Ese sabio de la tribu que leía a Pablo de Rokha

por Dante Cajales Meneses

Mientras escucho música para cine de Horacio Salinas, mi hija me pregunta quién es el hombre que aparece en la moneda de quinientos pesos. Suena de fondo “Cardenal”, tema central de un documental del director Ricardo Larraín. 

Moneda bimetálica con la esfinge del cardenal Raúl Silva Henríquez. Comenzó a circular el año 2000.

Quién, es este hombre que ante las dos negativas que recibió de la administración política y financiera de la iglesia católica, decide de todos modos llevar a cabo una reforma agraria en los predios de la iglesia. Una decisión, que en su opinión iba a mejorar las condiciones de los campesinos de esas tierras y que no eran mejores, que la de los campesinos del resto del país. Había que predicar con el ejemplo. Su determinación sentó las bases de la Reforma Agraria impulsada por el gobierno de Eduardo Frei Montalva, y posteriormente por el de Salvador Allende. Poniéndoles a ambos, una tarea imposible de no realizar. Se apoyó creando el Departamento Universitario Obrero Campesino, el DUOC, hoy convertido en un instituto de formación profesional privado. Su modo de abordar los temas mas complejos para los sacerdotes de su generación, lo ubicaba como un adelantado a su tiempo y como un hombre de profundo sentido común. Una vez en una homilía relató: No es secreto de confesión, lo que les voy a decir: Un pobre hombre me dijo llorando, que él, no podía tener relaciones con su esposa, por que los niños, sus hijos, dormían en la misma pieza de ellos, y se daban cuentan. Me dio una pena enorme, ¡enorme! … no lo podía creer. No son hombres, no son mujeres, ¿no tienen derecho a hacer el amor? Este testimonio y la necesidad de construir viviendas por el déficit habitacional en la década del ’50 lo motivó a organizar un equipo de trabajo para levantar la fundación INVICA. Don Raúl Silva Henríquez aparece en nuestra historia como un hombre muy metido en toda la contingencia, y de eso yo lo quiero rescatar enteramente en esta nota.

Con Clotario Blest Riffo (izquierda) y Mons. Alfonso Baeza, (derecha) Vicario pastoral obrera.  / 1972

El pasado 9 de abril se cumplieron 25 años de su fallecimiento. Ese nueve de abril de 1999, trabaja en la Vicaría de la Esperanza Joven. Mi oficina territorial estaba ubicada en la Vicaría de la Zona Oriente. Meses antes, lo había visitado en el hogar para ancianos de los Salesianos, en Macul. Recuerdo que la noticia me causó un profundo dolor. Cómo no dedicarle estas líneas. 

En sus memorias relata que, el presidente Allende le pide que preste su mesa para dialogar con la oposición de entonces, en la figura de Patricio Aylwin. Las conversaciones fracasaron, todos conocemos la historia. Se dice, que fue “la última cena”.  Don Raúl Silva lamentó la muerte del presidente Allende, y relata que en la última conversación que sostuvo con el presidente, este le había dicho que: usted cardenal, puede hacer mucho. Así lo hizo.

Don Raúl Silva Henríquez visitando a los presos políticos en el Estadio Nacional / 1973, Memoria Chilena.

Un primer gesto fue la visita que realizó a los detenidos en el Estadio Nacional.  Su biografía señala que los presos en el estadio lo recibieron con un cariño inesperado, de moro a cristiano – como dice el dicho – la actitud de don Raúl fue una actitud de escucha, no dijo -aquí está el cardenal- …” les habla alguien, que talvez ustedes no conocen, yo soy Raúl Silva Henríquez, soy arzobispo, pastor, de la iglesia Católica de Santiago, simplemente quiero servirlos y estar a disposición de ustedes” Se cuenta también, que, en la primera audiencia que tuvo con los miembros de la junta militar, no expresó una palabra, y que, al momento de despedirse, les dijo a los cuatro integrantes de la junta, textualmente: “les ruego a ustedes, que no les quiten a los obreros, aquella poca ventaja que hayan podido conquistar”.Es público, que Pinochet le pidió formalmente al cardenal la disolución del comité Pro – Paz, una organización que fundó con la ayuda de varias otras iglesias cristianas, musulmana y judía para resguardar a los perseguidos de la dictadura. El cardenal accedió a la solicitud de la junta militar, pero puso toda su energía en el propósito de fondo… “Mire presidente, podemos cerrar Pro – Paz, pero no podemos renunciar a nuestro deber. Si quiere impedirlo, tendrá que ir a buscar a la gente a mi casa. Los meteré debajo de mi cama, si es necesario” Pro – Paz dejo de funcionar el 31 de diciembre de 1975, pero el 1 de enero de 1976, inició sus labores la Vicaría de la Solidaridad. 

Igual que en los años sesenta, en 1977 en adelante, hasta su retiro, el hombre práctico comenzó nuevamente a irrumpir en lo político, en lo económico. Durante la crisis de los 80, creó el Banco del Desarrollo como una alternativa financiera diferente, enfocada a los sectores más vulnerables del país. Lo hizo en lo cultural, en lo recreativo impulsó la promoción de los derechos de los niños y niñas atrevés de las Colonias Urbanas. En lo académico creó la Academia de Humanismo Cristiano, institución que acogió a intelectuales y académicos que habían sido expulsado de las universidades chilenas intervenidas por la dictadura cívico militar.  Sin importar credo, cosmovisión o postura política, fueron recibidos en el seno de la academia, hoy convertida en Universidad.

