“Tan pronto como Iman entró en el lugar acaparó todas las miradas, se hizo dueña de la sala. Lucía una gran sonrisa. David y ella se miraron y fue amor a primera vista, podías sentir la electricidad en el ambiente, algo acababa de pasar. Se pasaron toda la noche hablando como si se conocieran desde siempre. Se miraron como diciendo, “bueno, ¿y ahora qué? ¿Pasamos del postre y vamos directamente a casa?” En sus vidas no volvería a entrar nadie más; solo ellos dos, el uno para el otro”. Teddy Antolin
Hay seres que cuando se encuentran, se iluminan mutuamente, se descubren, crecen y se transforman juntos y se convierten en mito. Y eso pasó entre David Bowie e Iman en que se puede hablar de un antes y un después de su encuentro y enamoramiento. Dos seres brillantes, representantes del concepto genderfluid (no identificados con una única identidad de género, sino que fluyendo entre ellos), icónicos de su época, que vivieron uno de los grandes amores del siglo XX y que, pese a la agitación de sus existencias, tuvieron una boda extremadamente clásica y tradicional y una convivencia al margen de la farándula.
David Bowie e Iman se conocieron en la fiesta de cumpleaños del famoso peluquero Teddy Antolin en octubre de 1990. Sus miradas se cruzaron, su conversación se hizo eterna y sus vidas caminaron juntas hasta que la muerte los separó.
“David llegó en un Mustang deportivo blanco, vistiendo jeans blancos y una chaqueta blanca, también vaquera. Iman apareció en un mercedes negro vestida toda ella de cuero negro. Y pensabas, ¿puede haber algo más perfecto?” Teddy Antolin.
Zara Mohamed Abdulmajid, más conocida como Iman, somali y musulmana, contaba en los medios una historia apasionante sobre su vida donde había mucho de misterio y de construcción publicitaria. La leyenda, impulsada por sus descubridores, decía que la descubrieron cuando era una pastora analfabeta que cuidaba cabras en la sabana africana, una imagen que calzaba perfectamente con las ideas racistas y condescendientemente colonialistas que se tenían sobre África en las décadas de los setenta y ochenta, y en forma particular, de países como Somalía, donde había nacido Iman. Pero la verdad es que esta bellísima mujer era una universitaria, políglota, hija de un diplomático y una ginecóloga, y procedía de un sector africano muy alejado del cliché, con ideas, cultura y pasado propios. Cuando la “descubrieron”, Iman era una belleza, estudiante de socio política en Nairobi, sin interés alguno por el modelaje.
Sus padres habían formado parte del movimiento de independencia de Somalia, eran parte de una élite educada que se había rebelado contra el dominio colonial. Hasta el golpe de estado del 69, el padre de Zara había sido embajador del país, e Iman había vivido en Egipto, Tanzania y Kenia. Su educación se había desarrollado en los mejores colegios donde había aprendido tres idiomas. Entre las anécdotas de su juventud se cuenta que pasó largas temporadas en Kiev donde aprendió a usar un kalasknikov como parte del intercambio que su país tenía con la Unión Soviética de entonces. Luego del golpe de estado, partieron al exilio en Kenia.
“Era una refugiada que se había quedado sin nada”, contaría Iman. “Las personas que me ayudaron procedían de organizaciones no gubernamentales. Tenía 14 años y nunca había trabajado, pero hablaba tres idiomas. Me consiguieron trabajo como traductora y me enseñaron a encontrar el camino para saber cómo sobrevivir”.
Somalí y musulmana, el impacto de Iman en la industria de la moda de los 70 fue enorme. “No es porque fuese negra, es porque era africana. Era como si hubiese llegado de la luna”, escribiría Peter Beard en el libro I am Imán.
