El Tesoro de Tambo Huanta 

por Hermann Mondaca Raiteri

Durante los siglos XVI y XVII, Arica fue constantemente asolada por la presencia de piratas y corsarios en sus costas, debido al tráfico constante de mineral de plata y oro, provenientes del Cerro rico de Potosí, que eran embarcados desde el puerto de Arica, con rumbo a España.

Es así como hasta las costas ariqueñas, llegaron innumerables corsarios y piratas, que asolaban el Mar del Sur, buscando tesoros de inconmensurable valor.

Por estos mismos caminos que hemos de andar hoy, en estos mismos valles y cerros; costas y quebradas hay tesoros escondidos, se dice.  Saben sólo de ellos las voces silenciosas del viento, el sol y las oscuras noches de antaño.

Cuentan que, hacia fines del año 1615, los habitantes de Arica se sintieron inquietos y alborotados con la noticia traída de una delegación enviada por las autoridades de Charcas y Buenos Aires que comunicaban la presencia de seis galeones holandeses, que se aprontaban a cruzar el Cabo de Hornos con el propósito de llegar a Chile y Perú, lo que significaba que podrían arribar muy pronto al codiciado puerto de Arica.

La presencia de estas naves inquietó a los ariqueños debido a que, según los avisos recibidos, llegarían al puerto fuertes remesas de plata de los minerales de Potosí que iban con destino a España, que también podrían incluir remesas de muchos particulares.

En la plaza de Arica, frente al edificio del Corregimiento y en sus alrededores, los interesados se encontraban a la espera de conocer las medidas adoptadas para el acontecimiento. Después de largas horas y creciente ansiedad se abrieron las puertas del edificio del Corregimiento y la gente abrió paso a dos mensajeros, herederos de los chasquis, que emprendieron la marcha llevando sendas comunicaciones para el Virrey del Perú y para Potosí.

Los mensajeros tenían también por misión detener la marcha de todas las caravanas de trajineros, que con sus recuas de mulas transportaban   cargamentos de plata y oro, que venían desde Potosí al puerto de Arica, hasta que pasara el peligro del eventual asedio y saqueo de los piratas, como comúnmente la gente llamaba a los corsarios.  Poco después se publicó un bando impartiendo las instrucciones para que las tropas reales y las milicias, estuvieran listas ante cualquier evento.

Sucedió así que un trajinero, de nombre Crispín Montalvo, transportando una de las cargas más valiosas, fue notificado por uno de los chasquis, un poco antes de llegar a Tambo Huanta. El trajinero, con fama de mal carácter, era valiente y honrado. Recibió entonces la orden de mal agrado porque esto significaría esperar durante varios días, con las consabidas molestias. 

La carga que Crispín Montalvo tenía bajo su responsabilidad era de gran valor: “seiscientas barras de plata y cincuenta tejos de oro de 24 quilates, todo para la Caja Real de su Majestad, más ciento diez barras de plata para diferentes particulares del puerto de Arica”.

Entonces, para mayor seguridad de su cargamento, decidió enterrarlo en diversos puntos de los parajes donde se ubicaba. Como siempre de muy mal humor, distribuyó a su gente de más confianza y enterró su preciosa carga, sin más testigos que los que ejecutaban el trabajo. Lo hizo en diferentes lugares cercanos al Tambo Huanta, desde la medianoche hasta que asomó la   aurora del nuevo día.

Pasaron los días y con un genio infernal el trajinero Crispín, blasfemaba contra el monarca, los piratas y todos los santos del cielo. En el mesón del tambo que servía de posada, el vino de Chaca desaparecía por su garganta y las botijas bailaban, a cada furioso golpe de puño contra las tablas. Sus hombres intentaban calmarlo y le pedían paciencia a espera de la orden de marcha. Montalvo respondía: “quisiera volverme ciego para no ver ante mis ojos ese tesoro que no es mío y del cual debo responder».

Estas escenas que se repetían día tras día inquietaban a los pocos y pacíficos pobladores del tambo, quienes muchas veces debieron soportar una paliza por parte de los hombres de Montalvo.

