El lunes próximo, con los ‘caucus’ republicanos en Iowa, comienza formalmente la campaña presidencial de Estados Unidos. Mucho puede ocurrir hasta el día de la elección en noviembre pero, por ahora, luce como que los votantes deberán optar entre Donald Trump y Joe Biden, otra vez.
La larga marcha
La democracia, se supone, se sustenta en la expresión de la voluntad de la ciudadanía mediante el voto libre y secreto, y de acuerdo con reglas que, en cada país que se titula democrático, son reconocidas como legítimas por esa misma ciudadanía.
El proceso que, en Estados Unidos, culmina en el primer martes después del primer lunes de noviembre cada cuatro años incluye elecciones primarias, caucus, costosas campañas publicitarias, convenciones nacionales, postulación oficial, votación, escrutinio que determina el número de delegados de cada estado a un Colegio Electoral y, finalmente, el resultado que el Congreso certificará en enero.
En todo ese proceso la mítica “voluntad popular” es filtrada, comprimida, reajustada por los canjes de favores –cuando algunos aspirantes abandonan la contienda y trafican la simpatía de sus seguidores con tal o cual aspirante que la continúa- atontada por la propaganda, confundida por falsedades y forzada, en última instancia a elegir entre sólo dos candidatos de caricatura.
El lunes próximo este show se inicia con los caucus del Partido Republicano en Iowa y continúa el martes 23 con elecciones primarias del Partido Republicano y del Partido Demócrata en New Hampshire. El espectáculo seguirá con primarias y caucus en otros estados hasta la Convención Republicana del 15 al 7 de julio en Milwaukee (Wisconsin) y la Convención Demócrata del 19 al 22 de agosto en Chicago (Illinois)
En el Partido Demócrata el show luce, por ahora, aburrido: el presidente Joe Biden busca la reelección y, por lo tanto, hasta ahora no le han surgido rivales que preocupen demasiado.
En el Partido Republicano la verbena itinerante es un poco más entretenida, aunque no mucho: el expresidente Trump aventaja por más de 30 puntos porcentuales a sus dos retadores más cercanos, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, y la ex gobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley.
Caucuseando en Iowa
El caucus no es precisamente una elección primaria sino una reunión organizada por el partido en la cual los asistentes discuten y se alinean de acuerdo con su simpatía por un candidato u otro.
En un estado con casi 3,2 millones de habitantes, en el comienzo del ciclo electoral de 2020 votaron en los caucus de Iowa 32.345 ciudadanos. Este trámite, sujeto a las veleidades meteorológicas del invierno, habitualmente atrae a los ciudadanos más embanderados y militante.
Y este año, otra vez, los más entusiasmados son los trumpistas. De modo que el comienzo de selección del candidato que el partido ofrecerá en noviembre está en manos de los votantes más extremistas del Partido Republicano, porque los otros, los tradicionalistas, los moderados, los centristas siguen, hasta ahora, desmoralizados y desunidos.
Una encuesta de Public Policy Polling indica que Trump cuenta con la simpatía del 66 % de los posibles votantes republicanos, y a la zaga muy zaga le sigue Haley, con el 12 % y DeSantis con el 9 %. Todavía siguen en la liza el empresario Vivek Ramaswamy tiene un 4 % de respaldo y el ex gobernador de New Jersey, Chris Christie cuenta con un 3 %, y es probable que ambos tiren la toalla tras los caucus de Iowa.
Otras encuestas muestran un panorama muy parecido, con Trump abrigado por más del 55 % de los posibles votantes mientras Haley y DeSantis están en la pulseada por el segundo lugar. Una pequeña diferencia la marcó el 5 de enero una encuesta de Emerson que mostró a Trump con el 54 % (a la baja de las semanas anteriores) y Haley con el 24 %, un salto sustancial en su popularidad.
¿Trump vs Biden?
A menos que algo interrumpa el intento de Biden por quedarse otros cuatro años en la Casa Blanca, él será el candidato presidencial demócrata en noviembre, una casi certidumbre que tiene apesadumbrada a buena parte de los votantes demócratas y decepcionada a la mayor parte de los votantes independientes.
