George Sand: Hija del siglo XIX. Adelantada hoy como ayer.

por Cristina Wormull Chiorrini

En los inicios del siglo XIX Amantine Aurore Lucile Dupin de Dudevant decidió vivir como una rebelde, defensora de la libertad personal, literaria y política, adoptando un seudónimo masculino que logró legalizar y heredar a sus hijos, vistiéndose de hombre y subvirtiendo las normas sociales, convirtiéndose, sin buscarlo, en precursora del feminismo, protagonista de acontecimientos históricos e hija predilecta de su siglo.

Casi siglo y medio después de su muerte, George Sand sigue más vigente que nunca. Ella es una de las voces más destacadas, renovadoras e influyentes del Romanticismo y su vida resuena fuertemente en lo artístico y político.Pero ¿cómo condensar en unas pocas carillas la vida de esta mujer que no solo fue una prolífica escritora, sino que se involucró en las actividades políticas y sociales de su época, optando por estar siempre al lado de las necesidades del pueblo?  Es un trabajo imposible y en estos convulsos tiempos de noticias agobiantes, decidí centrarme tan solo en su vida amorosa, dejando fuera su compromiso político que se encuentra plasmado en varias de sus obras.

Amantine Aurore Lucile Dupin, nació de una modesta mujer de pueblo, hija de un vendedor de pájaros, que aparentemente se prostituía entre los soldados de Napoleón  y de un noble perteneciente a una de las familias más aristocráticas de Francia (aunque de una rama bastarda descendiente del rey Augusto II de Polonia).  Su abuela paterna que nunca pudo tolerar la situación, aprovechó la muerte del padre de Aurore al caerse de un caballo – cuando ésta tenía tan solo cuatro años-  para arrebatársela a su madre y encargarse de su crianza en Nohant, donde residía.  Aurore tuvo la “desventura” de nacer  en un tiempo  en el que el código civil francés  señalaba  que «deficientes mentales, menores, delincuentes y… mujeres» estaban privados de derechos legales. Aurore luchó toda su vida, de una forma muy particular, contra los prejuicios y las injusticias que se cometían con las mujeres.

Apenas cumplidos los 18 años, se casó con el  adusto Barón Casimir Dudevant,diez años mayor.  Fue una unión muy difícil de entender, salvo porque ella se había quedado sola un año antes al morir su abuela.  Duraron 8 años casados y de esta unión nacieron  los dos hijos de Aurore. Un día, siguiendo al primero de sus amantes, el periodista y novelista Jules Sandeau, la joven armó sus maletas y se trasladó con sus hijos a París donde comenzó a trabajar en Le Figaro junto a Sandeau, con el cual redactó sus primeras obras bajo el seudónimo de J. Sand.  Al escribir Indiana, su primera novela individual, ella lo hizo como G. Sand.  Toda su prolífica obra posterior aparecerá con el nombre de pila: George.  Al respecto, ella se tomó la licencia de quitarle la “s” final que posee en francés para aludir a su etimología que en griego antiguo (georgios) significa “el que trabaja la tierra”. Aurore eligió este seudónimo no solo por lo anterior, sino por  el placer que le provocaba firmar con un seudónimo masculino desafiando a la sociedad.  Y no solo se limitó a ello, sino que empezó a vestir ropa masculina, más por comodidad ya que los vestidos femeninos eran muy complicados de usar e impedían un desplazamiento ágil por las calles y entorpecían las salidas nocturnas de Aurore.  Por último, y como si fuera poco, empezó a fumar puros, todas actitudes objeto de crítica severa.

George Sand alcanzó con sus escritos un éxito tal, que pudo vivir de su pluma pues llegó a ser tan famosa como sus amigos y contemporáneos, Balzac o Flaubert y, por si esto no fuera suficiente, al divorciarse de su marido obtuvo la custodia legal de sus hijos.  En un siglo caracterizado por la pacatería y el sometimiento de las mujeres, tuvo amantes hombres como los señores Gransagne, Sandeau, Prosper Merimée, Michel, Didier, Félicien Mallefille y tal vez Lammenais, un cura excomulgado, Chopin y De Musset, entre muchos otros; y mujeres como la actriz Marie Dorval y la cantante de ópera Paulina García.  Lo cierto es que amó a muchos grandes hombres de su tiempo y sería largo enumerarlos, pero indudablemente los dos grandes amores de Aurore fueron un poeta:  Alfred de Musset y un pianista:  Fréderic Chopin.  Con ambos vivió las que son consideradas las mayores historias de amor del romanticismo y sobre las que autores consagrados han escrito abundantemente.

