Una serie de misterios rodea a La Cueva del Inca y su relato, considerándosele una de las leyendas más antiguas narradas en Arica.
Esta cueva se encuentra ubicada en el acantilado del Morro y desde el 1600, se conocen algunas experiencias relatadas en torno a ella. Una es, la incursión que hizo en su interior, el investigador George Taylor y en su relato coincide con otros en las que se menciona la extensión de esta cueva, su oscuridad, las fuertes corrientes de viento en su interior y el frío intenso en algunos tramos.
Desde el Corazón del Tiempo, nos señala en sus escritos don Alfredo Raiteri Cortez: “Documentos del 1600 indican que este lugar era morada de ciertos naturales, que los españoles llamaban «indios morreros”, los que se cree, se comunicaban con los soldados del inca y a partir de aquí entonces se le designó como La Cueva del Inca.
En 1854, William Bollaert, en su visita a Arica, hizo una narración similar en la que menciona un cementerio indígena, donde encontró pictografías de color rojo, con figuras humanas y de animales, muestras que más tarde llevó al Museo Británico, junto a otras muchas halladas en las playas de la ensenada llamada Chacota (actual Playa La Lisera).
Posteriormente en el año 1914 varios jóvenes hicieron una expedición a su interior, pero no pudieron recorrerla más allá de unos doscientos metros debido a que se encontraba obstruida por grandes peñascos que seguramente cayeron por efectos de los terremotos de 1868 y 1877.
Antiguos residentes ariqueños, aseguraban haber entrado en dicha cueva, haber visto una gran laguna de agua salada que creían era alimentada por un canal subterráneo, cuya bocatoma estaba entre las rocas en la costa hacia el norte del Morro. Decían que esta laguna era tan grande que había que atravesarla en pequeñas canoas y que el camino dentro de la cueva, al otro lado de la laguna, era tan espacioso que dos personas podían transitar sin incomodarse, pero que era imposible tener la luz de las velas encendidas porque a veces el viento, o la carencia de oxígeno, las apagaba continuamente, lo que les hacía insostenible internarse en ella”, concluye Alfredo Raiteri.
Cuenta la leyenda que Mamá Ojllu, princesa y emperatriz del gran Imperio del Sol en su palacio del Cuzco, exigía que todos los días se le sirviera pescado fresco.
Sus súbditos, trataban de complacer sus peticiones. Sin embargo, lagos y ríos quedaban lejos del palacio, y cada vez era más difícil conseguir el tan deseado alimento por lo que muchas expediciones fracasaron en el intento.
Un día, se presentó ante el Inca un grupo de indígenas que eran conocidos como “indios morreros” y parecían ser dueños del gran secreto: obtener el pescado fresco para Mamá Ojllu.
Interrogados por el Inca sobre los orígenes del pescado, los indígenas contestaron:
¡De Arica!, que en lengua secreta del Inca significaba ¡Tierra Deseada!
El Inca, decidió enviar a sus chaskis emisarios junto a los morreros, quienes emprendieron el camino de regreso a Arica, desde una caverna ubicada a orillas de una laguna, a pocas leguas del Cuzco, y se internaron en ella.
Desde esa fecha se organizó una cadena de chaskis emisarios del Inca, que en perfecta poesía y en planificadas travesías, tomaban los peces vivos en Arica y emprendiendo veloz carrera cruzaban todo este largo camino. Y así llegaban a palacio, donde Mamá Ojllu, los esperaba.
Era un viaje difícil y agotador. De trecho en trecho se encontraban con lagunas de agua dulce y salobre, a veces a nivel del camino, otras bajo éste y a las que se descendía por escalinatas esculpidas en la roca viva. En estas mismas lagunas, iban depositando los peces, para mantenerlos vivos y frescos. Finalmente, y después de atravesar una laguna de agua salada, salieron por un camino ubicado en el acantilado del Morro de Arica.
Esta tarea fue encomendada a los chasquis, expertos mensajeros y corredores conocedores de las rutas del imperio que identificaban por la lectura astronómica de las estrellas, quienes recorrían grandes distancias en 24 horas, atravesando las rutas más difíciles y escarpadas que se pueda imaginar.
Gracias a ellos y a los indios morreros de Arica, Mamá Ojllu podía degustar los manjares marinos frescos, como recién extraídos del mar.
La Cueva del Inca se utilizó hasta la llegada de los españoles y es en este punto donde se encuentran leyenda e historia.
La leyenda y la historia
Los conquistadores exigieron oro a cambio de la vida de Atahualpa, pero sólo llegaron a Cuzco las riquezas recolectadas en los lugares cercanos,
Nos comentan los escritos de don Alfredo Raiteri, “Cuando Atahualpa creyó en las promesas de Pizarro, en el sentido que podía obtener su libertad mediante la entrega de oro, impartió órdenes a sus caciques para que lo recolectaran en todo el Imperio y lo llevaran a Cuzco para obtener su rescate. Pero que, cuando el cacique de Moquegua estaba listo para emprender la marcha con un buen cargamento del precioso metal, recibió un nuevo chaski emisario, el cual le comunicó que Atahualpa había sido ejecutado por Pizarro, y que el oro que había recolectado debía esconderlo tan bien, que no pudiera ser encontrado por los blancos invasores, y que especialmente lo hiciera en zonas en que no existiera o se encontrara este metal en forma nativa. El cacique de Moquegua, en cumplimiento de estas órdenes enterró parte de él, en Locumba”.
Muchas otras remesas de oro tampoco llegaron a mano de los españoles, pues cuenta la leyenda que, al enterarse los caciques Incas de la muerte de Atahualpa, escondieron las riquezas de príncipes y caciques en algún rincón de la Cueva del Inca, en cuyo secreto aún permanece.
En el paso secreto del Morro, habita Atahualpa, el oro perdido en el tiempo y el espíritu de la Emperatriz, la Princesa del Gran Imperio del Sol, Mamá Ojllu.
Bajo el signo de la antigüedad comerá el producto de nuestras aguas desde la Tierra Deseada al Cuzco, por las venas de la tierra.
La Cueva del Inca aún tiene voces, la felicidad de Mamá Ojiu y el tesoro de Atahualpa que guarda en sus entrañas.
4 comments
Me gusto mucho tu escrito compañero, viaje a esas tierras con tu relato y acompañe a los hermanos Incas en sus travesías, muchas gracias
Interesante el relato, lo leímos junto a mi hijo y por un momento nos transportamos a esos lejanos tiempos.
Potente leyenda,gracias por descubrirla develándola y compartir.
Escrita magistralmente llena de poesía,relatos con historia,en que las imágenes cobran vida ,llenando de emoción su lectura.
me imagino un documental ,lo espero