Como el puente de Baltimore

por Juan. G. Solís de Ovando

En estos días sagrados de Semana Santa, desperté sobresaltado cuando dormía mi siesta igualmente sagrada. Más tarde me tranquilicé pensando que todo se debía a que había pasado una hora pegado a la pantalla de la TV viendo estupefacto como un barco se estrellaba contra un pilar del puente de Baltimorehasta convertirse en un esqueleto de piezas metálicas semi sumergidas en las oscuras y gélidas aguas del río Patsco. Pensé, por supuesto, en los confiados transeúntes que pasaban por allí y cuyos restos ya no se buscan en las profundidades de un río profundo e inclemente. Pensé también en la forma en que toda la arrogante ingeniería del siglo XX podía mostrar sus precariedades delante de todo el mundo, y que asistiéramos al desarmado de estructuras calculadas y diseñadas por la poderosa ciencia física e ingeniería. Y pensé, como es obvio ¿Qué pudo ocurrir en ese barco que estaba construido para resistir temporales de los grados más letales y que, sin embargo, no puede detenerse ni desviarse en un momento fatal para evitar una colisión que todos podíamos ver como si se tratara de la mano inexorable de un destino aciago escrito por alguien en un lugar escondido de la Tierra?

Lo siento, pero la imagen me supera. Como me supera también contemplar el holocausto del pueblo palestino ante la vista y presencia de los países que impotentes tratan de evitarlo, o miran para el lado y duermen tranquilos porque los gritos de los niños no llegan a sus fronteras.

Me pregunto, por último, si la súbita caída del puente de Baltimore en Estados Unidos, puede ser una oscura metáfora de estos tiempos que no alcanzamos a distinguir todavía, y quizás, cuando lo hagamos, sea demasiado tarde. Porque hay que ver lo bien que funciona la caída de ese puente como metáfora del arrogante mundo del progreso: Por ese puente pasan más de 300.000 automóviles diariamente y según las autoridades marítimas puede convertirse en una pesadilla logística para la costa este del país del norte. Allí se generan ganancias de 3.300 millones de dólares anuales y por ese puente pasan mercancías que ascendieron, el año pasado a más de 52 millones de toneladas de mercancías por un valor de unos 80.000 millones de dólares. 

La metáfora es molesta, casi deprimente, pero señala bien como detrás de los sistemas más seguros y probados palpita el corazón vulnerable de los seres humanos y la inconfundible levedad del ser. Cuando hoy, por la mañana me di un banquete de programas de podcast chilenos: la mayoría con buena información y análisis; y, más tarde rematé con programas de la TV abierta chilena: la mayoría con deficiente información y escaso análisis, y veía todas las últimas noticias y detalles del denominado caso Hermosilla (antes caso audios), a partir de la investigación del prestigioso centro de Investigación Periodística CIPER, me quedé preguntándome si no estamos asistiendo en Chile a la observación impotente y trágica de ese barco que vaya a saber por qué se dirigió especialmente a uno de los pilares del puente  cuando le sobraba espacio para pasar entre los pilares, como si se tratara del caso de las Torres Gemelas, en que los falsos pilotos sólo buscaban el lugar donde estrellar la nave con el máximo de daño para todos. 

Y lo peor de todo – al menos la más preocupante- es que existe una evidente concertación de actores mediáticos para mostrar que los problemas de Chile, están donde nadie lo ve y donde se escuchan y se ven, simplemente no existen. Como si no, se puede entender que en uno de esos mediocres programas mañaneros se pasara una hora (¡¡una hora!!) hablando, y especulando sobre los dichos de un senador comunista. El programa sacando de contexto una declaración suya sobre el estallido social de octubre se dirigía a poner la imagen falsa y ridícula de un parlamentario comunista agitador de las masas como si estuviera en el Instituto Smolnyjunto a Lenin y Trotsky, dirigiendo la Revolución de Octubre en 1917. 

Mientras tanto en los Podcast de los canales alternativos, observo que Chile se cae literalmente a pedazos. Y no exagero. El ahora denominado caso Hermosilla no sólo muestra las costuras mal remendadas de una institucionalidad carcomida por las termitas sino, y lo que es peor, las conversaciones del abogado revelan que los asuntos a su cargo los resuelve al más puro estilo de una república bananera. Porque lo que los audios muestran en realidad es que el superabogado Hermosilla no solo ganaba con trampa, sino que era el jefe de grupos de poder que involucraban desde el ministro del interior hasta el ex presidente de la República, pasando por policías, fiscales y jueces arreglando las causas para que los intereses de los poderosos permaneciesen intocables.

