“El proceso constitucional carece de legitimidad y está secuestrado por los partidos del orden”, afirma el gobernador regional de Valparaíso Rodrigo Mundaca (El Mercurio Reportajes, 26/3). Tiene razón. Estos son los partidos con personas que aborrecen con espanto la incertidumbre y un desorden llenos de turbulencias y violencia. No toleran la ambigüedad. Tratan de huir(conservadoramente) de una dimensión fundamental de la vida natural, social y cultural. Niegan un aspecto esencial del devenir humano que permite nuestra existencia como un proceso permanente.
Siempre somos parte de este proceso inexorable del universo como un flujo de múltiples procesos, en este caso humanos, como los biológicos, políticos, sociales y económicos.
¿De qué procesos hablamos? Whitehead responde:
“Estamos en el presente; el presente siempre está alterándose, se deriva del pasado, está pasando al futuro. En este proceso se entrelazan el cambio y la permanencia que se necesitan mutuamente”. En estas dinámicas, la “confusión es tan fundamental como el orden”. El orden y el desorden jamás se excluyen. Tampoco la violencia y la paz. Ni la vida con la muerte.
Edgar Morin recurre al pensamiento de la complejidad, haciéndolo a través del “principio dialógico”, que permite unir nociones “antagonistas”. Menciona entonces a Niels Bohr: “Lo contrario de una verdad trivial, es un error estúpido, pero lo contrario de una verdad profunda, siempre es otra verdad profunda”. ¿Qué tal?
Cito nuevamente, porque me parece cada vez más necesario y atingente, a Roberto Gargarella, constitucionalista argentino, quien afirmaba en enero: “Escribir una Constitución es una dolorosa reflexión sobre nuestra propia historia” (La Segunda, 12/1), agregando que el actual proceso constitucional chileno “en términos democráticos, me parece muy deficitario (por su forma)”.
A cincuenta años del golpe militar, ¿serán sólo los expertos y los consejeros constitucionales quienes sufrirán con angustia revisitando la historia y luchando con las palabras llenas de verdades, falsedades y silencios? ¿Merecen ese privilegio si no cuentan con la confianza del pueblo ciudadano? La angustia permite enfrentarse con la nada de la existencia y también con la muerte, la muerte que siempre acontece primero en el otro. Deberán lidiar con el horror del golpe militar, sus asesinatos y torturas. También con la cuasi revolución social abortada y su compromiso por “la paz”, las violaciones de los Derechos Humanos y la pérdida de una nueva constitución fatalmente fallida. Deberán enfrentar la culpa y el arrepentimiento, con la belleza de la esperanza para poder crear en este nuevo duelo constitucional. No sólo en la guerra, sino también en la política “lo primero que muere es la verdad”.
¿Acaso estarán impulsados por el temor que mencionó Salazar de la “oligarquía” empresarial y de una clase política totalmente desprestigiada” a “una nueva explosión social peor que la anterior”? Por lo menos el miedo impulsa cambios: huida y ataques, pero también pánico.
Basta ver lo que sucede en Francia donde a la ciudadanía no le ha quedado más que hacer política desde la calle y en esa circunstancia la masa no se sienta a deliberar, si no que entra en acción, con fuertes movilizaciones, siempre acompañadas en algún momento, de fuego y violencia (similar a lo ocurrido en Chile y en otras partes del mundo). Macron se equivocó en su respuesta “la muchedumbre no tiene legitimidad”. Quizás, por su pasado como bancario y por no poder reelegirse. Hoy, sí la tiene.
Los líderes exitosos del mundo de hoy son los que logran manejar la incertidumbre pensando la complejidad de forma ética, y gestionando lo mejor posible las dinámicas estabilidad /cambios.
Veremos cómo lo hace el Presidente Boric.
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Excelente artículo de Odette Magnet. El dolor de los que sobreviven a sus desaparecidos es para siempre. Un barazo grande.