Françoise Sagan: Pasión de vivir, talento y autodestrucción

por Cristina Wormull Chiorrini

“El opio es la manera más eficaz que conozco de llevar con elegancia las trivialidades de la vida”. Francoise Sagan.

Tener algo que decir y decirlo, fue el aforismo de Oscar Wilde como receta para la falta de inspiración, y esa sentencia parece haber sido el detonante para Françoise Quoirez o Sagan quien, apenas cumplida la mayoría de edad, publicó su primera novela con tal éxito que, desde un sitial de talento y desmesura, se dedicó a vivir según sus normas, bajo un estricto estándar de libertad conquistada a base de historias melancólicas de burguesas como ella.

Françoise Quoirez, quien pasó a la historia como Françoise Sagan, tomó su seudónimo de la princesa Sagan, personaje de su adorado Marcel Proust, pero como hija de un burgués de tomo y lomo, tuvo que enfrentar en su adolescencia la dura oposición de su padre quien pensaba que ser escritora era cualquier cosa menos aceptable y le exigió escribir bajo un seudónimo.   Pero esta joven menuda y aniñada, que conservó dicho aspecto hasta su temprana muerte a los 69 años, estaba decidida a escribir y así, una vez cumplidos los dieciocho años publicó su primera novela:  Bonjour tristesse que la elevó a la fama convirtiéndola en icono no solo de una legión de mujeres jóvenes, sino también de multitudes intelectuales en Francia y el resto del mundo, entregándole grandes beneficios económicos que le permitieron decidir su vida y destino apenas saliendo de la adolescencia.

Bonjour Tristesse obtuvo el prestigiado Prix des Critiques narrando la historia de una adolescente privilegiada con precoces opiniones sobre el amor, el sexo y los códigos morales de su época.  Fue llevada al cine con gran éxito por Otto Preminger con Jean Seberg, Deborah Kerr y David Niven como protagonistas.

He amado hasta llegar a la locura; y eso a lo que llaman locura, para mí, es la única forma sensata de amar. Francoise Sagan.

Su segunda novela, Un certain sourire, escrita a los veinte años, confirmó la maestría literaria de la joven novelista al relatar la historia de una joven que se enamora de un hombre casado, de edad suficiente para ser su padre. Así, Françoise Sagan se consagró como novelista a una edad que ningún otro escritor francés había logrado.

Françoise no solo publicó novelas, sino también obras de teatro como Château en Suède, que se estrenó en el teatro L’Atelier en 1960 y que fue para su carrera el equivalente a Bonjour tristesse en la ficción. También en 1960 empezó a colaborar en L’Express e hizo muchos enemigos por adherir a la causa contra la tortura en Argelia.

Sagan cultivó un estilo beatnik, con corte de pelo a lo garçon, rouge en los labios y un montón de prendas en negro y camisetas a rayas; permaneció siempre fiel a su estilo, pero no a sus amores. Muy joven se casó con Guy Schoeller, editor de Hachette, pero apenas duraron juntos un par de años; después vino Robert Westhoff, un modelo bisexual estadounidense que le dio a su único y devoto hijo: Denis. Entonces, en una de sus idas y venidas a la revista ELLE donde trabajó como colaboradora a raíz del éxito de su primera novela, conoció a la que sería su verdadero amor: Peggy Roche. Cuando se conocieron, ambas estaban casadas. Peggy con Claude Brasseur, y ella con Robert, pero su amor fue imparable. Juntas se convirtieron en estandartes de la libertad y la determinación desde el apartamento del distrito XIV que habitaron juntas hasta la muerte de Peggy en 1991.

La bella y trágica historia entre Peggy y Françoise ha sido reconstruida en una biografía: Peggy dans les pares (Flanmarion) escrita por Marie-Ève Lacasse, que muestra a estas dos mujeres, la estilista adorada por los grandes fotógrafos de su época y la novelista millonaria, que abandonaron todo para entregarse a una pasión que tuvo otros rostros femeninos, masculinos, lésbicos, homo y transexuales.

…”se amaron desde el primer día que se conocieron, pero su unión no llegó a formalizarse hasta que ambas se divorciaron y pudieron instalarse en un legendario apartamento del distrito XIV de París, una suerte de gineceo por donde desfilaron un número impreciso de amantes, hombres y mujeres de muy distinta edad y condición”. Marie-Ève Lacasse, biógrafa de Sagan y Roche.

