El canal público arrastra un pasivo(deuda) de $87 mil millones en la última década, al tiempo que solicitó la venia y salvataje del Gobierno para un nuevo crédito con aval del Estado por $24 mi lmillones y así sobrevivir hasta 2026, ahondando su agonía. Los problemas estructurales del sistema de financiamiento y la caída del avisaje publicitario son insuficientes para explicar el fracaso de un modelo -otrora generador de inocente orgullo-, agotado en una discursividad inútil, ampulosa y vacía sobre su rol público. Lo anterior, sumado a una absoluta falta de responsabilidad de las administraciones en asumir sus decisiones y resultados de sus planes de gestión, incluyendo su destrucción patrimonial hasta el punto en que a cualquier empresa la haría inviable si gasta un 50% más de lo que recauda, careciendo de valor futuro y que solo puede aspirar a que el Estado la financie directamente en su totalidad -transformándola en un megáfono del poder de turno- o que se privatice.
Venta o racionalización sin valor futuro
Con las pérdidas acumuladas y pasivos insostenibles mencionados al inicio, algunos sectores políticos proponen un plan de privatización parcial o total del canal, junto a una racionalización de su operación. Las interrogantes son válidas: ¿Tiene TVN un valor futuro? ¿Estamos frente a una televisión pública que ha perdido irremediablemente su espacio?
Si bien privatizar podría ser una salida a corto plazo, también significaría renunciar a la televisión como el único bien público en el ecosistema de medios local. La clave -sea cual fuere- requiere de recursos para la convocatoria de equipos con la energía, talento y capacidad real de transformar la señal principal de TVN -una marca con 55 años de historia- en una herramienta actualizada, con visión, calidad, capacidad y eficiencia para cumplir el rol público, revirtiendo su insostenibilidad. Algo que mirado su último decenio solo reafirma la sinuosidad de un calvario insoslayable. Otrora símbolo del desarrollo y aporte audiovisual y cultural en el país, ahora con pasivos descomunales, la señal pública reafirma un déficit estructural y no solo contextual. Revela la inviabilidad de un modelo de autofinanciamiento que fue impuesto hace 32 años y que hoy muestra todas sus falencias.
Al cierre del tercer trimestre de 2024, el canal estatal reportó nuevas pérdidas parciales acumuladas el 2024 por más de $15 mil millones, cifra por sobre la mitad de las que obtienen los canales deficitarios en su conjunto, y alcanza un nivel de ingresos de solo $33.933 mil millones, equivalentes a solo el 15,7% del total de la recaudación de las cuatro principales señales de la TV abierta, monto que no deja margen a interpretaciones donde sus costos son equivalentes a casi una y media veces comprados con sus expectativas de ingresos reales, lo que para cualquier empresa es un absurdo.
Por lo anterior, el futuro de TVN está en juego y llegó el momento de evaluar si se justifica su continuidad por sus indiferenciadas líneas programáticas, altos sueldos de ejecutivos y rostros, y escaso aporte social en sus contenidos desde TVN como el canal generalista principal y que otrora en las décadas 90/2000 fue un referente para el resto. O bien, que llegó la hora de cambiar su modelo de financiamiento a aporte estatal directo, restándose de participar de la torta publicitaria, o sencillamente se privatiza y deja de ser un lastre financiero para el Estado. Cualquier otra alternativa de financiamiento mixto sólo será un nuevo autoengaño de un modelo y equipo fracasados en el contexto mediático digital de hoy, donde el consumo audiovisual más valorado se da en las plataformas de streaming y el más criticado y menos creíble en la industria de la tv abierta.
La reciente decisión del Presidente Gabriel Boric de aprobar un nuevo crédito con aval del Estado -un salvataje temporal para cubrir gastos hasta 2026- revela una vez más que las soluciones son paliativas y no estructurales. Tal como ocurrió en 2017-2018, bajo los segundos gobiernos de Michelle Bachelet y Sebastián Piñera, cuando se aprobó un crédito similar, la historia vuelve a repetirse.
El laberinto borgeano, las sombras Kafkianas y las perspectivas de Calvino
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Como si fuera un relato de Jorge Luis Borges, TVN parece atrapado en un laberinto sin salida. Cada giro que da —permanente sustitución de ejecutivos nombrados por los gobiernos de turno, recortes de personal y de producción, créditos estatales, programas fallidos—, no lo lleva a una salida clara, sino a una repetición fatídica de una cartografía gigantesca y pesada. Las pérdidas de la señal principal son la máxima evidencia de este fracaso: un ciclo interminable donde el esfuerzo de sobrevivir se devora a sí mismo. Un viaje circular a la absoluta fatalidad de su propio triste devenir e impotencia.
Aquí es donde, además, la fatalidad que también refiere a Franz Kafka se incorpora al análisis y cobra sentido. TVN, como Josef K, el personaje de El Proceso, carga una culpa difusa y burocrática: la de ser público, pero no eficiente; la de cumplir una misión social, pero no rentar; la de competir en un mercado privado sin las herramientas adecuadas. La señal principal, aquella que debiera ser el corazón de su misión, es paradójicamente el mayor lastre económico y narrativo. Nadie se atreve a intervenirla con radicalidad. Semejante a la fatalidad cotidiana de Gregorio Samsa devenido insecto en Metamorfosis, o el agrimensor, más conocido como el señor K en El Castillo.
