Firmado un nuevo acuerdo de partidos oficialistas que llevaba incorporado su propia antítesis en espera de una nueva síntesis. Su propia destrucción y novedad. Sólo el PC lo comprende cuando su presidente aclara: “No podemos garantizar que vamos a hacer estas cosas”. Es decir, cree (¿y desea?) que no pueda llevarse a cabo. “Hay que consultarlo antes con el pueblo”, sentencia. ¿Cuál es el sentido que se oculta antes de su palabra? ¿Hay alguno? Necesitamos soberanía y comunidad. Pueblo y ciudadanía.
Jean Luc Nancy hablará de una época llena de “burbujas de sentido a la deriva”. Más aún, de estar expuestos al “abandono del sentido” más allá de una crisis de sentido. Siempre a su espera, en la eterna demanda de sentido. ¿El sentido que se siente ¿es construido, dado o regalado? Emerge de las tres formas a la vez.
De allí la necesidad desesperada de introducir un sentido. “Tarea que permanece bajo el estatuto absoluto de lo que está por lograrse”. Maurice Blanchot reflexiona sobre la presencia de “Un sentido ausente que aún no es pensamiento pero que ya constituye el desastre del pensamiento” en su libro “La escritura del Desastre”. ¿Es posible pensar en la nueva Constitución como en una escritura del desastre? ¿Nos llevará a un desastre? ¿Es el presagio de un desastre? ¿O su problema es un vacío o debilidad de sentido que le impide la presencia de un exceso de sentido que nos ilumine?
Estamos a la espera del sentido constitucional plebiscitario. Demandamos al librillo “residencia, abrigo, seguridad, identidad, certezas, filosofía como distribuidora de valores, de visiones de mundo y- ¿por qué no? – de creencias y mitos.” Pero se lee en el texto sobre un ser humano con un alma escasa y sin espíritu. Sólo materia vacía. Potencia vacua con nostalgia de lo absoluto ¿Nostalgia de Dios? ¿O sólo la fascinación por los desastres, que nos subjetivan?
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Siguiendo a Alfred Whitehead, y trasladando a lo político sus “modos de pensar”, me temo percibir una constitución secundaria a un “esfuerzo engreído que encarna lo común y corriente, sin el impacto de nociones morales estéticas religiosas”. Faltarían “las fuerzas disyuntivas y energizantes de la civilización que mueven la humanidad hacia arriba o hacia abajo”. Aprobar esta constitución sin incorporar estas fuerzas, creo que podría llevarnos a un acelerado o lento declive.
Respecto a las certezas del sentido (cuya falta reclama especialmente el rechazo), este autor también nos advierte sobre la degeneración de la vida, “cuando queda ligada a los grilletes del mero conformismo”. Insiste en que “para avanzar hacia la novedad es esencial incorporar elementos vagos y desordenados de la experiencia. Trascender la mera claridad y el orden es necesario para lidiar con lo imprevisto, para el progreso, para el entusiasmo (creativo)”. Es decir, son necesarios los vacíos secundarios a los desgarros del sentido. (Y vaya que los tiene este proyecto constitucional).
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Finalmente, ¿dónde buscar el sentido del sentido faltante? ¿Dónde hallar las fuentes de sentido que alimentan, -espero-, esta constitución (y del actual gobierno) para el encuentro con el sentido de votar apruebo junto a un apoyo -siembre crítico y favorable-, con el presidente y su gobierno? Acudo como muchas otras veces a la especulación filosófica provocativa política de Slavoj Zizek.
El proyecto de transformación político social actual, creo que recoge su propuesta impulsada hacia la necesidad de la izquierda para escapar a una acción política que termine sólo en lo provisional y lo parcial. Sólo adecuada y limitada por el contexto externo y de lo ya existente. Tiene ambición. Aspira a posibilitar lo imposible. A “politizar la ética”. Creo que honestamente (aunque a veces con dificultad), que aspira a “cortar el nudo gordiano del protocolo post moderno, reconociendo nuestra responsabilidad ético-política de confrontar la violencia constitutiva del capitalismo neoliberal contemporáneo y su obscena naturalización/ invisibilidad y exclusión (..) de los que están en una posición verdaderamente abyecta”: pobres, marginados, violentados por el narcotráfico, segregados, excluidos…
Aspira a transformar el imaginario ético -político actual, redefiniendo el protocolo de los derechos sociales democráticos existentes en la actual Constitución. Nos exhorta a una autonomía incondicional, pero responsable, sobre el bien común de todos y todas. A si es necesario, bajo esta mirada ética, “romper normas (cuando sea necesario) aunque conlleven cambios traumáticos buscando nuevas direcciones” de forma pacífica y democrática. ¿Aunque esta sea llevada a sus límites?
Nos insta a aprobar, defender y arriesgar lo imposible.
La cordillera vuelve a estar nevada y el país frío. “Sólo ella se subleva, seno desnudo en el sentido que consume”.
Se acerca el 4 de septiembre, día de la esperanza imposible sublevada, (y para nadie des astrosa).