Calificar o etiquetar la Política Económica de Trump, no es tan fácil como se cree o se esperaba, así se deriva de la Gran Pregunta que hace Project Syndicate a cinco economistas destacados: Antara Haldar, Harold James, Mariana Mazzucato, Stephen S. Roach, and Michael R. Strain https://www.project-syndicate.org/onpoint/is-trump-a-state-capitalist
Me quedo con Antara Haldar que concluye: “La doctrina económica de Donald Trump desafía la categorización fácil. Gran parte de su agenda -recortar impuestos, desregular con abandono y abogar por dirigir Estados Unidos «como un negocio»- huele a neoliberalismo. Pero varias de sus políticas, y las creencias que aparentemente las sustentan, equivalen a una ruptura decisiva con el libro de jugada neoliberal convencional.”
Respecto a la agenda de recortar impuestos y subsidios sociales, Trump cumplió con la One Big Beautiful Bill Act, la Ley Fiscal del 4 de julio (Título VII), con el recorte de impuestos “más grande de la historia” aunque la reducción de los subsidios es parte del problema del “apagón fiscal” reciente. La agenda de desregular se inició con la “segunda revolución estadounidense” mediante la Acción Presidencial “Desencadenar la prosperidad a través de la desregulación”, seguidamente con la Orden Presidencial de implementación de DOGE, Departamento de Eficiencia Gubernamental (inicialmente a cargo de Elon Musk), así como las Órdenes Ejecutivas orientadas a desregular distintos sectores económicos, especialmente para eliminar los obstáculos regulatorios para aumentar el suministro de energía y la extracción de recursos naturales.
El ofertismo y Reagan

Recortar impuestos y desregular son las recetas tradicionales de la escuela «supply-side economics» o economía de la oferta, donde para alcanzar el crecimiento económico con mayor eficacia se necesitan medidas que incrementen la oferta agregada, especialmente las referidas a la reducción de impuestos y a la desregulación de la actividad económica. Así, según los “ofertistas”, los consumidores se beneficiarán de una mayor oferta de bienes y servicios a precios más bajos.
Así, Reagan fue el primero, antes que Trump, en reducir la tasa máxima del impuesto sobre la renta del 70% en 1980 al 28% en 1989 (su último año de gobierno) y también recortó varias deducciones y recortó la tasa del impuesto de sociedades del 46% al 40% en 1987. El problema fue el déficit fiscal, pues en lugar de disminuir como predicaban los ofertistas, aumentó de 2,6% del PIB en 1980 a 5,9% en 1983 para terminar en 1990 en 3,7% del PIB. Como consecuencia, la deuda pública subió de 25,5% del PIB en 1980 a 40,9% en 1990.
En el tema de la desregulación, en una orden ejecutiva de febrero de 1981, el presidente Ronald Reagan exigió que todas las regulaciones importantes se sometieran a una evaluación de impacto.
Sin embargo, los ofertistas además de la desregulación financiera y a la competencia postulaban desregular los mercados laborales (reducir el poder de los sindicatos y de las prestaciones por desempleo), aumentar el libre comercio y la privatización. Trump, por el contrario, tiene alianza con los grandes sindicatos asociada a la protección arancelaria de la producción nacional, no busca precisamente el libre comercio y tiene una relación directa entre Estado y las grandes corporaciones y la intención de aumentar la participación accionaria estatal en las empresas de sectores estratégicos, como las tecnológicas y de minerales críticos.
Pero el tema de dirigir Estados Unidos «como un negocio«, que va más allá del rol del gobierno como corrector de distorsiones o de árbitro, ya es parte de la discusión sobre el tipo de Estado en la era de Trump y su naturaleza: si corresponde a un capitalismo de estado, Estado neopopulista o el Estado Inc., entre otras calificaciones.
La mano invisible del Gobierno

Milton Friedman (1949), uno de los padres del Neoliberalismo, ya anunciaba que la idea de que el papel del gobierno es el de árbitro, que impide que los individuos coaccionen a otros individuos, fue reemplazada por la idea de que el papel del gobierno es el de un padre que tiene el deber de obligar a algunos a ayudar al resto. Y ahí aparece la crítica anticipada a Trump de promover intereses privados:
En el ámbito gubernamental, como en el mercado, parece existir una mano invisible, pero que opera justamente en la dirección opuesta a la señalada por Adam Smith: un individuo que, al promover la intervención del gobierno, sólo pretende servir al interés público es llevado por una mano invisible a promover intereses privados, que no formaban parte de su intención.

