Desde hace ya varios años, financiada por la Asociación de AFP de Chile, está en el aire (radio, TV, redes) una campaña para promover que la reforma de pensiones contemple que el 6% sea íntegro para las cuentas individuales. La misma campaña, asumiendo en forma implícita que las actuales pensiones son francamente insuficientes, señala que el problema de las pensiones que el actual sistema no logra financiar dignamente debe ser asumido a través de PGU y con cargo a los impuestos generales (por supuesto, nada dice respecto a cómo y en cuánto aumentar los impuestos). Hay algo abyecto (“Despreciable, vil en extremo”, según la RAE.) en todo esto. Más allá del juicio técnico (económico / ideológico) que podrá ser muy discutible, hay un profundo tema moral: ¿debe ser Chile un país cuyos habitantes defiendan, escondiendo bajo la bandera de una supuesta libertad, el egoísmo más desenfrenado? ¿O ya dejamos de ser el país solidario que cada año permite el éxito de la Teletón, que se cuadra siempre con los más desvalidos frente a las catástrofes y que es capaz de dar hasta que duela? Si estuviéramos en tiempos shakesperianos, diríamos junto a Hamlet, que algo huele a podrido en esta campaña.
Me parece justo iniciar una discusión sobre este tema identificando el aspecto más de fondo sobre el cual debiera hablarse: la calidad de las actuales pensiones. Un dato grueso correspondiente al año 2020 dice que el “80% de las pensiones eran inferiores al salario mínimo y solo un 12,5% superaba los 500 mil pesos. El 50% de los jubilados recibieron menos de 215 mil pesos mensuales y, en el caso de las mujeres, ese mismo 50% recibía menos de 160 mil pesos mensuales”. Estos valores ya incluían el pilar solidario, es decir, llegaban a estos niveles gracias al aporte de los chilenos, de lo contrario, habrían sido inferiores. Nadie puede sostener que este es un buen sistema y que no hay nada qué hacer.
Personalmente, no creo que las AFP sean, en sí mismas, el principal problema. Por definición, no son un sistema de previsión social sino de seguros privados. Uno pone ciertos fondos, la AFP lo administra y al cabo de 30 o 40 años, en función de ciertos algoritmos técnicos, asigna pensiones insuficientes como las indicadas más arriba. Serán buenas para los que tienen ingresos muy altos y que, además, podían generar ahorro adicional a través de los APV. Ciertamente, su ineficiencia viene de la forma en que conversa con la realidad del país. Cuando su creador dijo en una oportunidad que este sistema era como un Mercedes Benz al que no se le pone gasolina, tenía razón: es muy bueno para los que tienen mucho y muy malo para los que tienen poco. Por ejemplo, es malo para los informales, para los que tienen muchas lagunas, para los que reciben sueldos bajos (que probablemente sean la mitad o más de los chilenos), y por cierto para las mujeres. Algo no estuvo, entonces, bien pensado. Y hay que corregir.
Se debe aumentar el ahorro para las pensiones: de acuerdo (incluso se habla de que el 6% es poco); habrá que pensar en alargar la edad de jubilación: de acuerdo, por todo eso de la pirámide invertida y la longevidad actual; habrá que disminuir el trabajo informal: de acuerdo. Me parece que más o menos por ahí van los acuerdos de fondo. Sin embargo, nada de eso resuelve los problemas actuales de los jubilados ni de los que se pensionarán en los próximos 20 o 30 años. La actitud de las AFP podría traducirse en algo así como “me vale madre lo que les pase a los jubilados de ahora y sus jubilaciones miserables”. Allá ellos, que se las arreglen como puedan. Y serían honestos. Si ese fuese el mensaje de su campaña, esta no sería abyecta sino sincera. Pero el problema es que se enmascara la verdad y trata de plantear el problema como si fuera un asunto asociado a la libertad. Como si realmente la decisión que los chilenos debemos tomar hoy tuviera que ver con la libertad de elegir y no con la de tener jubilaciones dignas. Llevan más de dos años en una campaña política contra cualquier atisbo de reforma al sistema que no sea la captura de más fondos para administrarlos y lograr más utilidades. Insisto: les vale madre la previsión. En este sentido, la campaña de las AFP es falaz porque escamotea el problema principal de las pensiones y lo enmascara como si estuviera en juego la libertad personal.
Pero además es espuria porque promueve el egoísmo más feroz oculto bajo una motivación noble. Es tanta la manipulación que frente al tema de las pensiones misérrimas sugiere que se debe elevar la PGU. ¿Y quién financia? Los impuestos generales de la nación. ¿Y cómo se logra tener ingresos fiscales suficientes, sin el ahorro de las personas? No lo dicen, obvio. Porque decirlo implicaría que hay que aumentar los impuestos y hacer una campaña para el aumento de los impuestos que financien la PGU, va contra el dogma ideológico de la derecha. O sea, no me gusta que los chilenos, como un colectivo humano que comparte un territorio, una historia y una cultura, apoyado en su carácter generoso y solidario, financie algo del mejoramiento de las pensiones de los más desvalidos (que son muchos), ni tampoco quiere promover que aquellos que más tienen (y mucho más) paguen más impuestos para que el estado se ocupe de la seguridad social. Dicho de otra forma, la campaña de las AFP es la gran promotora del individualismo (no de la libertad) y el egoísmo desenfrenado como valor de vida para los chilenos.
Curiosamente (o no tanto), esta campaña se alinea con las posiciones que ha sostenido la derecha política chilena en forma inconmovible. Fue la propia candidata Matthei que impuso la regla de no negociar en la reforma de pensiones ni un solo punto del 6%. ¿Quién le dicta el guion a quién? ¿Las AFP a la candidata o ella a las AFP? La derecha defiende un modelo económico y social que, en lo fundamental, se instaló con la dictadura. Es su gran obra y, aunque los magros resultados estén a la vista, insiste en su postura ideológica. El problema es que la realidad es implacable y no se puede seguir postergando el mejoramiento de las pensiones para los que hoy están jubilados o lo serán en los próximos 5, 10, 20 o 30 años. No es justo. Y si no están de acuerdo, díganlo. Pero no pretendan, sacando las castañas con las platas que a las AFP les hemos pasado por décadas, engrupirnos con la idea de que defienden la libertad. Eso es una falacia. Y, por lo mismo, esta campaña es abyecta.
2 comments
Muy de acuerdo Antonio … Y como corolario me pregunto … Si era tan buena porque las ffaa no están en afp??? Abrazo
Gracias