Amar sin ser amado, es como encender un cigarrillo con una cerilla ya apagada.George Sand

George Sand, aparte de tener una gran facilidad para conseguir amantes,  estableció muy buenas relaciones con artistas e intelectuales de la época como el compositor Liszt, los escritores Balzac y Proust  o el pintor Eugène Delacroix; y también tuvo la habilidad para lograr  tremendos enemigos como Charles Baudelaire, el autor de Las flores del mal, que dijo de ella que

 “Es estúpida y engreída. Sus ideas morales tienen la misma profundidad de juicio y delicadeza que las de las limpiadoras y las mantenidas… El hecho de que haya hombres que se enamoren de esta zorra es prueba de cuán bajo han caído los hombres de esta generación”.

En fin, la polémica fue parte de su vida.

George Sand o Aurore, conoció a Alfred de Musset cuando éste apenas tenía 23 años y despertó su curiosidad con  una apasionada carta de admiración sobre su novela Indiana… Alfred era considerado el niño genio de las letras francesas y también un libertino sin freno que,  sin amilanarse por la nula reacción de Sand a su carta,  acudió a la presentación de Lélia, la nueva obra de Aurore.  A poco andar se convirtieron en amantes, pero a pesar de ser una de las historias de amor más célebres de las letras francesas, estuvo desde sus inicios condenada al fracaso por la diferencia de caracteres y edad:  Aurore ya tenía 29 años y dos hijos y era responsable de ellos; de Musset vivía al límite, entre borracheras, opio, el juego y las mujeres, sin pensar en el mañana. Así, su relación fue tormentosa desde el primer día, pero llegó a su climax cuando viajaron a Venecia donde de Musset planeaba recopilar información sobre Lorenzo de Médici, la  que finalmente se concretó en la famosa Lorensaccio (años después sería un gran éxito, interpretada nada menos que por Sarah Bernard en París).

En Venecia, de Musset se entregó a los placeres nocturnos, abandonando su trabajo y a Aurore, hecho   que ocasionó innumerables peleas entre ellos hasta que cayó enfermo de fiebres (probablemente a causa de sus correrías) y tuvo que ser atendido por el médico del hotel, Pietro Pagello.  Éste le salvó la vida, pero le quitó a su amante que se enamoró de este hombre serio y formal, todo lo contrario de su bohemio poeta. De Musset los descubrió y volvió a Francia, pero a pesar que por un tiempo la relación amorosa entre Aurore y Pagello continuó, de Musset y ella  mantuviron encuentros esporádicos y atormentados por un par de años más,  sobre todo a través de unas apasionadas cartas que son las epístolas más apasionadas y atormentadas jamás escritas y que años después serían publicadas por Ediciones Ulises con prólogo de Jorge Luis  Borges.  Ambos quedaron fuertemente marcados por su relación y él, un año después de su ruptura definitiva, le dedicó su mayor obra Confesión de un hijo del siglo… Aurore, novelaría su relación unos años después en su obra Ella y él.

Alfred de Musset, como muchos de los hombres a los que Aurore amó, murió joven. El 2 de mayo de 1857 falleció mientras dormía, víctima de un infarto provocado por la combinación de alcoholismo y una malformación aórtica. Tenía 47 años y había sobrevivido en ocho al otro gran amor de George Sand: un pianista polaco llamado Fréderic Chopin.

Estoy muy emocionada de decirle que tengo

bien entendido que la otra noche usted tuvo

siempre unas ganas locas de hacerme

bailar. Guardo el recuerdo de vuestro

besar[1] y me gustaría mucho que sea

esto una prueba que yo pueda ser amada

por usted. Estoy dispuesta a mostrarle mi

afecto desinteresado y  sin cál-

culo, y si usted quiere verme también

desvelar sin artificio mi alma

toda desnuda, venga a hacerme una visita.

Charlaremos como amigos, francamente

Le probaré que soy la mujer

Sincera, capas de ofrecerle la afección

más profunda y también la más estrecha

amistad, en una palabra la mejor prueba

que usted pueda soñar, ya que vuestro

espíritu es libre. Piense que el abandono que yo re-

pito es bien largo, bien duro y a menudo

difícil. Así es que soñando tengo el espíritu

grueso. Acuda entonces rápido y venga a

hacerme olvidar por el amor donde yo quiero

ponérmelo. Post Data: Léala saltando las líneas pares. (Ingeniosa carta poema de George Sand a Alfred de Musset)

Para entender a plenitud el poema de Aurore a Alfred, hay que aclarar que la palabra “Baiser” en Francia, que se traduce en principio como “Besar” perdió en el siglo XVII su significado original porque las parejas, en su relación epistolar, comenzaron a utilizar el verbo “besar” para referirse a “hacer el amor” o “tener una relación sexual”. De esa manera, la palabra “baiser” comenzó a vulgarizarse y años después fue adaptada en el lenguaje coloquial como el vulgarismo que en español sería “coger”, “follar” o “tirar”. Este poema es un mensaje cifrado muy picaresco y provocador. Para entenderlo, hay que leerlo saltándose las líneas pares, como solicitó Aurore en la post data.