También está Friedrich Hayek (1944), el filósofo político del liberalismo, que ya había rivalizado con Keynes en los años treinta y que volvió a reaparecer con el neoliberalismo, pero con una visión distinta sobre la acción estatal:
La cuestión de si el Estado debe o no debe «actuar» o «interferir» plantea una alternativa completamente falsa, y la expresión laissez-faire describe de manera muy ambigua y equívoca los principios sobre los que se basa una política liberal. Por lo demás, no hay Estado que no tenga que actuar, y toda acción del Estado interfiere con una cosa o con otra. Pero ésta no es la cuestión. Lo importante es si el individuo puede prever la acción del Estado y utilizar este conocimiento como un dato al establecer sus propios planes, lo que supone que el Estado no puede controlar el uso que se hace de sus instrumentos y que el individuo sabe con exactitud hasta dónde estará protegido contra la interferencia de los demás, o si el Estado está en situación de frustrar los esfuerzos individuales.
La conclusión es que para el Neoliberalismo la opción para la sociedad es un gobierno minimalista ―un gobierno vigilante―, o “Estado niñera,” que únicamente proporcione defensa nacional, protección de la propiedad y las personas y obligue el cumplimiento de los contratos.
La mano visible de Trump

La realidad indica que el Gobierno de Trump es maximalista y se mete directamente en la negociación privada de contratos, como intervenir para lograr un acuerdo para que Byte Dance de China transfiera la propiedad de TikTok, la versión estadounidense, a los propietarios en los Estados Unidos, porque le ayudó a ganar en las elecciones. O también, intervenir en las negociaciones para obtener beneficio como en el caso de permitir que Nvidia y AMD vendan sus chips a China a cambio de un recorte del 15% de sus ingresos en forma de un impuesto equivalente.
El reciente acuerdo entre Pfizer y la administración Trump es innovador. Según Bloomberg la farmacéutica se comprometió a reducir hasta en un 85% los precios de varios de sus medicamentos y a venderlos directamente al público estadounidense mediante la plataforma TrumpRx. A cambio, obtuvo una exención arancelaria por tres años frente a las tarifas que el presidente Trump había amenazado con imponer al sector farmacéutico. También impuso un arancel del 100% a las importaciones de productos de marca o patentados productos farmacéuticos, con algunas excepciones para las empresas que construyen una planta de fabricación en Estados Unidos
Sin embargo, lo que llama mucho más la atención es la intervención estatal accionaria. En junio, por ejemplo, a la japonesa Nippon Steel se le permitió adquirir US Steel, pero tuvo que otorgar al gobierno federal una «acción de oro«, que da poder de veto sobre los planes de negocios de la compañía. Después está la adquisición por parte del gobierno de EE. UU. de una participación accionaria en el principal productor de semiconductores, como es Intel, de un 10% y además le otorga al gobierno la opción de comprar un 5% adicional si alguna vez se vende.
Le siguió el Pentágono con una participación accionaria de $ 400 millones, junto con una garantía de compra de lo que extrae la minera de tierras raras MP Materials, que según CNBC «envía una verdadera señal al mercado de que estas inversiones son a largo plazo, que están aquí para quedarse«. Por último, el 1 de octubre según Reuters: El Departamento de Energía ha adquirido una participación del 5% en Litio Américas y una participación separada del 5% en la empresa conjunta Thacker Pass de la compañía con General Motors. Se prevé que ésta sea la mayor fuente de litio del hemisferio occidental. Todas estas compras accionarias dicen que tiene a los inversores preguntándose dónde podría invertir la administración Trump a continuación y no creo que puedan prever aquellas decisiones presidenciales.
Adicionalmente, la Política Comercial de Trump de la guerra arancelaria en realidad le ha convertido en una Política de Inversiones Administradas porque ha intercambiado el acceso al mercado de Estados Unidos por enormes compromisos de inversión de los socios comerciales del país. Es el caso de Corea con un compromiso de invertir 330 mil millones de dólares y el Reino Unido 600 mil millones en tres años.
Capitalismo de Estado o Estado Inc.
Empero, el intervencionismo de Trump no es el intervencionismo típico del norte tipo Keynesiano ni del sur tipo Cepaliano, tampoco estilo chino.

