¿Cuándo dejamos de criticar al Capitalismo?

por Mario Valdivia

Por Mario Valdivia V.

El presidente confesó que a veces le dan gana de derrocar el capitalismo, algo así. Me hizo peguntarme cuándo dejamos de criticarlo. No en los años setenta. Seguro. Debió ser en los ochenta y noventa, por ahí, cuando ser empresario se hizo cool.

La caída del campo del socialismo real tuvo algo que ver, supongo. Como que pareció que se esfumaban las alternativas. Pero no debió ser todo. Puede que nos gustara cómo nos trató el capitalismo en esos años. Capaz. Y no fue por falta de ocasión de inquietarse por entender. No faltaron los reventones rabiosos y desperados. Es que mientras tanto, nos damos cuenta ahora, el capitalismo dejaba la embarrada. Desempleo, miseria, desigualdades feroces, devastación ambiental, crisis y más crisis financieras, desesperación juvenil, drogas, militarismo… Ahora echamos de menos una pizca de pensamiento crítico.

Es simple el capitalismo. Acumulación de capital para acumular más capital, comprando capacidad de trabajo y subordinando trabajadores. Una simplicidad que lo hace extremadamente adaptable. Morales diferentes, democracias y autoritarismos, mercados institucionales o de traficantes, liberalismos y conservadurismos, guerra y paz, le dan igual. Se transforma, cambia de colores, devora serpientes críticas para convertirse en una mayor. Y lo hace a pesar de ser absurdo. Desvergonzadamente. ¿Quién querría existir como bestia de trabajo sin mayor interés por lo que hace, bajo las órdenes de managers que ordenan qué hacer? ¿Y quién, sin poder gozar sus ganancias, farreárselas si quisiera, porque debe invertirlas para seguir acumulando? Sin embargo, aquí estamos, sin esperanza de dejar atrás semejante pesadilla sin sentido.

Es que los atisbos de crítica que quedan son más bien desmoralizantes. Uno, nostálgico, que critica el capitalismo que fue, no el tecno financiero de ahora. Nacionalizaciones, planificación, estado empresario, antiglobalización, sindicalismo, solidaridad por ley, son sus recetas. No sirven, no calientan a nadie, producen desconfianza, deprimen. Otra, que exige al capitalismo que cumpla todas las promesas liberales que acarrea en principio, abriendo paso al florecimiento ilimitado de todos las particularidades individuales y grupales. No sirve, no está a la altura del capitalismo, no lo toma suficientemente en serio. Mientras éste pueda sumar más personas al trabajo asalariado, la base de todas las igualdades e inclusiones, las adopta sin escrúpulos y sale mas fuerte.

En algún momento nos quedamos con el magín vacío y el corazón congelado. Desorientadas y desanimadas. Sin esperanza ante la vida dura del animal laborans y la vida vacía de la bestia accumulatrix. En una de esas es para mejor. Cuando menos evitamos hacer cagadas de proporciones históricas en nombre de alguna idea critica. Claro que tampoco evitamos que queden cagadas de ésas por no cachar ni hacer nada… Y en el intertanto sigue la dureza, el vacío y la desolación.  

También te puede interesar

Deja un comentario