienzos de los 70, Argentina está deprimida y su fútbol también. Sus campañas en las Copas del Mundo han sido paupérrimas y los jugadores rechazan ser convocados a la selección. La preocupación aumenta, la angustia llena las callecitas de Buenos Aires, puesto que el mundial del 78 se jugará en ese país. En ese entonces el presidente de Huracán, David Bracuto, es elegido presidente de la AFA y llama a Menotti para que sea el DT. El flaco acepta y pone como condición que los jugadores argentinos menores de 25 años no pueden ser vendidos a clubes extranjeros. La idea central es “jerarquizar a la selección”.
Argentina comenzó una larga preparación para la Copa Mundial de 1978. Menotti exigió que se jugaran amistosos contra las principales potencias de Europa ya que según él «había que enfrentarlos, conocerlos; sino sólo le veíamos la cara cada 4 años” A todos les debía quedar claro que el DT era el que mandaba. Así se evitarían los lucrosos negocios de representantes truchos y los motines de camarín. (Cuanto falta esa claridad no sólo en el fútbol) No se puede negar que la presencia de José Luis Grondona en la AFA desde 1979 a Julio del 2014 no es la mejor muestra del menottismo.
César Luis Menotti tuvo admiradores en diferentes áreas. El caricaturista y escritor rosarino Roberto Fontanarrosa (1944 – 2007) en su relato “El que gana tiene razón”, ironiza contra el resultadismo, a favor del fútbol como arte y recuerda viejas grietas futboleras, donde podemos ver la guerra entre César Luis Menotti y Carlos Salvador Bilardo. Dice el escritor rosarino:
“El primero, un cultor del buen juego y del espectáculo, el segundo, del resultado duro y puro, sin importar ni las formas ni las mañas para ganar. De ahí, el paralelismo con el mismísimo Adolf Hitler, “ganador” en la invasión a Polonia que desató la Segunda Guerra Mundial en 1939.
Ética y estética del fútbol
Siguiendo la línea de Fontanarrosa, diremos que El flaco, propone una estética del fútbol. Respecto de esto, dirá:
“En todos los lugares hay dos clases de concurrentes. Está el espectador, el que va a un ballet, se viste de gala y mira el teatro y todo. Y está el público de ballet, que es el que sabe; en el fútbol pasa lo mismo. Hay público que va a ver jugar el fútbol, y hay espectadores que son los que van al espectáculo. Hay quienes solo van a ver a las chicas desnudas bailando, y comen sandwich, ése no es el público de fútbol. El público del fútbol es el que sabe de fútbol, a ese no le importan las chicas desnudas, sino que se juegue bien.”
La estética del fútbol produce grandes momentos de emoción. A Menotti pocas veces se le vio celebrar un gol. La final juvenil Argentina – URSS estaba 1-1, cuando Ramón Ángel Díaz, entonces un promisorio y veloz delantero del River Plate, corrió un slálom mágico desde la media cancha, y marcó un golazo al entrar al área y cruzarle la pelota al arquero soviético. El joven de Rosario saltó de emoción, no sólo por la significación del tanto (que le otorgaba su primer título de campeón mundial de menores), sino por la belleza del gol.
En una charla dada a los entrenadores en 1980, sin olvidar la relación entre ética y estética, César Luis Menotti, decía, respecto de la formación de los futbolistas:
“Si las divisiones inferiores de un club se organizan para ganar el campeonato de novena, octava, séptima…, lo único que vamos a conseguir son malos jugadores de fútbol (con las salvedades del caso). Lo que sería el mal menor. Porque todavía vamos a sufrir un agravante: la deformación del joven urgido a ganar títulos, cuando las divisiones inferiores están para formar al jugador y al hombre. En ese contexto, donde al pibe se le enseñan todos los vicios de los grandes, es muy difícil plantar las semillas de las futuras pequeñas sociedades. Que no son otras que la amistad, los ideales futbolísticos compartidos y la alegría de jugar.”
Existe una referencia al discurso de César Menotti, respecto de sus tiempos de jugador veterano y de joven técnico, en la década del 70, en la que se refiere al buen fútbol con una particular expresión facial y el adjetivo: fascinación.
Fue por todo esto, que aquel 5 de mayo de 2024 en muchas partes de Argentina, especialmente en Rosario, muchos gritaron: “Flaco, no te mueras nunca”