“Ayer, una respetable mujer de clase media; hoy, una actriz, prácticamente de la clase obrera; y el día de mañana, baronesa. Las mujeres estaban ligadas de una manera menos estricta que los hombres a una clase social, a una jerarquía inalterable. La rueda de la fortuna podía lanzarlas al instante, desde lo más alto a lo más bajo de la insegura escala social.» escribe Michele Sardé en Colette.
Hay mujeres -también hombres- que sorprenden con sus vidas que compiten con la ficción en cada paso que dan y así pasa con Sidonie-Gabrielle Colette, uno de los grandes orgullos de las letras francesas, admirada por los más grandes escritores de su época como Proust y Cocteau, mujer tan dotada física e intelectualmente que logró reinventarse una y otra vez en su vida, sin transar sus convicciones y viviendo de acuerdo a su sentir y pensar.
Sidonie- Gabrielle Colette más conocida como Colette, nacida en 1873, a finales del siglo XIX, sobrevivió las dos grandes guerras, los años veinte, tres maridos e innumerables amantes de ambos sexos, haciendo ostentación de su bisexualidad y pasó a ser símbolo del feminismo sin haberlo buscado, es más, siendo contraria a él.
Esta notable mujer se inició en la literatura de la mano o más bien bajo el nombre de su primer marido, Henry Gauthier-Villars, más conocido por el apodo de Willy, trece años mayor que ella y a quien conocía desde su infancia en Borgoña. “Willy” descubrió el talento de Colette a través de la correspondencia que sostuvieron durante su noviazgo y, “con gran olfato para los negocios” pero ningún talento literario le pidió a Sidonie Gabrielle que le escribiera un texto en el que recordara su niñez en la Borgoña. Colette, encantada aceptó y escribió unas 650 páginas que le entregó a Willy. Fascinado con el texto, no dudó en publicarlo con su nombre. Así nació Claudine, uno de los grandes personajes creados por Sidonie- Gabrielle y que dio origen a cuatro libros, los tres primeros firmados por “Willy” y el cuarto bajo el nombre de Colette. Claudine en la escuela, el primero de la saga, cuenta la historia de una adolescente precoz y, como es de suponer, provocó escándalo, pero, simultáneamente, tuvo un gran éxito comercial. Lo siguieron Claudine en París y Claudine se casa. Willy, aprovechó muy bien el éxito de los tres primeros libros y recibió los derechos de autor, sin complejo alguno, hasta cuando el matrimonio llegó a su fin y Colette firmó por primera vez con su nombre Claudine se va.
Willy, un gran seductor, mantuvo numerosas relaciones extramaritales, muchas de ellas al parecer consensuadas con Colette, como con Polaire, una actriz de variedades que protagonizó un musical sobre las Claudines y a la que disfrazaba de colegiala junto a Colette para pasearse abrazado a ellas por las fiestas de París cual un amante trío. Muchos pensaron que fue una estrategia publicitaria del astuto Willy, pero funcionó de maravilla y las estudiantes y mujeres empezaron a adoptar el estilo Claudine vistiéndose, perfumándose y fumando como ella. Willy era un seductor en público, pero un abusador en privado y (“proxeneta literario” le llamaron Eisinger y McCarthy en Colette. The woman. The writer) en el pequeño apartamento que compartían, en un cuarto oscuro y mal ventilado, encerraba a Colette hasta 16 horas al día para que escribiese los libros que él firmaba con su nombre.
Cuando el matrimonio se divorció en 1909 la escritora se encontró libre, pero sin un franco ya que Willy siguió recibiendo los derechos de autor, aunque ella emprendió, sin mucho éxito inicial, la batalla legal para recuperar la autoría de sus textos.
“¿Qué queréis que haga? ¿Costura, mecanografía, o la calle? El music-hall es la profesión de los que no han aprendido ninguna profesión”, escribió acerca de esa época.
Tras su separación empieza una escandalosa relación con Mathilde de Morny, marquesa de Bellbeuf, sobrina de Napoleón III, apodada Missy, cambiando los elegantes salonniers, epicentros de la vida cultural parisina y donde se codeaba con Debussy, Anatole France, entre otros, por los sórdidos clubes nocturnos de Montmartre donde empezó a actuar siete días a la semana en espectáculos de variedades.
Su relación no estuvo libre de escándalos, aunque ya de por sí, era una relación escandalosa y ambas estuvieron a punto de ser arrestadas por besarse durante una representación de El sueño de Egipto en el Moulin Rouge en la que Missy interpretaba a un egiptólogo y Colette a una momia que despierta de su letargo. Las condenaron a no vivir juntas, cosa que por supuesto, no cumplieron.
A ninguna de las dos les quitaba el sueño el qué dirán. A pesar de que el atuendo masculino estaba prohibido para las mujeres, Missy llevaba trajes de tres piezas y el cabello corto. La relación duró cinco años y esta vez Colette conservó la casa donde convivieron y escribió La vagabunda, en la que relata sus aventuras en el mundo del espectáculo.
Sus mayores pasiones eran la naturaleza y los animales «nuestros compañeros perfectos nunca tienen menos de cuatro patas», escribió Colette. Algo que mantuvo toda su vida.
