Se dirá que la cuestión no tenía mayor suspenso y es cierto. Pero no es menos cierto que en la Europa convulsa y con los países de mayor gravitación como Alemania, Francia y qué decir del Reino Unido con las mayorías parlamentarias y sociales pendientes de un hilo, nadie puede exhibir resultados tan contundentes como éste.
El patético espectáculo de la moción de censura presentada por el partido ultraderechista español VOX el día 21 de marzo y votada al día siguiente, permitió como ya había previsto el Partido Popular al Presidente español Pedro Sánchez desplegar en un espacio privilegiado un imbatible discurso en que expuso contundentemente y con rigor el conjunto de realizaciones de su gobierno cuando faltan apenas dos meses escasos para las elecciones municipales y autonómicas y ocho meses cuando mucho de las elecciones generales.
Sánchez no solo supo aprovechar la oportunidad de confrontar los modelos de gobierno y de sociedad -como él dice- sino también de ponerse en el debate secundado por Yolanda Díaz -la probable líder de los socios a la izquierda del PSOE en el gobierno progresista- en las próximas elecciones generales. Y no solo eso. El presidente aprovechó el momento para mostrar una unidad de propósito, en momentos en que los desencuentros entre los socios de gobierno se habían hecho cada vez más explícitos y públicos durante las últimas semanas.
Yolanda Díaz, a su turno, desplegó una gran capacidad escénica, agradeciendo a cada una de las ministras y ministros, -no solo de su grupo- por las tareas realizadas y destacando el trabajo en equipo y sus resultados más indesmentibles.
En este órdago, Pedro y Yolanda, ganaron por partida doble: Primero porque puso como protagonista a una ministra perteneciente a Izquierda Unida, o sea, a la parte de Juntas Podemos menos rebelde y conflictiva con el gobierno y segundo, porque permitió que Yolanda Díaz se posicionara con ventaja en un escenario único como líder de la coalición izquierdista con manifiesto enfado de las ministras de Unidas Podemos que intentaron sin conseguirlo apropiar un espacio de exposición en momentos en que las contradicciones y disputas por los efectos perversos de la ley del “Solo si es si” ponían a la ministra de Igualdad en desmejoradas condiciones de competir con la primera.
No. En esa película no cabían más actores relevantes que el presidente y la vicepresidenta segunda y ministra del trabajo optando para mejor actriz de reparto, parecía decir Sánchez. Y siguiendo la metáfora de los premios de la Academia, si alguien obtuvo el premio fue, sin duda, el guionista, porque supo entender al público cuando piensa “si la película no es entretenida, al menos que termine bien”.
Y terminó bien. Porque el guion lo había establecido así: La moción de censura fue rechazada por 201 votos, contra 53 votos a favor, (52 de VOX y un tránsfuga de ciudadanos) y las 91 abstenciones del Partido Popular.
Además, y como era de esperar, el presidente volvió a mostrar un estilo pródigo en gestos elegantes, tolerantes y, hasta compasivos con sus detractores. Recordándoles, de paso, que la coalición progresista no obstante atravesar crisis tan complejas como la pandemia del COVID, ha conseguido aprobar ya tres presupuestos generales, el último con 187 votos a favor, algo que no ocurría en los últimos diez años.
Retrucando el refrán: “Si esto no es estabilidad política que venga Dios y lo vea”.
El diputado de VOX, y artífice de la fallida iniciativa de presentar un voto de censura contra el presidente Sánchez, Santiago Abascal le encanta hacer de malo. Y valga la paradoja eso no tiene nada de malo. En ocasiones el malo se roba la película y casi siempre esos personajes terminan siendo verdaderas parteras de actores dramáticos que, a la postre, gracias a la dificultad de encarnar una maldad verosímil para los espectadores, promueven la versatilidad de sus capacidades actorales.
Pero el malo, tiene que saber movilizar el temor, el desconcierto, la confusión. Si no lo hace, termina por convertirse en pantomima. Y eso pasa cuando el actor es limitado y el guion débil.
En el caso del voto de censura Abascal poniendo un tránsfuga de los comunistas españoles, y hombre de prestigio académico, como candidato a presidir un gobierno sustitutivo del que se pretendía censurar, aceptaba su propia incompetencia para liderar un proceso de cambio.
Por eso, nada más conocerse la sorpresa del día, VOX, se tuvo que ocupar la semana previa a la realización del debate parlamentario a dar explicaciones: “No me presento yo porque…”; “el candidato por su edad en realidad no es candidato, pero …”; “proponemos la censura para que se convoquen elecciones anticipadas aunque este año se celebren las mismas igualmente, por …” etc..
Y como decía un psiquiatra amigo: el que se explica se complica.
