La antología de Áurea Ediciones recoge los cuentos de diversos escritores chilenos, mostrando realidades distópicas en un mundo de ciencia ficción.
Conocido como un subgénero de la ciencia ficción, el cyberpunk comenzó su auge con escritores como William Gibson en la década de los 80. El término viene de las redes informáticas por lo cyber y lo rebelde por lo punk. Las tramas dan vueltas por hackers, megacorporaciones e inteligencia artificial por doquier. A diferencia de otros autores como Isaac Asimov con “Fundación” o Primo Levi con “Defecto de forma”, que mencionan mundos distantes y un apego a la incertidumbre de la Guerra Fría, el cyberpunk muestra la subversión a la tecnología y también una descripción del mundo con historias que pueden llegar a tener tintes policiales o de suspenso.
“Cyberpunk 2023” es una antología que recoge las voces de diecisiete escritores chilenos entre los que destacan Francisco Ortega, Jorge Baraditt, Ernesto Garratt, Alberto Rojas, Aldo Berríos y Sofía Ramos Wong, entre otros. El mensaje es claro, se habla y se escribe sobre el futuro que se aproxima y nunca llega, de la alienación de la tecnología, de los espacios abiertos y vacíos, de las ciudades demasiado pobladas. En los 80 ese era el futuro, pero al parecer el panorama nunca fue tan claro y hoy en día, a mi modo de ver, lo que va ganando en tecnología es el arribo de la inteligencia artificial y el dominio de la realidad a través de los celulares. El resto es un poco más de lo mismo que se viene hablando hace décadas.
De los cuentos de este libro quiero destacar “La flor de neón” de Sofía Ramos Wong. En la historia, la escritora narra lo que le sucede a Liv, una mujer víctima del abuso y el abandono que, provista de un brazo mecánico, debe sobrevivir en un mundo cada vez más deficiente e inhóspito. La búsqueda de la flor de neón puede salvarla, pero los escollos en el camino son grandes. Ramos Wong elabora una historia que perfila muy bien a una protagonista femenina, una heroína de tomo y lomo que se encuentra prácticamente sola frente al mundo. Es la sobrevivencia la que la impulsa a defenderse, a luchar contra la agresividad ambiental que la oprime.
La visión del libro, en general, al igual que en toda la literatura cyberpunk es negativa frente al sistema. No hay redención alguna y las líneas entre la realidad y la simulación se pierden, se desdibujan. En muchos de los cuentos el uso de sustancias prohibidas se convierte en la vía de escape o en la moneda de cambio para lograr un mejor porvenir. La rebelión contra el sistema existe, pero es este último el que destruye a los individuos, protagonistas que tienen más carne que metal y que se encuentran subyugados a un universo que los somete y aplasta.
Películas como “Blade Runner” (1982) o “Matrix” (1999), por mencionar algunas, ya marcaban una realidad futurista y alienada ¿Cómo evitarla? Simplemente no se puede y aunque el concepto resulte un poco anacrónico (según el cyberpunk llevamos cuarenta años pensando en el mismo futuro), las existencias se manifiestan tal cual llegan sin que nadie pueda pararlas. Quizás por eso el planteamiento general de este libro, con el claro llamado de “rebelarse contra el sistema”, avance sobre una línea difícil de traspasar, hundida en el pesimismo y en un espiral de violencia que al parecer no tiene fin.
Una vez, en una entrevista, me preguntaron mi opinión sobre el futuro. Recuerdo que respondí que yo escribía sobre el presente y el pasado para entender el futuro. Por ahí va la mano. Estamos creciendo y, a la vez, degradándonos de manera tan rápida que el futuro constantemente nos pisa la cola y nos come frente a una realidad distorsionada que avanza a pasos agigantados sin un destino determinado.