Tras la ruptura con Missy volvió a enamorarse (aunque por lo que se sabe, siempre estuvo enamorada), esta vez de un viejo amigo, Henry de Jouvenel, redactor jefe del diario Le Matin. Se casaron y nació su única hija, Bel–Gazou. Con muy poco instinto maternal dejó a su hija en manos de una nodriza y volvió a la escritura, además de trabajar como cronista de moda en Le Matin. El éxito arrollador de las cuatro novelas de Claudine tuvo una gran influencia en la industria, convirtió a Colette en un referente de la moda, de las primeras mujeres que usó pantalones en público, amiga de Coco Chanel y, así, con el nombre de Claudine, se diseñaron sombreros, cuellos, perfumes, corbatas o lociones.
El amor y el matrimonio con Jouvenel duraron doce años y terminaron tras uno de sus más sonados escándalos cuando mientras Henry, trabajaba sus crónicas desde el frente de guerra, Colette vivía un tórrido romance con su hijastro Bertrand de Jouvenel de 17 años… Colette ya tenía a la fecha cuarenta. Huelga comentar lo que sintió Henry…
La sociedad gritaba escandalizada, pero acudía en tropel a las librerías a comprar Cheri, la novela en que la escritora narraba la historia de un joven seductor en brazos de una mujer madura. Se divorció de Henry, pero esta vez no sufrió económicamente, ya estaba en aquellos felices años 20 y era una escritora respetada, que compartía con las intelectuales norteamericanas que se instalaban en Paris en busca de libertad artística y sexual, pero apenas se mezcla con ellas. Salvo con Natalie Clifford Barney, la riquísima aristócrata que hizo del lesbianismo una forma de vida y cuya obra literaria ha quedado opacada por sus novelescas andanzas. Colette fue una de las bailarinas que realizaban pequeñas representaciones en el Templo de la Amistad, el pequeño simulacro griego que Barney había construido en su jardín en homenaje a la poeta Safo.
Hace 100 años Colette ya era un icono feminista cuya vida revolucionó la escena sociocultural del siglo XX. Colette disfrutó de una increíble libertad sexual y luchó incansablemente contra la esclavitud profesional patriarcal.
De 118 galardonados por la Academia Goncourt en su más de un siglo de vida, solo 12 han sido mujeres. El 26 de octubre será elegido el premio 2021 y se anunciará el 3 de noviembre… hay candidatas mujeres.
Colette siguió rompiendo tabúes y fue la primera mujer en ser admitida en la prestigiosa Academia Goncourt y la primera en presidirla entre 1949 y 1954. Y aquí encontramos otra -entre muchas- anécdotas fascinantes sobre su vida ya que Colette ocupó en la academia la silla que dejó vacante su gran amigo, el actor y dramaturgo Sacha Guitry, quien en plena II Guerra Mundial la había ayudado en las gestiones para que su tercer marido, de origen judío, detenido y conducido hasta un campo de concentración en Compiégne, pudiera ser liberado, cosa que se logró tras dos meses de mediación de Guitry. Goudetek será su compañero final y la ayudará a soportar una terrible artritis de cadera que la relegó a una silla de ruedas durante las últimas dos décadas de su vida.
A pesar de su invalidez, en 1944 publica Gigi, quizás su obra más famosa y que narra la historia de una joven aprendiz de cortesana. Este libro se transforma en un nuevo éxito de ventas que triunfa en Broadway con Audrey Hepburn como protagonista y en Hollywood, adaptada al cine por Vicente Minelli, con Leslie Caron como Gigi. Gana 9 Óscares, incluido el de mejor película.
A su muerte, el gobierno francés la condecoró con la Legión de Honor y recibió un funeral de estado. Pese a ello, la iglesia se negó a honrarla por estar divorciada, no una sino dos veces y por haber sido una desclasada que “exhibía su bisexualidad sin tapujos y se cimbreaba con los pechos descubiertos en cabarets de Montmartre”, .
“Ríase todo lo que quiera, pero si no quiere envejecer, llore sólo lo necesario”. Colette
«Soportaría gustosa una docena más de desencantos amorosos, si ello me ayudara a perder un par de kilos».
Es fácil imaginar que a Colette no le habría quitado el sueño que la iglesia la despreciara por atea, liberal y desprejuiciada. Ella, que cautivó al público y a la crítica, que accedió a asientos en las más prestigiosas instituciones, que se codeó con personajes variopintos de la alta y baja sociedad, políticos e intelectuales de toda talla, que disfrutó plenamente de la vida sin plegarse a las imposiciones de la sociedad.
Tiene el honor, entre tantos, de que su cuerpo descanse en el cementerio de Père Lachaise, al lado de otros ilustres como Oscar Wilde o su admirado Balzac.
«¡Qué maravillosa vida he tenido! Ojalá me hubiera dado cuenta antes», escribió poco antes de morir. No hay muchos que puedan afirmar algo tan rotundo.
Hay mucho para conocer de esta extraordinaria mujer y si quieren adentrarse un poco más en la vida de esta grande de la cultura francesa, recomiendo leer El fanal azul, sus memorias. Es un libro fascinante, donde se encuentra la sabiduría de una mujer que acumuló un profundo conocimiento de la condición humana.
2 comments
Gracias por esta interesante crónica. Leeré algunos libros de esta autora francesa.
Una mujer pionera, creativa y vividora. Tristemente, otro esposo sacando ventajas y llevándose los derechos literarios. Gracias Cristina