En 1984, el escritor Italo Calvino fue invitado a dictar en 1985/1986 la cátedra The Charles Eliot Norton Poetry Lectures en la Universidad de Harvard, para las que preparó un ciclo de conferencias con los valores literarios que él más apreciaba como objeto de preservación para el nuevo milenio. Un ciclo que nunca se materializó, porque a una semana de su partida a Estados Unidos, falleció el 16 de septiembre de 1985 en Italia, a la edad de 62 años. No obstante, nos legó en forma póstuma la publicación de estas charlas en 1988 bajo el título de Seis Propuestas para el próximo milenio, en editorial Siruela, donde conceptualizó sus tesis que destacaron valores claves para afrontar la complejidad de los nuevos tiempos, como la levedad, la rapidez, la exactitud, la visibilidad, la multiplicidad y la consistencia.
Aplicar estas ideas a la televisión pública chilena resulta inquietante, porque TVN ha sido una mole anacrónica, con una carga estructural/operativa desbordada y una programación que no termina de resolver su misión pública:
- Para Calvino, la levedad es una reacción contra el peso, la rigidez y la inercia. Es la capacidad de soltar cargas innecesarias y moverse con agilidad. En TVN, esta levedad podría implicar la reestructuración de su pesada planta funcionaria y sus costos operativos. La estructura del canal ha demostrado ser insostenible financieramente y, al igual que casi todos los actores de la televisión tradicional -aunque con mayor ineficiencia-, arrastra procesos anquilosados que le impiden adaptarse al mercado digital. Reducir cargas y enfocarse en una estructura más eficiente es vital.
- Calvino define la rapidez como la capacidad de adaptarse a los cambios sin perder calidad ni claridad. TVN ha reaccionado con lentitud frente a la transformación digital y la irrupción de plataformas como Netflix, Disney+, Amazon Prime y YouTube. La transición a formatos y contenidos digitales de calidad, on-demand y multiplataforma debería haber sido una prioridad hace años. Recuperar rapidez significa crear una estrategia audaz que permita al canal reconquistar a la audiencia que ha migrado a los canales de la competencia y a plataformas digitales. Un proceso que requiere sustitución de equipos y convocatoria/creación de talentos.
- La exactitud en Calvino refiere a precisión, claridad y economía en el uso de los recursos. En TVN, se podría traducir en una gestión financiera responsable y en la administración eficiente de su capital y sus bienes/patrimonio. Cada peso invertido debería reflejarse en una programación coherente con su misión pública y en una operación transparente. Actualmente, TVN carece de accountability en la gestión de sus contenidos y recursos, lo que ha profundizado su crisis.
- La visibilidad es la capacidad de transformar conceptos en imágenes concretas y narrativas atractivas. TVN debe redefinir su programación para que esta responda a su misión pública, pero con una narrativa actual y visualmente atractiva. Esto incluye fortalecer la señal cultural NTV, las regiones y el archivo histórico, sin descuidar la señal principal como vehículo masivo de identidad nacional. Hacer visible su rol público en su señal de mayor alcance, marca e historia es clave para recuperar la confianza y la audiencia, al cabo de una década horrenda donde su mayor visibilidadmediática han sido sus conflictos y pérdidas financieras.
- Para Calvino, la multiplicidad es la capacidad de abarcar diversas realidades en una red compleja y cohesiva. En TVN, esto implicaría una oferta programática diversa y plural, que dé voz a todos los sectores del país y sea relevante en el contexto actual. El desafío es articular una programación que combine información, cultura, entretenimiento y educación, mostrando la complejidad de Chile como sociedad.
- Aunque no siempre mencionada en las propuestas, la consistencia -la última e inconclusa-, para Calvino representa la coherencia y persistencia en el tiempo. En TVN, la consistencia radica en su primera historia como medio público relevante, en recuperar su sentido y prestigio en la oferta de contenidos y en establecer un modelo de financiamiento claro, permanente y sostenible. La televisión pública no puede depender de créditos transitorios que solo prolonguen su agonía. Es necesario un aporte estatal fijo y una estrategia a largo plazo que asegure su viabilidad. De otro modo, es solo una bolsa de trabajo funcionario para poco menos de 800 personas que, de privatizarse, se reducirían a poco más de un tercio.
Realismo Mágico y final
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La televisión pública bajo el actual modelo corporativo lleva una década confirmando que es incapaz de ser competitiva con los privados manteniendo su rol social y sin perder audiencia. Y dos décadas de sostenida renuncia a la oferta de contenidos diversos y de calidad, con niveles de audiencia cercanos a un tercio respecto de los share o porcentajes del encendido de la década 2000.
Si se afima -como lo hizo su plana ejecutiva al acudir al Congreso- que el problema no es de gestión sino de inversión, se desconocen las decisiones y los números que evidencian años de errores administrativos que se repiten, con la consiguiente acumulación incremental de un pasivo impagable, más la absoluta la falta de accountability o responsabilidad por sus actos administrativos. La caída del avisaje publicitario -que pasó del 48% al 22% en dos décadas- no puede usarse como único chivo expiatorio cuando TVN arrastra una estructura desproporcionada, unida a constantes decisiones programáticas y editoriales casuísticas, sin visión estratégica, consumidas por la urgencia de conseguir oxógeno para respirar y desconectadas de las audiencias nacionales, exceptuando espacios de entretención principalmente ajenos a su misión pública.
Sincerar la muerte del modelo de TVN como televisión pública por ineficiente, caro e inútil, más el descalce en la industria y la incapacidad de construir un proyecto sostenible deben ser los puntos de partida en la discusión de la nueva ley que lo rescate del infierno o lo mate del todo. Un proceso que ningún gobierno se ha atrevido ni ha querido resolver, ya sea absorbiéndolo en su carga presupuestaria anual, o privatizándolo por completo; sino manteniendo un bullado, triste y eterno velorio a la espera que el muerto, como en una casona de Macondo, siga asomándose en la industria y en ANATEL cual si fuera el mundo fantasioso de Gabriel García Márquez.