Lo que estamos viendo es solo el comienzo, pero se ha visto mucho. Conocemos, por ejemplo, que los jueces de la Excelentísima Corte Suprema para ser nombrados pasaron por un largo proceso de conversaciones ocultas dentro de un proceso turbio. Conocemos que el director de la Policía de Investigaciones, su máxima autoridad, lo pusieron en el cargo dentro de una operación para que, entre otras cosas, revelara información sensible en procesos y en beneficio de los investigados, por lo que se le llamó a su nombramiento misión cumplida. Sabemos que en un proceso de los investigados por el jefe policial está comprometida la compañía minera Dominga, cuyos socios eran amigos personales del expresidente Piñera y era éste quien dictaría resoluciones relevantes en el caso. Sabemos por la declaración de un ex ministro de la Corte Suprema que estos procesos oscuros y escondidos eran hasta ahora del uso de moneda corriente. Sabemos que el director general de Carabineros, y para esto no es necesario audio alguno pues es de público conocimiento, está a punto de ser formalizado por su responsabilidad en los procesos que se siguen por violaciones a los derechos humanos durante el estallido social de octubre de 2019.

Al margen de los luctuosos sucesos derivados del caso Hermosilla, sabemos que en la actualidad el consejo de Defensa del Estado ha notificado que existe un 51 por ciento de los municipios del país con investigaciones por corrupción y la gran mayoría de ellos son alcaldes de derecha.

Sin embargo, pareciera que la derecha en Chile buscara desesperadamente distraer la conversación sobre la corrupción que recae sobre jueces, fiscales, abogados, que manchan y muestran la venalidad de las autoridades públicas en su nivel más alto, mediante el expediente trasnochado de agitar el anticomunismo, sea interpretando torcidamente las declaraciones de poca o ninguna trascendencia de un senador comunista, o por las realizadas por la Ministra Secretaria General de Gobierno, Camila Vallejo, del mismo partido.

Si los jueces en su más alto rango, los fiscales, los jefes policiales, ministros y hasta el propio presidente de la República cuidan sus intereses privados en vez de los públicos cabe preguntarse, cómo lo hace el Chapulín colorado¿Y ahora quien podrá defendernos?

Por supuesto que la corrupción existe aquí y en la quebrada del ají nadie lo podrá poner en duda, pero la cuestión no es esa. La cuestión no es la corrupción. La cuestión es la impunidad cuando los culpables son los poderosos. Porque si ellos, independientemente de la gravedad de los delitos en que se encuentren involucrados siempre la sacan barata, de poco sirve el tan mentado Estado de Derecho.

La derecha, en tanto, con la típica ceguera que le permite perder elecciones, prestigio y poder social invoca el estallido, casi como si quisiera cabalgar en el inconsciente colectivo. En esa estrategia no hay nada nuevo: invocar el miedo resucitando el anticomunismo y recurriendo a las demenciales interpretaciones del expresidente Piñera para explicar las causas del estallido.

Chile se desarma, y no se desarma por culpa de un estallido social. Se desarma porque las causas del malestar social que lo provocó no fueron atendidas. Y no sólo eso. Cuando se denunciaron por primera vez, las violaciones a los Derechos Humanos de manifestantes y simples transeúntes, se hizo escarnio de las víctimas de esos crímenes. 

Escuchando los audios de Hermosilla se escucha una mafia poderosa. Que pone jueces, directores generales de la Policía de Investigaciones y se roza impúdicamente con los candidatos a ocupar los puestos a fiscales nacionales. Escuchando los audios podemos constatar que los chilenos no somos iguales ante la ley y aunque ya lo presentíamos, es duro saberse manoseado por los poderes fácticos. Esos poderes fácticos que nos recuerdan, -dicho sea de paso-, que da igual el que salga elegido por el voto popular, porque al final los destinos de Chile se deciden en los despachos de los poderosos lobbies. O sea, los mismos de siempre. Porque ayer se evitó el juicio y castigo a los que se compraron a la casi totalidad de la clase política hoy tenemos estas mafias que se muestran impúdicamente en las conversaciones venales donde se perpetra la impunidad de los criminales que se supone persiguen a los criminales.