El comentarista Fareed Zakari, de la cadena CNN describió la situación como “la perplejidad en el sentido de desánimo en Estados Unidos”.
“Yo no veo demasiados datos objetivos que la sustenten”, explicó Zakari. “La economía estadounidense creció a un asombroso 5,5 por ciento en el tercer trimestre de 2023. El crecimiento para todo el año pasado se calcula en 2,2 por ciento lo cual es sustancialmente superior a otras naciones avanzadas. La inflación ha caído agudamente, los salarios reales han subido y el empleo en las fábricas experimenta una bonanza. Es difícil encontrar otro país donde tantos indicadores apunten en la dirección correcta”.
Y, sin embargo, las encuestas encuentran que la mayoría de los estadounidenses cree que el país está mal encaminado, y en todas las encuestas un hipotético enfrentamiento electoral de Trump y Biden daría al republicano la victoria.
La paradoja ha estado presente por ya más de un año a pesar de los datos de macroeconomía que muestran una sostenida recuperación tras la pandemia de la Covid-19 y el impacto de leyes que han abaratado los costos de medicamentos y han facilitado la operación de pequeñas empresas.
De alguna forma lo que ocurre allá arriba, en la macroeconomía, no se filtra, o no se percibe, acá abajo donde el ciudadano común encara precios más altos en los alimentos y no piensa mucho en que el precio de la gasolina ha bajado o que algunos sectores industriales, estimulados por una legislación de infraestructura promulgada por Biden claman por más trabajadores que los disponibles.
Por las razones que sea el buen desempeño general de la economía no se traduce en un crédito para la presidencia de Biden quien ahora, a los 81 años de edad, emprende otra vez la senda de la campaña.
Sorpresas te da la vida
Todo pronóstico sobre este año electoral gira en torno a lo que ocurra con Donald J. Trump, el único ex presidente de Estados Unidos sometido dos veces a juicio político en el Congreso y ahora encausado por 44 cargos de delitos federales y 47 por delitos estatales.
Es, también, el único presidente del país en más de 230 años que se ha rehusado a reconocer su derrota electoral y que ha incitado a una muchedumbre para que asaltara el Congreso e impidiera la certificación formal del resultado de los comicios de 2020.
Todo el calendario de caucus y de elecciones primarias tiene el contrapunto de las audiencias de los varios juicios pendientes, y los abogados de Trump dan la batalla ahora en varios estados donde los tribunales, convencidos de que el ex presidente ha violado la Constitución, han vetado la presencia de su nombre en las elecciones primarias.
El Tribunal Supremo de Justicia ha aceptado ocuparse de una decisión en ese sentido del estado de Colorado y se espera que haya una audiencia de argumentos el 8 de febrero, de modo que el nombre de Trump estará en los caucus y primarias antes de esa fecha. La Secretaria de Estado de Maine, Shenna Bellows, ha ordenado una veda similar en su estado.
Los querellantes en Colorado afirman que Trump debería quedar afuera de los comicios a la luz de una parte de la Enmienda 14 de la Constitución, diseñada para impedir que los derrotados del Sur en la Guerra Civil (1861-1865) ocuparan puestos de gobierno. El Tribunal Supremo de Justicia de Colorado avaló la medida.
Por su parte el fiscal general de Georgia, Chris Carr, se unió a los fiscales generales de otros 26 estados en una presentación ante el Tribunal Supremo en la cual argumentan que la corte superior del país debería anular el fallo del tribunal de Colorado.
Por su parte el fiscal especial Jack Smith ha pedido al Tribunal Supremo de Justicia que se pronuncie, de manera expedida, acerca del argumento de Trump según el cual el ex presidente tiene inmunidad total por supuestos crímenes cometidos durante su mandato. El Supremo desechó la urgencia del fiscal Smith y a la espera se está de una decisión.
Quienes más repudian a Trump ven victorias, aunque sean parciales, en las posibles decisiones judiciales que cierren el paso a la candidatura repetida del expresidente.
En su premura incurren en el riesgo de impedir la única solución perdurable al peligro que para la democracia presenta Trump: el pronunciamiento de la ciudadanía con una tercera derrota en el voto popular.