Mujer misteriosa, de apariencia un tanto andrógina, no una belleza, pero con una gran intuición, supo reconocer el genio artístico y creador allí donde existía y, a lo largo de su vida, se relacionó intelectual y amorosamente con numerosos artistas transitando entre el poeta Paul Eluard, Max Ernst y Salvador Dalí y otros escarceos menores. Mujer que fue odiada o amada, pero que no sembró indiferencia.
De Elena Ivanovna Diakonova, conocida en su infancia como Galia y durante su vida y para la posteridad simplemente como GALA, no sabemos mucho de sus años de niña, salvo que nació en Rusia y quedó huérfana de padre a temprana edad, educada por un padrastro que le brindó una excelente educación que ella supo aprovechar para titularse con honores y obtener del zar un decreto que le permitía dar clases a domicilio. Muy joven, apenas había cumplido los 17 años en el 1912, se agravó la tuberculosis que portaba desde hace tiempo. Nada raro para la época y su familia, con medios suficientes, la interna en el sanatorio de Clavadel en Davos, Suiza.
Es allí donde se inicia lo que será la historia de una vida de un surrealismo que corrió a la par con el movimiento. Apenas ingresada al sanatorio, conoce a otro joven apenas un año menor, Eugène-Émile-Paul Grindel, quien años después será conocido como Paul Éluard. Simpatizan de inmediato, dado que ambos tienen una desbocada afición a la lectura. Por supuesto, dentro del sanatorio eran pocas las actividades que se podían realizar y así, la cercanía, las conversaciones y la imposibilidad de salir del lugar trocan la amistad en una pasión acorde a las hormonas juveniles. En 1914, ambos son dados de alta y se prometen matrimonio. Gala tiene que volver a Rusia y un imprevisto con el que no contaban, la Primera Guerra Mundial que se desata meses después, obliga a Éluard a partir para el frente. Gala ha iniciado su sorprendente vida con este amor juvenil mezcla de La montaña mágica y Doctor Zhivago.
Gala no era de las que se dejaba derrotar fácilmente y, aunque nos cueste creerlo, por la época en que vivía y su edad, logró convencer a su familia para que la dejaran viajar a París para estar cerca de su novio. Viajó por tierra y, como es posible imaginar, la familia de Paul no la recibió alegremente. Les pareció una locura que su hijo estuviera enamorado de una extranjera que había cruzado Europa para instalarse en su casa a principios de 1917, mientras Paul estaba en el frente. Pero nada le impidió a Gala quedarse con ellos y casarse con Paul en el primer permiso que tuvo.
“Era una romántica y una apasionada: por aquel a quién amaba hubiera sido capaz de hacer cualquier cosa”, escribe Monika Zgustova en su biografía, La intrusa. “Gala siempre necesitaría amar y sentirse amada y deseada; entonces era capaz de mover montañas”
En 1918 nace la única hija que tendrá Gala, Cécile. Éluard, que ya se ha empezado a dar a conocer como poeta y se ha cambiado el apellido, se relaciona con los vanguardistas del movimiento surrealista, sobre todo con los creadores de la revista Littérature: André Breton, Philippe Soupault, Louis Aragon y también con Tristán Tzara. Gala asiste, aunque no la inviten a algunas de sus reuniones.
Gala no está cómoda cuidando a su hija ni con las labores de hogar y entrega el cuidado de Cécile a sus abuelos. Se siente y se sentirá siempre mejor entre hombres, pese a que en su adolescencia fue íntima de la poeta rusa Marina Tsvietáieva. Gala es una mujer culta, cultísima, políglota y de una gran sensibilidad artística y con Paul, que tiene la tentación de mantenerse como un pequeño burgués trabajando en la empresa inmobiliaria de su familia, inicia la que será una constante en su vida: apoyar, estimular e influir en la obra de sus parejas. Sin Gala, quizás nunca habríamos tenido a un Paul Éluard que demoró mucho en atreverse a publicar sus poemas sin que los revisara Gala. Pero ella estaba consciente que siendo casi la única mujer en un mundo de hombres su participación era admirada, pero también considerada una intrusa a la que se aceptaba a regañadientes.