Un día, antes del amanecer, fueron despertados por un fuerte viento que rápidamente se transformó en un gran ventarrón, que al mediodía se hizo muy intenso, sofocante e irrespirable, por la alta temperatura. El polvo y la arena arrastrados llegaban a herir la cara. Al poco tiempo y aunque era cercano al mediodía, la oscuridad por la tierra y el polvo provocado por el viento huracanado era tal, que no se veía ni a cuatro varas de distancia.

Mamani Huanta, dueño del tambo que le daba el nombre al caserío, despertó al trajinero Montalvo quien se encontraba durmiendo profundamente bajo el mesón en medio de botellas y cántaros vacíos y no se había enterado de lo que ocurría. 

El malhumorado arriero se levantó para enterarse de la magnitud de la catástrofe y comprobó que el enorme ventarrón había barrido con casi toda la ranchería.

Cuando se percató que la cerca del corral había sido rota por el espantado ganado, corrió en busca de sus animales que vagaban en pequeños grupos dispersos por la quebrada.

Corriendo a tientas entremedio del fuerte viento y la arena que punzaba su rostro, comenzó a buscar a sus hombres que no divisaba por ninguna parte. Se gente se había cobijado entre diversos escombros para guarecerse del fuerte viento y la arena. El ventarrón continuó de manera implacable hasta   el anochecer, y recién a medianoche el viento comenzó a hacerse menos caluroso y su potencia fue disminuyendo paulatinamente, hasta convertirse en una brisa refrescante al amanecer.  

Nadie se atrevió a salir de sus pequeñas guaridas, hasta que la tranquilidad reinó completamente.

La aurora solo sirvió para traer a la realidad lo que parecía un sueño. ¡El tambo había desaparecido por completo, junto con el trajinero Montalvo!

Por todos lados había escombros y desolación.

Al comprobar el dueño del tambo, que Crispín Montalvo no había regresado, comenzó a buscarlo para comunicarle que el mensajero del Corregidor acababa de llegar, con la orden de continuar la marcha de inmediato.

A Huanta se le veía completamente desorientado. De nada le servía ser el mejor cateador y rastreador, porque el suelo, el camino, las plantas y todo, sin excepción, se encontraba cubierto por una gruesa capa de tierra y arena.

A la distancia se divisaban grupo aislados de mulas, que, atormentadas por la sed caminaban desorientadas y sin rumbo, tratando de hallar su usual abrevadero que no aparecía por ningún lado. De Montalvo no había rastros.

Su búsqueda duró toda la mañana sin resultado alguno, hasta que una numerosa bandada de aves negras, denominadas gallinazos – que son parientes de los buitres – revoloteaban a lo lejos llamándoles la atención. Las aves describían círculos no muy distantes del suelo. Entonces divisaron sobre unos riscos a Montalvo. 

Al acercarse Mamani Huanta, encontraron a Montalvo, sin conocimiento. Sus manos cubrían la cara como protegiéndola de las aves o de la arena, y su cuerpo se encontraba rígido. Mamani Huanta y el chasqui que lo acompañaba, tomaron el cuerpo del inanimado Montalvo y después de acomodarlo en un sitio protegido, le echaron un poco de agua en su cabeza, para reanimarlo. Cuidadosamente lo llevaron al tambo destruido por el viento huracanado, donde se encontraba en pie solo un par de tablas que señalaban que la posada había estado antes en aquel lugar. 

Entonces comenzaron a lavarle delicadamente la cara.  Con horror y sorpresa   comprobaron que Crispín Montalvo tenía sus ojos inyectados en sangre, a causa de la arena incrustada en ellos por el fuerte ventarrón.

Cuando el trajinero se recuperó comprobaron con mucho pesar que éste se encontraba ciego. Sehabía cumplido lo que repitió tantas veces: volverse ciego para no ver más ese inmenso tesoro que no era suyo.

