… parecía predestinada a dedicarse a la música en una época en la que sobre las intérpretes y las compositoras se cernía invariablemente la sombra de la puta lasciva. Pero ella “Estaba en el lugar y el momento oportunos: una compositora en una corte que empezaba a modelarse en torno a una mujer”…Ana Beer.
Sin música, la vida sería un error. Frederic Nietzche
En el día dedicado a celebrar la música y a los músicos, escribía las primeras líneas sobre la italiana Francesca Caccini, considerada la compositora más antigua de una ópera y una de las músicas más destacadas del siglo XVII, cuando escuché de la muerte de Pablo Milanés, gran compositor e intérprete de nuestra época y no pude evitar la imagen de ambos inmersos para siempre en la música que amaron
Francesca, compositora, cantante, laudista, profesora de música y poeta florentina que, sumado a lo anterior, toca el arpa, la tiorba, el clavecín y la guitarra, nació en 1587, en el seno de una familia de músicos: su madre, Lucia Gagnolanti, era cantante y su padre, Giulio Caccini, un compositor pionero de la música monódica cuyo mecenas era la familia Médici. Junto a su hermano Pompeo y su hermana Settimia, además de aprender a tocar y cantar, su educación contempló las matemáticas, astronomía y latín.
Francesca debutó como cantante en 1602, junto a su hermana Settimia en la Iglesia de San Nicolás en Pisa, frente a la corte que se trasladaba allí todos los años durante la Cuaresma. El coro fue dirigido por Giulio Caccini, e incluía a su segunda esposa Marguerita y a sus dos hijas… Liliana Panella,
Pero algunos testimonios indican que en realidad ya en 1600, las hermanas cantaron en la ópera de su padre Il rapimento di Cefalo, para la boda de María de Médici y Enrique IV de Francia durante la época que la familia permaneció en dicho país y, es también muy probable que lo hicieran en la ópera Eurídice, compuesta por Jacopo Peri.
Francesca parecía predestinada a dedicarse a la música en una época en la que sobre las intérpretes y las compositoras se cernía invariablemente la sombra de la puta lasciva. Educada por su padre, alcanzó el éxito como intérprete en la corte francesa de Enrique IV, lugar donde la familia se trasladó un tiempo, pero fue en Florencia, bajo la protección de la gran duquesa Cristina de Lorena, la cabeza de los Medici, cuando despliega toda su creatividad.
Fue nombrada ‘la música’ en 1607, cargo con un sueldo fijo al mes que la convierte en una autoridad musical en la corte de los Medici en la Florencia de finales del siglo XVI.
En 1614 era la música mejor pagada de la corte, en gran parte porque su virtuosismo musical ejemplificaba muy bien una idea de excelencia femenina proyectada por la regente de facto de la Toscana, la gran duquesa Cristina de Lorena
Se da a conocer como compositora con ‘La stiava’ (cuya partitura no se conserva), un espectáculo cortesano encargado por la gran duquesa para el carnaval de 1607. La compone con la ayuda del libretista Michelangelo Buonarrotti, sobrino nieto del gran Miguel Ángel, quien se convertirá en su colaborador y amigo. Desde entonces, su producción es imparable. Una de las obras que han llegado hasta nuestros días es ‘Il primo libro delle musiche’, un volumen de arias de intensos sentimientos donde se expresan con notable belleza, el deseo, ‘Rendi alle mie speranze’; la pérdida, ‘Lasciatemi qui solo”; la angustia, ‘Ferma, Signore, arresta…’). Un libro dirigido a mujeres.
También se da tiempo para casarse con un miembro de la Camerata Fiorentina, Giovanni Battista Signorini, y también para tener una hija: Margherita. Poco más se sabe de este hombre que vivió opacado por la luz de la fama de su esposa.
Son años en los que la ópera comienza a despuntar como “un tipo de teatro experimental completamente radical”. Caccini aporta su grano de arena con ‘La liberazione di Ruggiero dall’isola d’Alcina’, una de las escasas obras de larga duración (75 minutos) de principios de la edad moderna compuestas por un solo compositor que han llegado íntegras a nosotros. Una obra que fue a la vez un triunfo musical y político que encarnaba el proyecto de las Medici.
Fue en esta época que escribió gran parte de su música como la musicalización de las comedias del poeta Buonarotti el Joven, “La Tancia“(1613), “Il passatempo“ (1614) y “La fiera“ (1619).
Caccini fue una compositora rápida y prolífica, igual en productividad a sus colegas de la corte Jacopo Peri y Marco da Gagliano
También usó su propia poesía para componer 36 canciones solistas en dúos soprano/bajo, que se agrupan en el “Primer libro de la música”. Este compendio puede haber tenido fines pedagógicos debido a la variedad de géneros musicales y las detalladas anotaciones sobre las técnicas vocales.
Se estima que al menos compuso 16 puestas en escena y 5 óperas, de la cual sólo existe registro de su aclamado debut en 1625, “La liberación de Rugiero de la isla de Alcina” compuesta especialmente para la visita del príncipe Ladislaus Sigismondo. Esta pieza operática, además de ser la primera que se tiene registro de composición de una mujer, fue la primera ópera italiana que se presentó fuera del país, con una representación en Varsovia en 1628.
Llamó la atención de Claudio Monteverdi, impresionado por su canto, así como Pietro Della Valle, que alabó su habilidad vocal y su poesía.
El año 1626 murió su esposo y apenas nueves meses después (el tiempo mínimo de espera para descartar un embarazo del difunto) se casó con un noble melómano, Tommaso Raffaelli con el cual vivió en Lucchese y Rafaelli, abandonando la corte. Tuvo a su segundo hijo, Tommaso y se mantuvo alejada del trabajo musical hasta la muerte de su marido en 1630, cuando intentó volver al servicio de los Médici. Esto se demoró en concretar por las plagas que se vivieron entre 1630 y 1633. Pero ya en 1634, Caccini volvió a Florencia con sus dos hijos y obtuvo empleo en la corte como maestra de las princesas Medici y de su hija Margherita y componiendo e intepretando música de cámara y espectáculos para la corte de mujeres.
Francesca Caccini escribió parte o toda la música de al menos dieciséis obras puestas en escena. Se han perdido todas menos La liberazione di Ruggiero y algunos extractos de La Tancia e Il passatempopublicados en la colección de 1618, Il primo libro delle musiche. Además, se sabe que compuso obras religiosas, seculares, vocales e instrumentales, pero nada de eso ha llegado a nuestros días. Quizás algún día, entre partituras olvidadas en algún ático o biblioteca, tengamos la fortuna de recuperar parte de su legado.
Caccini fue una maestra de la sorpresa armónica dramática: en su música es la armonía, más que el contrapunto, lo que comunica más poderosamente el afecto.