La relación de Aurore y Chopin estuvo siempre marcada por la enfermedad del pianista, que gradualmente convirtió a la escritora de amante a enfermera, y casi a madre. Aurore llamaba a Chopin “su tercer hijo”, y frecuentemente se refería a él como “niño” o “angelito”.

Si la relación de Aurore con Musset había sido tempestuosa, su relación con Chopin fue, en general, bastante plácida, registrándose pocos incidentes remarcables en los diez años que permanecieron juntos y que sería  la relación de pareja más larga de George Sand; Entre los capítulos más destacables de su vida en común se encuentra la estadía  por un año en la isla de Mallorca, donde esperaban que el clima fuera más templado y ayudara a mejorar la salud de Fréderic que padecía de tuberculosis, pero fue todo lo contrario y el mal tiempo produjo muchos desencuentros entre ambos, conflictos que terminaron cuando decidieron regresar a Marsella en Francia para luego establecerse en Nohant donde Chopin logró una leve recuperación de los malsanos efectos del invierno mallorquín.

¡Y yo aquí, condenado a la inacción! Me sucede a veces que no puedo por menos de suspirar y, penetrado de dolor, vierto en el piano mi desesperación. Fréderic Chopin

En Nohant vivieron en armonía hasta que la hija de Aurore se enamoró y quiso casarse con un escultor que no era de su agrado. Chopin, sin mayores razones, defendió la decisión de Solange, su hijastra, y eso originó que Aurore pensara que había algún tipo de enganche amoroso entre ambos, lo que la llevó a terminar la relación.

Dos años después de su ruptura, el 17 de octubre de 1849, con solo 39 años de edad, Fréderic Chopin falleció en París, víctima de la tuberculosis que le había acompañado gran parte de su vida. Su corazón fue enviado a Polonia, mientras que su cuerpo fue enterrado en el parisino cementerio de Père Lachaise, a escasos 200 metros del lugar donde, ocho años después, sería inhumado Alfred de Musset.

“No puedo creer en ninguna república que empiece su revolución matando a su propio proletariado”. George Sand

La producción literaria de George Sand se puede clasificar en cuatro etapas:  Novelas del primer periodo (1832-1836), como Valentine y Lélia e Indiana, idealistas y románticas, donde exaltaba el amor libre frente al matrimonio convencional; en un segundo período, encontramos novelas de inspiración socialista, probablemente influenciadas por Félicité de Lamennais y el filósofo Pierre Leroux, entre ellas, Consuelo; En el tercer período se vuelca a la vida campestre y publica Francois el Champi y La pequeña Fadette; En el cuarto período son destacables El Marqués de Villemer y Jean de la Roche, consideradas  lo mejor de su producción, aunque aquí solo hemos incluido una pequeñísima cantidad de títulos de Sand.

El 8 de junio de 1876, Aurore Dupin falleció en su casa de Nohant, a los 71 años de edad. Ella creyó, como dijo en una carta a su amigo Flaubert, que sería olvidada con el paso de los años; no sólo no fue así, sino que hoy día es recordada como una de las más grandes escritoras en lengua francesa, y como uno de los modelos más importantes para el feminismo.

Como ella misma escribió en una respuesta a sus críticos, “el mundo me conocerá y entenderá algún día; y si eso no sucede, no importará demasiado, porque habré abierto el camino para otras mujeres”.

La trascendencia de George Sand queda recogida en las palabras que Fedor Dostoievski le dedicó en sus Diarios (Páginas de Espuma):

¡Por supuesto, muchas personas van a sonreír al leer mis palabras sobre la importancia que le doy a George Sand; y serán injustos: es verdad, ha pasado bastante tiempo desde que tuvieron lugar todos estos hechos, y la misma George Sand ha muerto viejita, a la edad de setenta años, y acaso haya sobrevivido mucho a su fama. Pero todo lo que constituyó ‘una palabra nueva’ en la obra de esta poetisa, todo lo que hubo de ‘universalmente humano’, todo eso, enseguida y a su tiempo, repercutió aquí, en nuestra Rusia, con una impresión fuerte y profunda…”

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1 comment

Maria del Pilar Clemente julio 12, 2022 - 11:18 pm

Una apasionada y aventurera vida. Pionera. Gracias por el tema.

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