¿A que acontecimientos, a que amores, a que pueblos, a que amistades perdidas en la niebla, a que memorias y a que empeños guardamos fidelidad? ¿Qué amores se hacen evocar susurrando sus ideas al oído cuando te inclinas a leer el texto de una canción?
Y que hiciste del amor que me juraste
y que has hecho de los besos que te di
y qué excusas puedes darme si faltaste
y mataste la esperanza que hubo en mí…
(Javier Solís)
Lo que estamos a punto de votar no es un asunto que reclame solamente de nuestra capacidad lectora. A muchos les gustaría reducir el debate a cuestiones de coherencia y de limpieza de los textos y de los muros de la ciudad. La cosa es un poco más grave. Votamos por la continuidad de las luchas democráticas contra la dictadura. Votamos a favor de una estructura constitucional que incorpora a la ciudadanía en la iniciativa de ley para evitar cualquier cerrojo que un poder de turno pudiera intentar. Votamos por insistir majaderamente en los derechos de las mujeres, procurando desbordar la exigencia de la paridad de género y haciéndola pasar desde la Constitución hacia las leyes, las instituciones y las costumbres. Votamos, para dar, por fin, un reconocimiento a los pueblos indígenas, en sus diferencias y particularidades y no como simples chilenos asimilados. Votamos para recuperar el orgullo de ser chilenos.
Y a qué debo dime entonces tu abandono y en qué ruta tu promesa se perdió…
Votamos por las mujeres, no para suturar nuestras conciencias de hombres culposos sino porque en las mujeres esta incubándose el porvenir del empoderamiento y del poder. Votamos por las mujeres apostando a que modelarán la economía con un dinamismo construido a la medida de sus afanes de cuidadoras sociales. Votamos por las mujeres porque preferimos autoridades acogedoras a egos masculinos ridículos y peligrosos, autoritarios y narcisos. Apostamos a las mujeres en esta hora en que necesitamos hacer funcionar la diversidad social, racial y política tanto como necesitamos un aire más limpio para respirar.
Votamos para poder continuar un largo esfuerzo de dignificación de los trabajadores, de los informales y de los consumidores, de los jóvenes, de los viejos como yo y de los pueblos que son más viejos que todos nosotros. Y este no es el momento de mezquinar nuestra entrega.
Y qué necio es este amor que no se muere y prefiere perdonarte tu traición…
No es descaminado afirmar que la Constitución es la arquitectura de la Casa de Todos. La clave de ese concepto no está como se creería, en la Casa, sino en la manera en que es ocupada por Todos y Todasjuntando a los que nos hemos sentido ajenos y desplazados con los que se han sentido siempre como en su casa. La Casa de Todos no excluye a nadie. Lo que hace, es que disminuye, deja atrás y afuera, la antigua repartición de pisos y habitaciones entre servidores y servidos, asegurada por el Estado Subsidiario. A los servidos el acomodo no les gusta. Ese es un dato que no los excluye sino, al contrario, los incorpora como protestantes, confiando en que su malhumor será pasajero. Habrá que habituarse a la particular tonalidad de los discursos quejumbrosos con los que acostumbran a mezquinar su aporte y a dejar caer la carga en los hombros de otros. Los frescos son así; si les piden que laven los platos en los que comieron, se rebelan ofendidos, tiran del mantel de la mesa y parten a fiestear a costa de otros.
Y pensar que en mi vida fuiste flama
y el caudal de mi gloria fuiste tú
y llegué a quererte con el alma
y hoy me mata de tristeza tu actitud.
Es verdad que la historia zigzaguea y que puede ganar el Rechazo. No será un retroceso sino una curva hacia un camino de tierra. Nada garantiza un avance ininterrumpido hacia una sociedad más justa. Tenemos derecho a dudar, a pararnos y reflexionar, a volver a conversar otra vez lo que siempre hemos sabido e incluso a cambiar de opinión. Tenemos el derecho sagrado al error. La libertad que hemos profundizado en este camino Constituyente tiene todas las puertas abiertas. El otro nombre de este proceso constituyente es el de Puertas Abiertas. Y ellas se mantendrán abiertas cualquiera sea el resultado del plebiscito. Piensen en cada capítulo y en el enunciado de cada derecho proclamado como en una puerta abierta.
Y tomaremos el rechazo con calma. Gane o pierda su opción no tiene sentido arrepentirnos de la democracia. No tiene sentido arrepentirnos de lo que decidimos dos veces por más del 70% de los votos. No tiene sentido arrepentirnos de lo que hemos estado construyendo con nuestras fuerzas débiles y perseverantes desde hace al menos 40 años.
La aprobación de la propuesta constitucional cierra una larga serie de heridas y abre un proceso de discusión democrática que durará mucho tiempo. Quizá nos transforme en un pueblo movilizado en permanencia, atento a la política y a participar en ella. Es verdad que este cuadro desencadena más ‘incertidumbre’ que si aceptáramos ser regulados por el ‘pensamiento único’. ¿Pero acaso la libertad no consiste en abrir insistentemente nuevas opciones y explorarlas? ¿Acaso la libertad no consiste en participar de ella? ¿Y acaso, no queremos hacer de la libertad el motor de nuestra economía? La propuesta de nueva Constitución no hace más que darle forma al espíritu de la época.
Y si dices la verdad yo te perdono y te llevo en mi recuerdo junto a Dios…
Eso fue lo que hizo la Constitución que estamos dejando atrás. Le dio forma al espíritu brutalmente eficiente del inquisidor, al último estertor, ya anacrónico, de la guerra fría. Dejamos atrás el breve y doloroso período de la alianza entre una dictadura y un régimen de fe basado en el empobrecimiento del pensamiento y en la exclusión de la mayoría de los chilenos. Más exactamente, la política consistía en ejercer el poder de poner a cada uno en su lugar. ¿Se acuerdan de la época en que éramos tratados como extranjeros y extraños en nuestra propia tierra? ¡Cuantos de nosotros no volvieron jamás! Dejamos atrás un régimen cerrado a los cambios, sordo a las demandas populares y soberbio en su sordera, lleno de nudos, contracturas y espasmos nerviosos.
La pregunta es si permaneceremos fieles a nuestra historia o si nos tomaremos un descanso para relajar el nervio con un café.