Y tanto se complicó que gran parte de la intervención de Santiago Abascal cuyo objeto pretendía llevar la conversación política a un lugar más profundo y horadar dialécticamente los argumentos del gobierno, no consiguió ni lo uno ni lo otro. No pudo conseguir por mano ajena salir de la pugna sectaria y sorda para arribar a una discusión profunda sobre las políticas públicas recientemente implementadas por el gobierno porque VOX es precisamente el artífice del estilo bronco y descalificador. Y como era de esperar Abascal se despachó las mismas frases propias de su estilo vulgar imposibilitando los debates serios y, de paso, dejando en mal pie al académico candidato.
Como casi siempre, le toca a VOX la parte del esperpento, que realizó tempranamente como quiera que fuera el primero en usar el turno de la palabra.
Como era de esperar, Abascal afirmó la necesidad de aprobar la moción “por la grave situación que atraviesa la patria” y “la necesidad de terminar la legislatura suicida” en una desordenada exposición y en la que faltaba lo central: las líneas programáticas de un próximo gobierno, liderado por ellos mismos. Repitiendo como un mantra las viejas consignas ultras solo innovó cuando riñendo innominadamente a los parlamentarios se despachó la frase: “¿No creen que sería conveniente vestirse correctamente?” o, acudiendo directamente al insulto y la mentira: “Usted está condenando a los jóvenes a los que compra con un bono de 400 euros, a pagar trabajando durante años”. En un momento que suponía solemne y de impacto mediático le soltó al presidente una de sus afirmaciones faltonas: “Nos fascina ese rostro tan hierático, de cemento diría yo, esa cara que se le pone cuando miente con tanta naturalidad aún a sabiendas de que nadie le cree”. El que no se creía la moción era el propio Abascal como dijeron los medios que cubrían la noticia, mientras el rostro del presidente mostraba más bien un poco disimulada displicencia.
Santiago Abascal, enfundado en una chaqueta demasiado ajustada como queriendo parecer un instructor de fisicoculturismo, dirigía, sus dardos también a las ministras de PODEMOS, aprovechando las nefastas consecuencias de las sentencias que rebajan las penas de los violadores por aplicación de la ley denominada del solo si es si (aunque en su inmensa mayoría se trata de sentencias recurridas) y, por supuesto, se prodigó frases para irritar el feminismo de marras: “Ya casi no existen las madres para su gobierno porque ustedes prefieren llamarlos progenitores gestantes”.
Al final, se diría que en las palabras del líder de VOX ideas pocas, propuestas menos, e insultos, muchos.
Nada nuevo bajo el sol, so pretexto de no quitar protagonismo al verdadero protagonista: el candidato.
Y el otrora presente en ese mismo parlamento como diputado del Partido Comunista en el período de la transición, académico de prestigio y autor del libro: “Estructura económica de España”, todo un clásico que se encuentra ya en su vigésimo sexta edición como él mismo recordó en su exposición.
Ramón Tamames, se presentó arrastrando con dificultad por los escaños de la cámara de diputados sus 89 oscilantes años. Al anciano candidato le tocó hacer el feo de la película y, el público de la cinta, es decir los parlamentarios, no escatimaron esfuerzos para afearle su conducta presente, a la luz de su pasado, no tan remoto.
Tamames se presentaba como el candidato de la ultraderecha lo que en sí mismo constituía toda una afrenta para muchos, pero sus antecedentes de transfuguismo venían de lejos: la izquierda española recordó inmediatamente que Ramón Tamames en el año 1989 fue el voto que permitió por vez primera que la moción de censura contra el socialista Juan Barranco prosperara, en abierta traición a sus compañeros de Izquierda Unida que lo habían elegido, provocando así la pérdida de la municipalidad de Madrid, hasta hoy.
Después de este sonado evento, Tamames ha ido de tumbo en tumbo, en busca del tiempo perdido hacia una deriva cada vez más derechista.
No obstante, y estos antecedentes políticos, fue tratado con guante blanco en esa casa a la que perteneció por varios años y con respeto por los que en su día fueron traicionados por él.
Pero su exposición fue un fiasco. Mientras no pocos esperaban una visión moderna, intelectualmente abierta y ecuánime, y, sobre todo, una mirada holística sobre la situación política, social, histórica y especialmente económica de España decepcionó a moros y cristianos.
Y paradoja de paradojas al autor de la estructura económica de España no le alcanzó una visión estructurada y rigurosa de su presente y sus perspectivas de futuro. Por el contrario, un desordenado inventario de críticas sin orden ni concierto, sin apoyarse en una mirada estratégica, soltó interpretaciones económicas típicas de un pensamiento neoliberal rancio, fuera de contexto, y lo que es peor, imperdonable en un político de su categoría, terminó por olvidar, ni más ni menos, presentarse formalmente como candidato y, consecuentemente, proponer un programa de gobierno como lo exige la doctrina de la moción de censura constructiva que España comparte con Alemania, Bélgica y otros países europeos. Eso fue, dicho sea de paso, lo único que el presidente Sánchez le afeó al candidato.
