Nadie cree en las encuestas y todos hablan de ellas. Los medios masivos se hacen eco sin transparentar sus limitaciones metodológicas y sesgos políticos que explican sus rotundos errores
Pero no solo las encuestas confunden, hay una parte del electorado que cambia de opinión con facilidad, optando por personas más que por programas, influido por tincadas u ofertas de última hora.
Quienes sacan provecho electoral de estas dos circunstancias son los grupos más conservadores, sumando a figuras influyentes de las redes sociales con programas ad hoc. Ellos detectaron, creo yo, con la ayuda de las bases de datos, “que era más fácil crear sucesos que debatir procesos” ( esta frase es de Paul Krugman, Nobel de Economía, en una columna reciente). Esta actitud de los neoconservadores, a su juicio, ha sido una dificultad importante para discutir y lograr acuerdos en su país EE.UU.
Cuando priman los sucesos, bastan los monosílabos para atacar o defender, descalificar o ensalzar, obtener un me gusta o un rechazo. Basta un programa de rechazo extremo, como el de J.A. Kast, para desde una posición minoritaria restarle fuerza a su aliado potencial, estimulando el miedo y la furia de quienes se ven desbordados por una sociedad que estalló hastiada del autoritarismo y de la desigualdad de ingresos y derechos originados en dictadura. Con frustraciones por el predominio cultural de lo financiero, acentuadas por los retrasos evidentes en pensiones, educación, vivienda, e igualdad en democracia, asociados a una corrupción que no se puede obviar ni esconder.
La reacción ciudadana ante una autoridad paralizada e insensible ante la crisis económica y social, agudizada por los efectos de la prolongada pandemia condicionó un nuevo escenario político. En ese contexto surgieron polémicas económicas y retruques monetarios que muchos en Chile comentan, como si el país estuviera protegido de la realidad, por la prédica de los monjes financieros culturizados en Chicago por Hayeck y otros. El mundo con pandemia y sin ayuda social y sin estímulos económicos, estaría sumido en una catástrofe mayor. Donde el capitalismo está más arraigado recurre a su materia prima, el dinero, para que el descalabro social no explote. Las sobrerreacciones son más fáciles de corregir que la falta de reacción. Sin dinero en los bolsillos no hay chileno que sobreviva.
La Convención Constituyente es una esperanza para millones de chilenos. Ella reflejó una diversidad social y política que apuesta por el cambio y las grandes transformaciones. Superar desigualdades, frustraciones, y restricciones al desarrollo, son parte de la esperanza y el mejoramiento del ánimo político que llevó a muchos jóvenes a votar. La derecha no volverá a frustrar estas aspiraciones. Pese a sus evidentes presiones, difundiendo incertidumbre y terror, no someterán las esperanzas populares por los tan postergados cambios.
Con todo, nuevamente la gran mayoría votará contra la derecha en primera y segunda vuelta.