Para aceptar modelar y como no estaba motivada, pidió ocho mil dólares por una sesión (una cantidad exorbitante para aquellos tiempos en que aún no se conocían las supermodelos que vendrían después de los noventa), el monto que requería para pagar las mensualidades que le restaban para terminar su carrera y se lo aceptaron…no se demoró en acaparar portadas y ser solicitada por grandes diseñadores como Versace, Klein, Haywood, Miyake o Halston, aunque por ser negra le pagaban un sueldo menor que a las modelos blancas.
“En mi país todos somos negros, así que nadie llama a nadie negro. Sonaba extraño a mis oídos. Estaba haciendo el mismo trabajo que ellos, ¿por qué tenían que pagarme menos dinero?” Iman
Si el mito de Iman había tenido mucho de disfraz, el de Bowie era uno de los paradigmas de esa estrategia. David Bowie empezó a ser una estrella de rock cuando aquellas eran más relevantes e influyentes que nunca. Sus canciones y presencia influían en la vida de miles de personas, tocándoles de un modo íntimo y trascendental. Y, por supuesto, tenía un historial sentimental descomunal… De hecho, enumerar los romances, aventuras y líos de una noche de David Bowie –de nombre real David Jones– sería como contar granos de arena en una playa. Pero en su camino a convertirse en una de las estrellas más emblemáticas de su tiempo, en el mito que hoy recordamos, hubo una mujer que lo acompañó durante largos y agitados años: Angie Bowie, nacida Angela Barnett, que fue su cómplice, la mujer con la que practicó tríos, orgías e intercambios de pareja, tanto hombres como mujeres, cuando ambos se autocalificaban como bisexuales.
“David y yo tal vez seamos la pareja bisexual más famosa de la historia”, Angie Bowie en sus memorias Backstage Passes: Life on the Wild Side with David Bowie, escrito en colaboración con Patrick Carr.
A medida que la carrera de David progresaba, su forma vivir la sexualidad se convirtió en un símbolo y un ejemplo de la propia liberación. Esa imagen ambigua que exhibía, ese rechazo de roles de género, décadas antes de que surgiese el término genderfluid, esa bisexualidad u homosexualidad alegre, verbalizada, todo lo que hacía, en definitiva, cayó como un terremoto en la todavía puritana Inglaterra y muy pronto en el resto del mundo. El rock llevaba ya muchos años siendo parte de un popular triunvirato junto al sexo y las drogas, pero la parte sexual solía limitarse a un hombre con una vida sexual muy activa rodeado de jovencitas hermosas. Ahora la ecuación también incluía hombres de todo tipo, sin tapujos.
Angie fue la persona que más lo ayudó a desarrollar al mítico Ziggy. Ella se ocupó de crear todo el vestuario, sugerir el corte de pelo, entre muchas otras cosas, en los tiempos en que David practicaba el sexo a diario, a cada hora, y se drogaba con hasta 7 gramos de cocaína al día. Tiempos en que tuvieron a su único hijo: Zowie Bowie.
“Básicamente, David se tiraba todo lo que se movía durante todo el tiempo que duró su matrimonio, y ella le iba a la zaga. Pero tengo la impresión de que Angie solo lo hacía porque él lo había hecho primero” George Underwood
Bowie tenía una personalidad ávida y siempre alerta a captar cualquier genialidad, incluso acaparar o plagiar estilos e ideas, tanto que, Mick Jagger, amigo, enemigo y amante de él, aseguró un día “Nunca vistas un par de zapatos nuevos delante de él”.
El listado de amantes de Bowie, tanto hombres como mujeres, es inmenso. Probablemente muchos quizás no lo fueron, pero la leyenda incluye a Romy Haag, bailarina trans berlinesa, Ava Cherry, Bette Midler, Tina Turner, Sydne Rome, Grace Jones, Oona Chaplin (cuando ella tenía 51 años y él 29, y eran prácticamente vecinos en el lago Lemán, en Suiza), pero también con otras. mujeres mayores que él como Nina Simone, Monique van Vooren o Elizabeth Taylor. Entre los hombres destaco a Iggy Pop y Mick Jagger, por mencionar solo dos.
