Clandestinidad

por Jorge Ragal

Debo usar sombrero y gafas de sol.

También me dejé un ridículo bigote a lo cantante de tango.

Desde hoy respondo al nombre de Faustino.

Me pareció un buen nombre literario.

Camino con especial cuidado por la ciudad.

Yo sigo a una persona, pero a mí me siguen tres.

Y cada cual más peligroso que el otro.

Me cambio de hotel día por medio y pago en efectivo.

No hago llamadas telefónicas.

Tampoco me detengo frente a los monumentos.

Ahora bien, ayer se me acercó una mujer en el bar.

Me pidió permiso para sentarse a mi lado.

Naturalmente le dije que sí.

Pero de inmediato me arrepentí.

Me acordé de las instrucciones de mi jefe.

Cuidado con los tragos demás.

Ella me preguntó si cantaba en las noches del hotel.

O si me gustaban los tangos.

Sólo me tomé tres copas de vino.

Por su cicatriz en la espalda me di cuenta

que era la persona que buscaba.

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