Su hogar en la rive gauche fue el epicentro de la libertad y camino obligado para todo aquel que pretendiera tener un espacio en el mundo cultural.  Françoise recibía dinero a manos llenas por sus derechos de autor, pero éste desaparecía con la misma velocidad con que conducía sus Maseratti y Aston Martin, los autos de sus amores. Sagan no tenía límites y su pasión por las fiestas, la velocidad y el juego fueron tan famosos como su talento para la escritura y, se cuenta que una noche perdió 8 millones de francos en una vuelta de ruleta… otros dicen que los ganó.  La leyenda urbana acerca de Sagan es inmensa, pero lo cierto es que la fiesta, el derroche, los excesos la llevaron en 1957, tres años después de la aparición de su primera novela, a chocar en su coche de lujo y quedar brevemente en coma.  Ahí empezó para la novelista un camino de dolor físico que la acompañaría por el resto de su vida y que solo podía paliar con fuertes medicamentos como el Palfium, un opioide tres veces más fuerte que la morfina. Había comenzado a transitar un lento pero imparable camino a través de las drogas -de la cocaína al opio- y el alcohol que no impidieron que siguiera escribiendo, derrochando talento y dinero en pagar una residencia en Normandía, los negocios fallidos de Peggy, los coches deportivos y las noches de juego y droga.  Peggy intentó frenar los escándalos, pero fue en vano y cuando murió, trece años antes que Francoise, ésta no pudo superar su ausencia.

Peggy Roche no solo fue EL amor de Sagan, que tuvo otros amores femeninos como la hermosa modelo Bettina Graziani, a quien le dedicó un inolvidable artículo en Vogue París, titulado «La eminencia pelirroja», o la editora del Playboy francés, Charlotte Aillaud y también a la socialité, Annick Geille. Peggy también fue esa amiga íntima maternal que intentó protegerla contra ella misma, cuando la irresponsabilidad de la escritora culminó con escándalos siempre patéticos como el fraude fiscal o la participación en estafas al Estado… de las que pudo salvarse en parte, gracias a discretas intervenciones de ese amigo poderoso y leal, que fue François Mitterrand.

Aquella jovencita despreocupada que había narrado historias de una burguesía ociosa e indolente, que había ganado cantidades indecibles gracias a novelas como Un certain sourire, Le lit défait o Aimez-vos Brahms; aquella que había hecho novillos un día sí y el siguiente también para ir a escuchar jazz por Saint Germain des Prés, vio como todo su universo creado a la medida de sus gustos se diluía mejilla abajo como sus lágrimas de dolor.

Porque entre sus muchas amistades, Sagan fue íntima del presidente de Francia François Mitterrand, amistad que la acompañó de por vida, pero que llevó a varios empresarios franceses a solicitarle que interviniera en favor de la multinacional Elf para que el presidente les permitiera la explotación de unos yacimientos de Uzbekistán. En pago por sus servicios donaron a la escritora una inmensa cantidad de dinero que fue a parar en secreto a una cuenta en Suiza que, al ser descubierta por las autoridades francesas, la enfrentaron a una demanda por evadir impuestos y la obligaron a pagar o ir a prisión.

“Puede que Sagan le deba dinero a Francia, pero mucho más le debe a ella Francia”. Isabelle Adjani

Françoise Sagan se encontró así un día sola, arruinada, víctima de unos dolores terribles y adicta al opio y a la cocaína. Un grupo de intelectuales franceses, liderados por Isabella Adjani decidieron ayudarla y gracias a la generosidad de la nueva propietaria pudo volver a habitar durante sus últimos años aquel departamento en la rive gauche – testigo de su historia de amor y de tantos amores – que había tenido que vender, junto con su mansión en Normandía, para pagar deudas. En la última década del siglo XX, su nombre salió frecuentemente en portada no por nuevas obras, sino por diferentes asuntos turbios relacionados con drogas o fraude fiscal… y sus muchos problemas económicos.

Antes de retirarse escribió varias novelas, algunas de las cuales fueron éxito de ventas más por su nombre que por su calidad literaria: La laisse (1989), Un orange immobile (1989), Les faux-fuyants (1991), Un chagrin de passage (1993) y, finalmente, Le miroir égaré (1996), un triángulo amoroso y disonante entre una viuda millonaria y una joven pareja de intelectuales.

“Hizo su aparición en 1954 con una novela pobre, Bonjour tristesse, que se convirtió en un escándalo mundial. Su desaparición, después de una vida tan agradable como turbulenta, no fue un escándalo para nadie excepto para ella misma.»

Ella misma escribió su obituario en el Dictionnaire des écrivains, publicado bajo la dirección de Jérôme Garcin: “Hizo su aparición en 1954 con una novela pobre, Bonjour tristesse, que se convirtió en un escándalo mundial. Su desaparición, después de una vida tan agradable como turbulenta, no fue un escándalo para nadie excepto para ella misma.»

Denis Westhoff, su único hijo, tuvo que enfrentar cuando Francoise murió el 2004 a los 69 años, con devoción filial, las millonarias deudas que le dejó su madre como única herencia de una vida de talento derrochada elegante e irresponsablemente hasta el último céntimo.

“Francia ha perdido a una de sus escritoras más brillantes y sensibles; una figura esencial de nuestra vida literaria”. Jacques Chirac, presidente de Francia en el funeral de Sagan.

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1 comment

Maritza Barreto agosto 17, 2023 - 4:16 pm

Excelente síntesis biográfica de Francoise Sagan. Muy interesante. Recomendable!

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