Y, mientras Chile cruje y empieza a desarmarse, el pueblo, ya no espera nada. Porque aturdido por la intoxicación de los intoxicantes programas matinales que manipulan sus estados de ánimo aprendió a desconfiar de los diligentes perros ovejeros, mientras deja que los lobos con piel de oveja se acerquen lo suficiente para asegurar la matanza.

Las próximas discusiones sobre el proyecto de ley que reforma el sistema de pensiones y la forma legal definitiva que adquiera la regulación de las Isapres, serán las alertas que permitirán o no evitar el choque fatal del barco mercante contra la columna del puente de Baltimore, antes que provoque el colapso definitivo. Si así no ocurre -y Dios quiera que me equivoque- todos irán a suplicarle al Partido Comunistaque intervenga poniendo orden en el caos social y político que se desatará como resultado de la cobardía política e institucional para operar los tejidos infectados de mafia, corrupción y venalidad.

Estamos complicados, demasiados complicados, pero no queremos verlo. No queremos ver, que lo que más crece en Chile no son los delitos. De hecho, independientemente de la espectacularidad de unos y otros que, por cierto, la TV mañanera amplifica, los delitos no se han incrementado en los últimos tiempos. Es la impunidad, en cambio, de los responsables de la corrupción, la que avanza silenciosa y constantemente como el barco de contenedores contra el puente de Baltimore. Porque la impunidad acaba con lo más importante: la confianza en las instituciones. Cuando esta falta, la sociedad pierde la capacidad de cohesionarse en torno a la legitimidad que justifica un orden social. Esto es lo que está en juego y eso es lo que no queremos ver mientras el barco se acerca lenta e inexorablemente a colisionar con la columna que sostiene el puente.

Poco se saca con hacerse el desentendido. La derecha ha boicoteado todas, absolutamente todas las iniciativas encaminadas a las reformas. En su día las motejaron de refundacionistasEl término refundarno me gusta, no me gusta nada, pero ¿alguien duda que hay que reformar profundamente a las policías, al ministerio público, a la administración de justicia, al servicio de impuestos internos, a la Contraloría General de la República? ¿Alguien tiene duda de que el sistema de salud en general y el sistema de salud previsional en particular, no da para más? ¿Existen dudas de que el sistema previsional teniendo a las AFP como escudo de bandera ya no tiene recorrido en Chile ni futuro porque es una estructura fracasada en su objetivo y deslegitimado en su actuar?

Mientras tanto, hay un hecho que habla por sí mismo: El caso Hermosilla afecta hasta ahora a muchas instituciones y personas ¿menos a? ¡Acertó!, a Don Luis Hermosilla. Porque lo único que se ha avanzado hasta hoy es que empieza a hablarse del caso Hermosilla y no del caso audio. Algo es algo, dijo un calvo, aunque el viejo truco indio ya está servido: Ya empezamos a escuchar la idea de que las conversaciones del abogado Hermosilla con sus clientes son sagradas, intocables. ¿Y quien decide qué conversaciones son de clientes? Elemental querido Watson: el propio don Luis Hermosilla, claro está. Por supuesto el abogado superestar no está amparado por el secreto profesional para coordinar conversaciones mafiosas en el contexto de la maquinación para cometer delitos, pero ya la fiscalía ha apuntado a que resguardar el secreto profesional de los abogados constituirá su principal resguardo.

Parece un chiste, pero no tiene nada de gracioso. El caso Hermosilla es apenas una alerta tardía, de lo que transcurre a la vista de todos y que nos muestra que el armazón del puente suena raro.

Mas temprano que tarde tendremos que enfrentar la realidad, cara a cara, y asumir que esto ya no va de derecha e izquierda. Va de reforma o restauración. O seguimos ignorando que el sistema ya no resiste o implementamos el cambio. Y mientras más nos demoremos en empezar, mayor será el costo que tendremos que pagar como país.

Tengo esperanza, pero no soy demasiado optimista. Ojalá haya quienes se atrevan a dar valientemente el paso para reformar profundamente la institucionalidad, haciendo realidad las sabias palabras del apóstol cubano José Martí

“Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres”.

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