En una época fría y otoñal, la época de “la sociedad de la decepción”, el nuevo proceso constitucional avanza velozmente vaciado en su origen de la participación del pueblo ciudadano, arrasado por el “tsunami republicano”, los votos nulos, y el “malestar social”. Según una ultraderecha eufórica que se tragó con apetito y sin misericordia a la derecha, fue una derrota aplastante del “octubrismo refundacional” y la segunda catástrofe seguida y ¿definitiva? para el gobierno. Mientras, el cacareado “centro político” fue lo que es: nada.
Los que tomaron control absoluto constitucional y probablemente de las reformas en el congreso que harán imposibles, proclaman a los cuatro vientos la necesidad (¿algo hipócritamente?) de un gran “punto de encuentro nacional” por el bien de Chile entero, para combatir la polarización y los riesgos populistas. Un avezado y racional analista, proclama un resultado víctima de una irreflexiva atribución al “desorden nihilista, con un significado de justicia social”.
Los empresarios sacan cuentas alegres y ven en los resultados “oportunidades de crecimiento e inversión” y la “disminución necesaria de la incertidumbre”.
El fundador de Podemos en España, Pablo Iglesias, mencionó que el resultado estuvo marcado por la “agenda reaccionaria de la migración y la seguridad” que “se impuso a la agenda democrática” del estallido social.
Un presidente desencantado y débil, invita al Partido Republicano “a no cometer el mismo error que cometimos nosotros”, y la vocera se apresura a hablar de un programa de gobierno ahora flexible, mientras los partidos oficialistas reclaman por la necesidad de una gran unidad imposible por la explosión fragmentaria de muchos “yoes”. Les faltó reconocer el resultado de la votación como producto de un diseño constitucional de naturaleza espuria viciada en su origen único congresal muy narciso, sumado los poderes fácticos hegemónicos, en medio de un “diseño democrático” velozmente decadente y degradado casi a sólo la “oportunidad”, pero obligatoria, de votar “representativamente”.
Se cumplió con el objetivo del diseño original. Ganaron los individualistas conservadores con algunos reformistas y los poderes hegemónicos. Perdieron los revolucionarios “radicalistas”. Pero no hay que olvidar, que la nueva constitución, por el solo hecho de ser nueva, exige de un proceso creativo radical, ¿y por qué no? revolucionario. Toda creación, es “revolucionaria” incorporando y re- creando lo que ya existe y ya se realizó. No existen las constituciones “de novo”.
Otros hablan de la necesidad de “detener el péndulo político/social” que nos embarga y daña. Pero no es un péndulo. Es un flujo procesual que se dirige hacia el punto de fuga de un fracaso iniciado con las elecciones de un equipo gobierno y de constitucionales del primer evento/ performance, que privilegiaron y privilegian aun, las búsquedas identitarias elitistas lejanas de los interese de las personas y comunidades mientras buscaban y buscan todavía su propia identidad.
Los dos partidos que triunfaron en un domingo siete como un terremoto grado nueve, fueron el partido republicano y el partido comunista que comparten la presencia de una identidad con valores y sentido claros y sólidos que no transigen. Y esa fue la realidad que privilegió el poder social del pueblo ciudadano al votarlos, también en el rechazo y los votos blancos. Ya parece no haber opción. Será una nueva constitución conservadora, derechista, e individualista, o no será. Seguiremos con una salud y educación economicista, las ISAPRES y las AFP. Este virus ya contagió al gobierno, a varios partidos “oficialistas” y a la comunidad. Parece que también a nuestro presidente que no ha mostrado el coraje del presidente Petro en Colombia. Sólo queda el rechazo en el plebiscito final.
¡Carajo! ¡Qué lástima!
Algo va muy mal.