Mamani Huanta, muy asustado, envió un mensaje al Corregidor ariqueño informándole lo sucedido y enfatizando que Montalvo estaba incapacitado para continuar la marcha con su cargamento de plata y oro de Potosí.

El Corregidor de Arica era Francisco Tenorio, quién en esos días había sido reemplazado en el cargo por Hernando de Loma y Portocarrero. Apenas recibió el mensaje del chasqui despachó al Tesorero Real y a uno de los Oficiales Reales, para que procedieran a desenterrar el cargamento de plata y oro para su Majestad. Tal como habían sido informados por el dueño del tambo, Mamani Huanta, encontraron a Montalvo sin visión y al parecer con sus facultades mentales perturbadas.

Ayudados por uno de los hombres, los enviados del Corregidor procedieron a cavar y remover el terreno indicado por Montalvo en su desvarío, donde presuntamente se encontraba enterrado el valioso cargamento, pero no se pudo encontrar ni una sola barra de plata y ni un solo tejo de oro. 

Después de mucho trabajo e intensa búsqueda, pero sin resultados positivos, decidieron regresar. Dejaron a uno de los Oficiales Reales, para que vigilara la reconstrucción del caserío y continuara la búsqueda del tesoro. Todo fue inútil. Las barras de plata y los tejos de oro habían desaparecido definitivamente.

Tres años después los enviados del Corregidor aún seguían buscando el tesoro. Las autoridades insistían, que no era posible que hubiera sido robado en una noche, más aún cuando la mayor parte de los mulares habían sido recuperados por los hombres de Montalvo.

Finalmente, la muerte del trajinero Crispín Montalvo terminó por desalentar a los comisionados por el Corregidor, quienes aún permanecían en el lugar del suceso con la esperanza de encontrar tan fabuloso tesoro. 

La superstición que reinaba en esos siglos dio margen a muchas fantasías y relatos fantasmagóricos, que motivaron que los arrieros, que comerciaban por ese camino hacia Arica, evitaran el lugar, que finalmente quedó abandonado, convirtiéndose en una leyenda.

Hasta alrededor de los años 1930 y 1940 los habitantes del Valle de Azapa y los antiguos habitantes de Arica, aún hablaban de Tambo Huanta, como un lugar embrujado, que guardaba un gran tesoro en sus entrañas, desde el tiempo de la Colonia.

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7 comments

Luz Marina Osorio noviembre 24, 2023 - 1:21 am

Interesante y entretenida historia

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Wenceslao Cordova Arriagada noviembre 24, 2023 - 11:55 am

Estimado Herman : como uno más de tus libros, me deleité leyéndolo. ¡ Gracias por enviármelo para divulgarlo !

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Glenda Valdebenito noviembre 24, 2023 - 12:37 pm

Siempre es un placer y un gusto leer sus relatos de leyendas Don Hermann. SALUDOS COORDIALES

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Hermann Mondaca Raiteri noviembre 25, 2023 - 10:14 pm

Gracias muy estimadas Luz Marina y Glenda, y muy estimado Wenceslao, por sus generosos comentarios y por sus oídos receptivos.
Es un deleite, que me hayan permitido ir con ustedes de viaje.
¡Cariños y abrazos!

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Alberto Oviedo Bagioli noviembre 27, 2023 - 10:18 am

existen muchas historias como las contadas por El Sr Mondaca, las cuales debieran recopilarse y analizarse para comprender los riesgos que corrían los posibles embarques de riquezas, que aún son codiciadas por aventureros de todo calibre.

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Hugo Yávar noviembre 28, 2023 - 4:53 am

Gracias Hermann, muy entretenida e interesante la narración.
Quizás cuantas más riquezas transitaron por Arica.
Fue realmente un viaje, retroceder en el tiempo.

Saludos desde Iloca, un abrazo.

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Hermann Mondaca Raiteri noviembre 28, 2023 - 7:42 pm

Muchas gracias, estimado Hugo, por tus comentarios.
Me alegra que haya sido de tu agrado.
Recibe, mis saludos cordiales.
Un gran abrazo,

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