En plena instalación del ávido modelo económico de Milton Friedman en nuestro país. Don Raúl Silva convocó a través de la Vicarías zonales, a todas las comunidades de base, cristianas o no, a participar en las instancias que se crearon para recuperar nuestra democracia, y para preguntarnos cuál era nuestro rol en la en la sociedad chilena que estaba emergiendo al ritmo del modelo neoliberal, y cuál podía ser nuestro aporte, mientras el modelo de Friedman permeaba todas las capas de la sociedad y nuestra alma como país, el dinero lo comenzábamos a recoger con el corazón, que contábamos con cada latido que dábamos.

No importaba hacia donde nos podían llevar las tempestades de una época, el valor estaba puesto en reconocer al otro, como un otro, sin importar su postura política, credo, o raza.  Así lo demostró cuando en 1955 con el objeto de promover la dignidad y derechos de las personas migrantes, mediante acciones de acogida, amparo e integración, creó el Instituto Católico de Migraciones. Varios de mi generación nos formamos en ese espíritu.

En abril de 1983 Don Raúl Silva Henríquez dejó de ser arzobispo de Santiago. De la noche a la mañana, relata en sus memorias, no tenía nada que hacer. Difícil pasar de ser primera figura, como decía él – de cuatro presidentes; cuatro regímenes; tres papas; un concilio; tres conclaves, a ser un hombre que va a confesar niños a una escuela o a celebrar misa en un colegio de la población Juanita Aguirre de Conchalí… Tenía 17 años, recuerdo ese día en el patio del colegio, lo escuché citar unos versos de Pablo de Rokha de memoria:

Unidad familiar herida,
bodega de frutos del país, tinaja de instintos,
paloma de sol y pan.

En lagares de piel de buey, brama el vino
de los antepasados,
hoy, nosotros, con el puñal entre los dientes,
peleamos contra los cementerios, rodeados
de sepulturas y osamentas.

(Canto de Tribu, Pablo de Rokha)

A veces pienso que las historias fueron pactadas para mí, por otra gente, antes de que yo existiera, para contarlas. El ser humano ha reunido la sabiduría de todos sus antepasados, pero ¿qué hemos aprendido? En “La capilla del hombre” de Guayasamín, el recogimiento para meditar sobre el recorrido que hemos hecho como humanidad, y rendir un homenaje al ser humano, a sus pueblos, su identidad, es urgente. Como lo es el pensamiento del último sabio de la tribu, Don Gastón Soublette: La fe te cambia la vida. La creencia es mental, la fe es sobrenatural. Y ese es el problema que tiene la Iglesia, no se distingue bien la creencia de la fe. Yo te diría que hay más creencia que fe auténtica. El legado de Don Raúl Silva Henríquez nos invita a continuar por ese camino de fe auténtica del que nos habla el último sabio de la tribu. Ese que cambia radicalmente la vida, con un profundo sentido de comunidad, sin importar de que lugar del planeta vengas. Don Raúl Silva Henríquez es, ese otro sabio de la tribu que leía a Pablo de Rokha. Nos dejó la comprensión humanista del mensaje y el actuar cristiano que lo movió en vida. Su sensibilidad quedó expresada en un texto llamado «Mi sueño de Chile«, donde señala: «Quiero que en mi país todos vivan con dignidad. La lucha contra la miseria y las injusticias es una tarea de la cual nadie puede sentirse excluido”.

En 1976 fueron detenidos el esposo de Anita González Recabarren, dos de sus hijos, y su nuera quien se encontraba embarazada. Dedicó su vida para conocer la verdad y el paradero de sus familiares. Siempre lo decía: Me sentí muy acogida por la iglesia del cardenal Silva Henríquez. Era una iglesia tan creíble, incluso, para no creyentes como yo. A diferencia de las otras iglesias católicas en el mundo, en especial la latinoamericana, la iglesia chilena de Silva Henríquez tomó otra postura, -dice don Raúl- “hicimos, lo que había que hacer”. No fue cómplice, tampoco indiferente, estuvo al lado y defendió a los perseguidos por la dictadura. Escuchó, creyó y actuó. Siempre consecuente con su inspiración cristiana y su fe. Su papel siempre fue propiciador del diálogo, que marcó su trabajo dentro y fuera de la Iglesia Católica, desde que se ordenó sacerdote, hasta su muerte.

Las intuiciones olvidadas de los poetas son las aventuras olvidadas de Dios, por eso escribo.

También te puede interesar

4 comments

Elizabeth Undiks L abril 18, 2024 - 2:41 pm

Gracias Dante por refrescarnos la memoria, acerca de quién no podemos sentir más que gratitud y tremendo orgullo. ¡Excelente artículo!

Reply
Marisol abril 18, 2024 - 2:56 pm

Felicitaciones por este artículo, muchas gracias por activar la memoria, gracias

Reply
Fabiola abril 19, 2024 - 12:21 am

Posiblemente fue en 1987 que tuve el privilegio de la confesión con monseñor Raúl Silva H. (Hay una buena historia para contar).
Gracias por escribir con emocionante talento.
Abrazo amigo.

Reply
Gisselle Hormazábal Pérez abril 20, 2024 - 8:53 am

Me inunda la emoción recordar a este maravilloso y ejemplar ser humano. Gracias por ayudar a no olvidar su gran obra.
Necesitamos muchos Raúl Silva Henriquez.

Reply

Deja un comentario