Cientos de miles de chilenos y chilenas le pusieron «wendy» al Apruebo y salieron a conversar con sus vecinos y a recorrer barrios y pueblos. No eran solo las y los canosa(o)s compañera(o)s de los partidos más populares. Ahora asistieron mujeres y jóvenes adultos o adultos jóvenes, que en un número importante han estado en los # Apruebazos masivos.
En Concepción y alrededores hay que dar un salto electoral, el laberinto en que se han agrupado y reagrupado los jóvenes no debería alejarlos de las urnas. La autonomía total deja a la acción directa como única alternativa. El pueblo en Chile nunca ha dejado de votar. Nada hipoteca más el futuro de una lucha justa que aislarse del sentir social del país. En cualquier ciclo los movimientos sociales facilitan o definen los logros políticos y los cambios. La Convención fue uno de los resultados importantes de las grandes movilizaciones que ocurrieron durante más de una década.
No es fácil, con un cambio de reglamento, tomarse a la ligera el trabajo de los convencionales y tirarlo a la papelera. Entrar a picar y cocinar entre cuatro paredes es una conducta «estalinoide y macartista«, a la vez que avasallaría a mucha gente en su dignidad. Es una acción autoritaria. Es lo contrario a la diversidad que es lo que caracteriza a las sociedades actuales y que en Chile es la madre de la Nueva Constitución.
Ya en la recta final los apoyos públicos activos al Apruebo mejoraron el ánimo y el entusiasmo de mucha gente. Ciertamente algunos fueron alcanzados por una campaña agresiva y regresiva de los que Rechazan. Los primeros afectados fueron quienes tienen algún vínculo emocional con los medios conservadores. Los controladores de estos medios pusieron patas para arriba la realidad. Inventaron lo inexistente y exageraron análisis y noticias sobre lo que realmente existía: una Convención elegida por el pueblo que representó la diversidad contemporánea; paridad de género e inclusión. Y que recogió de la sociedad, la necesidad de establecer los derechos sociales para disminuir las desigualdades, y terminar con el estado subsidiario.
Esta voluntad de cambio constitucional fue una gran mayoría en la Convención. Ella no existía de la misma forma en los partidos ni en el poder legislativo. Esta contradicción fue aprovechada por la derecha más ultra y los medios que inflamaron el espíritu de los conversos y conservadores de todos los colores. Trataron de transformar en una pichanga de argumentos y acusaciones la discusión más importante que hemos tenido los chilenos. Ciertamente hubo errores, pero ninguno de ellos supera el valor intrínseco que tiene apasionarse en discusiones sobre la democracia, la economía, la sociedad, los derechos sociales y lo que debe o no debe estar en nuestra Constitución. Quieran lo que quieran los conservadores Chile ya no es él mismo, tampoco somos los únicos en lograrlo con la oposición cerrada de quienes defienden pensamientos, excluyentes, elitistas, con ánimos de disciplinar verticalmente. Estamos cerca de poder construir nuevos consensos en paz y cierta tranquilidad.
Ya habrá tiempo para discutir con los conservadores de todo tipo «la casuística de la democracia«. La confusión de los partidos, su incomodidad frente a la diversidad valórica y de identidades, junto a las crecientes dudas de las teorías económicas para enfrentar un mundo financiero que cambia por la guerra europea en curso, y por la nueva materialidad productiva generada por las nuevas tecnologías parece alimenta una reacción conservadora. Es sorprendente. Algunos que hace muy poco parecían campeones del pluralismo, ahora no logran adaptarse a la diversidad, aproximándose al fundamentalismo de derecha.
La diversidad los exaspera, siendo ella socialmente más profunda y menos instrumental que el pluralismo político. En el siglo XXI las transformaciones sociales van de la mano y se basan en la diversidad tal como lo señalan y postulan las nuevas generaciones, que tienen un abanico más amplio, plural y profundamente valórico de su sentido.
La discusión de «la casuística democrática» no la inventaron los conservadores. Hoy en todos los países se discuten principios orgánicos y se desecha lo que se adoraba ayer. Hay una búsqueda por desarmar las limitaciones expresadas por ultraderechistas, conservadores y algunos amarillos, en Chile, en relación al ejercicio de la democracia y sus formas participativas. Ellos se espantan con la diversidad planteada por las mujeres, los jóvenes y los niños.
Las elites se alejan de la realidad y los partidos se enredan en rebuscadas fórmulas que son prontamente descartadas. El sistema político electoral de cargos de representación cambia las correlaciones de fuerza frecuentemente y la mecánica de selección de candidatos y formas de las campañas ponen en riesgo el futuro de los dirigentes.
En una sociedad que muta permanentemente no puede sobrevivir una democracia inmutable basada en la realidad de la élite europea del siglo XIX.