Max Ernst pintaría el cuadro Au rendez-vous des amis, una especie de quién es quién del movimiento, en el que Gala aparece en una esquina, aparte, como una “bruja seductora que amenaza con arrojar la manzana de la discordia en el grupo” en palabras de Victor Crastre
La pareja solía pasar los veranos en la Costa Azul o el Tirol, donde Gala mejoraba de sus frecuentes depresiones, pero a fines del 21 la pareja decidió ir a Colonia a conocer a un pintor que le interesaba mucho a Paul: Max Ernst quien estaba también casado y con un hijo. Esta visita marca un hito en la vida de los tres ya que Paul y Max se hicieron amigos íntimos, tanto, que se trataban como hermanos. Ellos compartían una visión artística muy similar y cargaban traumas de la guerra en la que habían luchado en bandos opuestos. Esto tuvo gran influencia en los trabajos que realizaron en conjunto ya que Max pintó un retrato de Paul y éste escribió un poemario que ilustraron con collages de Max. Por eso, en el caso de ambos para comprender sus creaciones, es imprescindible estar al tanto de su vida privada
“Si Max Ernst hablaba de la perturbación en referencia a su hermana nueva, la mujer de su hermano, Paul Éluard mencionaba un incesto por medio de un vestidito que se interpone entre dos hermanos y, además, de una tormenta. Desde el principio estaba todo dicho”. Mónica Zgustoya, biógrafa de Gala.
A partir de esta visita, siguieron viéndose, esquiaron juntos ese invierno y al verano siguiente se trasladaron a Tarrenz, en el Tirol, donde se les unieron Tristan Tzara y Hans Arp con sus parejas y, para rematar el conjunto, un periodista de una revista americana encargado de reportear los movimientos artísticos emergentes. Por supuesto, material obtuvo de sobra. Era evidente que Max y Gala se estaban enamorando, y ellos no hacían nada por ocultarlo y muy pronto, Max se fue a vivir a la casa que el matrimonio había alquilado, todo en un ambiente de exquisita cortesía y total naturalidad.
Sobre los celos inexistentes de Paul, escribiría Ian Gibson en su obra Lorca-Dalí, “el hambre sexual de Gala es tan voraz que raya en la ninfomanía. Pronto empieza a necesitar amantes, lo cual no plantea problema alguno para Éluard, que cree tanto como ella en el amor libre”.
Max terminó por abandonar a su mujer e hijo y se trasladó a París donde formó un ménage á trois junto a Paul y Gala estableciendo una rutina familiar en que Paul se iba a trabajar a la empresa familiar y Max -casi sin dinero- pintaba las paredes del palacete de Eaubonne, donde residían, con maravillosos murales siempre acompañado de Gala (aunque nunca había tolerado que nadie lo observara mientras trabajaba). Pero Paul comenzó a sentirse desplazado y a sufrir con ello y Gala, en palabras de Monika, “se sentía como una intrusa que iba destruyendo la fuerte amistad que existía entre Max y Paul”.
Y entonces, dos años después de iniciar el menáge a trois, Paul se fugó a Saigón con una fuerte suma de dinero que sacó desde la empresa familiar y dejando una carta en la que les prohibía buscarlo. Pero, al parecer, pronto cambió de opinión y en una escala en Papeete le envió una carta a Gala en la que indudablemente la invitaba a reunirse con él
“Mi niña querida, espero que estés pronto por aquí. Me aburro. Pero te consolará la forma en la que voy a amarte. Eres la única preciosa. Eres mi único amor, jamás he amado a otra. No puedo amar a ninguna otra. Sólo pienso en ti a cada minuto de tu ausencia”.