Así Antara Haldar precisa:
.. la posición de Trump es diferente de cualquier forma tradicional de dirigismo, tanto el «estado desarrollista» como el capitalismo de estado al estilo chino. Mientras que la política económica estatista se basa típicamente en una amplia planificación tecnocrática, las políticas de Trump son erráticas, transaccionales y miopes. Además, lejos de buscar promover el ideal normativo de equidad ampliamente compartida, Trump se dedica descaradamente a servirse a sí mismo y a sus poderosos leales. https://www.project-syndicate.org/onpoint/is-trump-a-state-capitalist

Mariana Mazucatto va más allá sobre la intervención accionaria en las empresas estratégicas y su enfoque caprichoso:
Tomar participaciones accionarias en empresas tecnológicas, tomar recortes de las ganancias de las ventas de chips y afirmar el control sobre sectores estratégicos puede parecer un arte de gobernar audaz, pero el enfoque de Trump equivale a lo contrario. Su enfoque ad hoc, caprichoso y orientado al emprendimiento, ciertamente no es un ejemplo de lo que yo llamo el «estado».

La cuestión es que de criticar la intervención del Estado en las empresas chinas, EEUU y en particular Trump, pasó a tratar de imitar al dirigismo chino, con la salvedad de que no ha considerado la experiencia previa China de sus planes quinquenales desde 1950, según recalca Stephen Roach y los planes específicos y sectoriales como: “Made in China 2025 (2015), el Plan de Acción de Internet (2015) y dos planes de IA: el Plan de Desarrollo de IA de Nueva Generación (2017) y el reciente Plan AI Plus (2025)”, para concluir que las políticas industriales son estratégicas e integrales y que China está en una liga propia, yo diría en las ligas mayores.https://www.project-syndicate.org/onpoint/is-trump-a-state-capitalist
Además, para Harold James, ha utilizado como justificación de amenaza a la seguridad nacional “el control de China sobre las tierras raras y los minerales críticos, junto con su capacidad de inteligencia artificial” que “han estimulado el cabildeo corporativo hiperactivista, con empresas grandes y bien conectadas que obtienen los mejores «tratos…. El resultado es el capitalismo de amigos, con conexiones políticas que se convierten en la clave de la competitividad.» https://www.project-syndicate.org/onpoint/is-trump-a-state-capitalist
Finalmente, para Michael Strain, es que las acciones estatales de Trump no están enmarcadas en una Estrategia: “No está implementando una estrategia cuidadosamente diseñada para mover a Estados Unidos hacia un modelo de capitalismo de Estado. En cambio, está tratando de «obtener» lo que él cree incorrectamente que son «grandes ofertas». https://www.project-syndicate.org/onpoint/is-trump-a-state-capitalist
Lo que preocupa es que la mayor economía del mundo entre a un capitalismo de estado desordenado, sin un plan previo, menos un plan B como se estila en las películas, con acciones imprevistas, pero de gran magnitud con efectos irreversibles en el corto plazo en la economía mundial y en los propios Estados Unidos.

Sin embargo, el tema es más complejo, más allá del estilo de Trump, más de las criticas como errático y caprichoso, puesto que se trata de un estado neopopulista de diferentes características, ya que combina medidas ofertitas neoliberales con otras proteccionistas de viejo cuño y con intervenciones accionarias de participación directa en las principales empresas estratégicas tecnológicas y de minerales críticos, por el momento. No es simplemente un capitalismo de amigos, puesto que ha logrado fundir los intereses de capas medias y obreros con los grandes intereses corporativistas empresariales en la tradicional alianza de la industria militar de los años sesenta que dio lugar a lo que John Kenneth Galbraith (1967) denominó “El nuevo estado industrial”, donde el sistema industrial ha adquirido un carácter público en sus funciones y que forma, por tanto, parte del Estado.