Pero hubo otros que le afearon más cosas. El más destacado y tal vez sorpresivo, fue el diputado y representante en el parlamento del PNV. Airton Esteban, se destaca, por su ecuanimidad, y un discurso lógico-concreto que desprecia las hipérboles fatuas que a veces reinan. Y con esa misma tranquilidad y modos respetuosos pero firmes le dijo que: “«Usted cree que hoy es la vedette. Pero lo que vemos todos los demás es a una simple corista de Vox que, además, no sabe bailar al compás». Agregando que su discurso era una «colección de recortes de prensa, desiderátums simplones y preguntas al Gobierno», y reprochándolehaberse «prestado al juego de la ultraderecha de desacreditar la democracia». Con contundencia el representante del partido de la derecha vasca terminó afirmando que la moción de censura «Es legal porque tiene los apoyos formales para presentarla, pero ilegítima porque el discurso y las ideas del supuesto candidato ni siquiera cuentan con la conformidad de quienes le han presentado; no busca el fin de cualquier moción de censura constructiva, constituir una mayoría alternativa alrededor de un nuevo Gobierno, sino simplemente sacar a pasear a alguien, buscar unas portadas y poner en un brete a su adversario electoral, el PP; y tampoco trae un programa de Gobierno».
Un silencioso congreso de diputados escuchó algo que pocos se hubiesen atrevido a decir, como Esteban lo hizo: «la edad no nos capacita o incapacita más o menos, hay un tiempo para estar y otro para marcharse».
Describir el resto es inútil, como es inútil relatar lo que los periodistas hicieron describiendo la decrepitud del candidato, ayudado a sentarse por los diputados de Vox, con su esposa durmiendo en las tribunas sin zapatos y poniendo sus pies en los riñones de un molesto invitado de la fila de adelante. Tamames quejándose de la larga exposición del presidente, como ignorando que ese sería su calvario de cada semana si el voto de censura lo favoreciera como candidato convirtiéndolo en Presidente, y respondiendo con paternalismo a los críticos diputados en un confuso relato con recuerdos de parientes y amigos de los diputados intervinientes.
Y como trasfondo de todo ello, el gran ausente: el líder del Partido Popular, y representante de la oposición al gobierno, Alberto Núñez Feijoo. Aun cuando en su calidad de senador y no de diputado no podía estar en el hemiciclo como protagonista, su decisión de ausentarse de España, en momentos como ese, provocó la crítica generalizada de la clase política con la sola excepción de su partido. La decisión de abstenerse en vez de rechazar fue considerada como un apoyo tácito a Vox, o, al menos, como un resguardo para el caso que necesite de sus votos para formar un gobierno alternativo al del bloque progresista. Las razones esgrimidas en el parlamento por la representante del PP Concepción “Cuca” Gamarra, cuando afirmó que: «por respeto a su persona, su figura y su legado con nuestra abstención le agradecemos su esfuerzo por venir a la que fue su casa, pero no podemos ir más allá. España está esperando una alternativa, pero no es usted, señor Tamames», añadiendo, «no vamos a votar a favor de esta moción por respeto a los españoles y no vamos a votar en contra de esta moción por respeto a usted, señor Tamames», no alcanzó a convencer que el PP sería una alternativa verdaderamente independiente de la ultraderecha española. La afirmación de Nuñez Feijoo de no apoyar la moción de censura para «no insuflar aire a un Gobierno que está en tiempo de descuento», calificando a la misma como esperpento y espectáculo improductivo, llegó tarde y sin fuerza.
Y como las ausencias en política siempre son llenadas por alguien, la varonesa de Madrid lo volvió a hacer: con el pretexto del voto en contra de Vox a las deducciones fiscales para extranjeros y repatriados y sin más autoridad que la que se atribuye a sí misma anunció la ruptura abierta con Vox en la comunidad de Madrid : “A partir de ahora que cada uno siga su camino», acusando a Vox que «se ha dedicado a esperar sentados para ver si el PP se equivocaba» y diciendo “Lamento profundamente la deriva que han tomado los últimos meses y no me van a arrastrar en ella«.
Punto y pelota. La líder madrileña del PP con su estilo de chulísima chulapa, se despachó los acuerdos con Vox, dejando a Núñez Feijoo, marcando ocupado.
En este final del cuento queda la parte ordinaria: El derrotado candidato terminó vendiendo por internet en 4,75 euros, (3465.76 pesos chilenos) el mediocre discurso de su fallida moción de censura, confirmando que la falta de ética frecuentemente deriva en falta de estética.
Me provoca, también, una reflexión personal: Nos hacemos viejos y, por ello mismo cada vez más vulnerables a toda clase de males que afectan nuestra identidad, como el narcisismo vicioso y el arribismo ridículo. Nuestros amores y amistades de siempre pueden ayudar a exorcizarlo. Cuando menos, si el momento lo demanda, nos pueden franquear la puerta de la entrada hacia nosotros mismos.
1 comment
Muy bueno el contenido , me gustó