Pero Max Ernst no tenía dinero y dependía económicamente de Paul y Gala por lo que ésta había vuelto a trabajar manteniendo su relación con el pintor muy relajadamente. Así las cosas, Paul decidió enviarle el dinero para el viaje rogándole que fuera a verle. Ella, por supuesto, fue acompañada de Max y pasaron juntos tres semanas en Saigón. Luego, Éluard regresó a París y tras él volvió Max para recoger sus pertenencias. Fue el fin del menáge á trois, pero no de la amistad-amor entre Max y Paul. que siguieron colaborando y publicando obras juntos como, por ejemplo, Au defaut du silence. A partir de la separación, Max pasa a pintar a Gala como una mujer fría, una especie de presencia maligna y Paul habla de ella en sus poemas como “un demonio”.
Gala se sintió abandonada y volvió a pasar temporadas en sanatorios mientras Paul frecuentaba a otras mujeres hasta que, en 1929 conoció a Salvador Dalí cuando éste viajó a París para la presentación de la película Un perro andaluz, que había realizado en conjunto con Luis Buñuel. Goemans, el galerista presenta a Dalí con Éluard y Gala. Cuando el pintor conoce a Gala, se enamora de ella e invita a la pareja a pasar el verano siguiente en Cadaqués, junto a René Magritte y su esposa y Goemans y su compañera. Dalí tenía 25 años, Gala 10 más y para él su figura andrógina, sus ojos oscuros y su nariz aguileña eran tan fascinantes que llegó a compararla con un “efebo en femenino”.
Dalí, En la Vida secreta escribe: «Estaba destinada a ser mi Gradiva (este nombre proviene del título de una novela de W. Jensen, cuyo personaje principal es Sigmund Freud; Gradiva es la heroína y lleva a cabo la cura psicológica del protagonista), la que avanza, mi victoria, mi esposa».
En Cadaqués, esta relación adúltera avanza a la vista de todos y un día, durante uno de sus paseos, se besaron. Dalí contó a quien quisiera escucharlo que cuando había conocido a Gala aún era virgen, pero cuesta creerlo sabiendo que había mantenido y mantuvo con Federico García Lorca una relación de amor atormentada con altibajos, encuentros y reencuentros a la que solo el asesinato del poeta en el 36 puso fin. El propio Dalí confesó que su relación con Lorca había sido “todo lo contrario a una azucarada novela rosa. Fue un amor erótico y trágico.
Los inicios de la relación entre Gala y Salvador fueron turbulentos y habrían mellado cualquier relación que no fuera la que se estableció entre ellos. El padre de Dalí lo expulsó de su casa y prohibió que alguien lo recibiera (casi un señor feudal). Esto los obligó a peregrinar entre París y algunos lugares de España donde no llegaba la influencia del padre. Pero, a finales del 34, la pareja se casa en el consulado de España en París. Paul se había divorciado y casado de nuevo, sin cortar su relación con Gala y siguió escribiéndole cartas de amor y acostándose con ella cuando ya estaba con Salvador.
En realidad, la sexualidad de Dalí da para muchas especulaciones y para un artículo completo, pero este es sobre Gala y él siempre declaró que lo que más le gustaba era sodomizarla, ¿Por qué? Le preguntaron. Y él contestó: “Es lo que más me seduce. He de manifestarle que a mí los pechos y el sexo femenino no me interesan. Me interesa el culo. Porque el culo es un agujero claro, limpio y sé lo que allí hay. En cambio, en el sexo femenino hay labios, clítoris… confusión. Uno se extravía…Además por ahí nacen los niños. Jamás ha salido nadie por el ojo del culo”
“Fue una relación especular rara y compleja. Ella no era sólo una modelo pasiva, una musa: decidía cómo quería salir en el cuadro. Se disfrazaba de lo que quería. Y en ese sentido, al decidir cómo te representan, Gala anticipa a artistas posmodernas de los ochenta como Cindy Sherman. Aquello fue un proyecto común. Ella era su propia obra y construía la mirada de Dalí, cosa que él reconoció firmando Gala Salvador Dalí. Más que coautores, eran el personaje a dos que se inventaron”. Estrella de Diego, biógrafa de Gala,