El Estado violador. Una historia sin final

por Cristina Wormull Chiorrini

El patriarcado es un juez
que nos juzga por nacer
y nuestro castigo
es la violencia que ya ves…”

“Y la culpa no era mía
ni donde estaba
ni como vestía
el violador eres tú…”

(Estribillo de la performance del colectivo Lastesis el 25 de noviembre)

El abuso y el maltrato a la mujer han acompañado la vida de toda fémina desde tiempos ancestrales.  Primero fue el reducirla a la condición de cosa, mascota sin ideas, quizás querible, pero en modo alguno un ser pensante, qué decir de un ser con alma, similar o parecida, al menos, a un hombre.  La historia de la mujer a través de siglos y milenios ha sido un cuento de terror que, en el siglo veintiuno, está lejos de terminar.  Durante la edad media (para no remontarnos más lejos) sufrió el mayor genocidio de la historia a través de la quema de brujas a lo largo y ancho del mundo civilizado y que se autodenominaba hasta hoy, cristiano; mujeres que fueron consideradas brujas simplemente por el hecho de haberse atrevido a ilustrarse, a manejar el arte de la curación a través de hierbas medicinales o más burdamente porque algún santo varón denunciaba haber sido seducido por el demonio que habitaba en ellas.  Luego, hemos ido descubriendo cómo grandes escritoras, músicas, pintoras, científicas y otras, tuvieron que esconder sus dones tras hombres que se apropiaron de su creación.  Una larga historia de esclavitud y sometimiento, de desprecio a la inteligencia, de violencia sicológica pura y simple.  Y luego vinieron las luchas de las sufragistas, la necesidad de mano de obra durante las guerras mundiales cuando   las mujeres empezaron a mirarse a sí mismas como personas valiosas, no como objetos propiedad de un hombre, fuera marido, padre o hermano.  Y empezó una larga lucha por obtener no solo la inserción laboral, sino el respeto como personas.  Largas y duras batallas donde ha tenido que combatir todo tipo de estereotipos tales como que si te abusan o te violan es porque andas donde no debes, te vistes inapropiadamente o bebiste más de la cuenta y todas esas condiciones, entre otras, justifican la conducta abusiva de los hombres sobre ella.

Y ¿entonces?, Cuando se viven situaciones como el estallido social que hoy recorre Chile de Norte a Sur, cuando se detiene a las mujeres que se están manifestando en las calles, el estado a través de sus representantes en cautelar el orden, a través de carabineros de Chile, una institución que mantiene una conservadora  mirada sobre la mujer,  abusa despiadadamente de ellas mientras sostiene frente a la opinión pública  una visión paternalista de aquellas que participan uniformadas y  al unísono en la represión tratando de convencer a la gente que son débiles e indefensas frente a los “ataques” de la población y que se abusa de su condición femenina.

Y ¿entonces?, Cuando se viven situaciones como el estallido social que hoy recorre Chile de Norte a Sur, cuando se detiene a las mujeres que se están manifestando en las calles, el estado a través de sus representantes en cautelar el orden, a través de carabineros de Chile, una institución que mantiene una conservadora  mirada sobre la mujer,  abusa despiadadamente de ellas mientras sostiene frente a la opinión pública  una visión paternalista de aquellas que participan uniformadas y  al unísono en la represión tratando de convencer a la gente que son débiles e indefensas frente a los “ataques” de la población y que se abusa de su condición femenina.

No solo se las quita la ropa, lo que ya constituye un ataque feroz a dignidad, se las toquetea en sus partes íntimas, se las humilla y se abusa de ellas hasta, en algunos casos, llegar lisa y llanamente a la violación.

En cambio, podemos aseverar, respaldada no solo por las denuncias de las víctimas, sino por los informes sobre las violaciones a los derechos humanos en Chile, elaborados por Amnistía Internacional y Human Rights Watch, entre otras, que cuando se detiene a una mujer, en la mayoría de los casos se ejerce una violencia excesiva, un ensañamiento brutal sobre su persona a través del desnudo, que a los hombres excepcionalmente también se aplica.  No solo se las quita la ropa, lo que ya constituye un ataque feroz a dignidad, se las toquetea en sus partes íntimas, se las humilla y se abusa de ellas hasta, en algunos casos, llegar lisa y llanamente a la violación.   Hay que señalar que el abuso y el vejamen sexual, también es sufrido por hombres y que, curiosamente, es ejercido por sus congéneres.  Pero, indudablemente, las mujeres son objeto recurrente de este tipo de conductas y el Estado no sólo no condena este tipo de hechos, sino que parece ampararlos.  Son innumerables las imágenes de mujeres semidesnudas, algunas totalmente desnudas que son arrastradas por las calles mientras las detienen, innumerables las mujeres que denuncian sentadillas despojadas de sus ropas durante su detención mientras, además, son sometidas a manoseos y vejaciones verbales.  ¿Qué dice el Estado sobre esto? La ministra de la mujer, Isabel Plá, ni una vez ha condenado estos hechos, tampoco otros ministros.  En este marco toma fuerza el movimiento feminista y las reivindicaciones demandadas el pasado 25 de noviembre, día en que se conmemora el día de la no violencia contra la mujer y donde se volvió a remarcar que urge un cambio de mentalidad, una nueva educación entre hombres y mujeres que deje de culpabilizar a la mujer de la violencia que se ejerce sobre ella, abandonando el estereotipo de provocadora.

y el Estado no sólo no condena este tipo de hechos, sino que parece ampararlos. 

La ministra de la mujer, Isabel Plá, ni una vez ha condenado estos hechos, tampoco otros ministros. 

Valga destacar que, según informa el INDH, desde el pasado 18 de octubre, fecha en que se iniciaron las protestas, han sido denunciados 478 policías y de ellos, a 369 se les acusa de torturar mujeres, adolescentes y hombres.  Así, se han acuñado frases como “el violador eres tú, son los pacos, son los jueces, el Estado, el presidente” en referencia a los abusos reiterados de los organismos de seguridad durante las manifestaciones sociales.

Han sido denunciados 478 policías y de ellos, a 369 se les acusa de torturar mujeres, adolescentes y hombres. 

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