“Todo el mundo quería que fuera o una cosa u otra, o definitivamente bisexual, o definitivamente esto, o definitivamente lo otro”. David Bowie.
Pero quien lo cuidó siempre fue su secretaria Corinne Schwab, apodada Coco, una mujer, según muchos, fea y desaliñada pero que fue su sostén en cada crisis existencial que lo hacía caer en la bebida que lo transformaba en un demonio, sobre todo luego de su divorcio de Angie a inicios de los ochenta cuando se enamoró de la bailarina Melissa Hurley que no quiso casarse con él y cayó en una profunda depresión.
Fue entonces que apareció Imán vestida de cuero negro. La misma noche en que se conocieron, empezaron a decidir los nombres que les pondrían a sus hijos y David le pidió matrimonio dos veces en París: la primera, en una cena, junto a las velas, navegando por el Sena de noche, mientras el cantaba October in Paris al pasar bajo el Pont Neuf y, por segunda vez, desde el escenario del Olympia donde actuaba. Qué decir, sino que el público estalló de emoción cuando ella aceptó y él se puso a tocar el saxofón. Una escena inolvidable.
Se casaron por el civil en el ayuntamiento de Lausana con solo dos testigos y sin invitados. Meses después, en junio del 92, coincidiendo con el lanzamiento del disco The rise and fall of Ziggy Stardust, Iman y David se casaron en Florencia en una ceremonia a la que asistieron tan solo 68 invitados, pero rodeados de una multitud que quería contemplar a los novios y a los famosos asistentes. Iman vistió un vestido de seda de Hervé Leger y David uno de Thierry Mugler. Entre los invitados se encontraban Coco, Brian Eno y su esposa, Bono, Yoko Ono, sus familiares y amigos más cercanos, incluidos sus padres e hijos. Después de la ceremonia, los recién casados salieron en un mercedes azul oscuro a la cena y fiesta en Villa La Massa. Durante el baile posterior sonó música disco y dance, incluyendo algunos temas del novio.
Con Iman, Bowie empezó la etapa más estable y feliz de su vida. Jamás dejó de trabajar, de componer música y de sacar discos, algunos con excelentes críticas, aunque muchos de sus fans se sintieron defraudados por su transformación en un millonario burgués y un monógamo practicante, no quedó nada de esa figura rebelde que aseguraba ser gay o bisexual en un tiempo en el que el término todavía escandalizaba.
“Evidentemente, ambos se habían enamorado, pero esa relación parecía demasiado buena para ser real, casi como un truco publicitario”, reflexiona Richard Hughes en el libro Hero.
Aunque al principio muchos se mostraron escépticos con este cambio, el tiempo se encargó de confirmarlo cuando nació su única hija: Alexandra, en el 2000, cuando Iman ya tenía 45 años.
“Estoy temerosamente feliz. No veo que nunca vaya a querer cambiar nada de mi vida personal. Cuando uno tiene una cierta edad, se da cuenta de que ya no tiene aspiraciones. Uno es”. David Bowie
Viajó por última vez con su hija Lexi y su esposa a Londres en 2014, recorriendo los escenarios de su pasado. Iman, ante las preguntas sobre la aparente reclusión de su marido, respondía “David es incluso más casero que yo. Yo por lo menos me dejo ver en una fiesta de vez en cuando. También creo que no hay nada que él no haya visto”. No le faltaba razón.
David Bowie falleció el 10 de enero de 2016, poco después de haber sacado el que sería su último disco, Blackstar, donde abundan las reflexiones sobre la muerte y la eternidad. Su gran fortuna se repartió entre su esposa, sus hijos, y a Coco, su secretaria que, en algunos aspectos era la persona que mejor le conocía, le dejó 1.400.000 libras en herencia.
1 comment
Muy interesante la crónica. No conocía todos estos aspectos de la vida de David Bowie ni su intensa relación con la modelo somalí Iman.
Gracias