«El rol del compositor, el rol del trabajador me corresponde a mí, el tuyo es el de un compañera cariñosa y comprensiva … Estoy pidiendo mucho, y puedo y se me es permitido hacerlo porque sé lo que tengo para entregar y eso es lo que daré a cambio…” Gustav Mahler, carta a Alma.
En estos días sin certezas pese a que la llegada del 2021 generó en la población mundial alguna esperanza de dejar atrás el sorprendente, imprevisto y encerrado 2020, gracias a la vacuna que se anuncia como solución y entre unas pequeñas vacaciones que tuve la fortuna de gozar en pleno campo a los pies de la cordillera, se cruzó por mis pupilas Alma María Schindler, aquella virtuosa promesa adolescente que componía piezas musicales que asombraban a su entorno, pero que pasaría a la historia como Alma Mahler, siendo ensalzada – como también lo es Lou Andreas-Salomé – por el brillo de los hombres que las amaron, pero poco o nada por su obra personal o el aporte a las artes que postergaron u ocultaron para no hacer sombra a sus parejas.
Alma María Schindler nació en Viena, Austria, hija de una cantante muy popular (Anna von Bergen) y del pintor Emil Jakob Schindler. Creció y se educó en un entorno frecuentado por grandes artistas. Su padre murió cuando Alma apenas entraba en la adolescencia y su madre se volvió a casar con Carl Moll, uno de los últimos discípulos de su marido. Entre los amigos de su padrastro asiduos a su casa se encontraban el director teatral Max Burckhard, el compositor Alexander von Zemlinsly y el pintor Gustav Klimt. Alma sostuvo una serie de flirteos con todos ellos, pero quizás el más destacable fue el que mantuvo con Gustav Klimt, quien le dio su «primer beso» en un viaje a Italia, cuando ella tenía 16 años y él 34. Podría ser una anécdota sin importancia, pero Klimt es el autor de uno de los cuadros más renombrados del mundo: El beso. Y cuenta la leyenda que Alma fue su musa.
En ese entonces, Alma era una dotada pianista y estudiaba composición con Alexander von Zemlinsky. Escribió lieder y fundó un trío con el que presentó en diversos lugares. Su música aún es interpretada, especialmente sus Lieder, tanto con acompañamiento de orquesta, así como con acompañamiento al piano.
De su biografía se desprende que Alma Mahler no optó por dedicarse a su propia creación musical debido a la insistencia de su primer esposo, Gustav Mahler, compositor y director de orquesta, casi veinte años mayor que ella, con el que tuvo dos hijas. Los acuerdos pactados antes del matrimonio de Alma con Mahler incluían el abandono de sus inquietudes artísticas y musicales para dedicarse plenamente a su matrimonio, siendo así copista y lectora de pruebas de las obras de su esposo. Su hija mayor, María, murió de escarlatina y Alma culpó a Mahler por haber tentado al destino al componer las Canciones a la muerte de los niños en sus Kindertotenlieder. Mahler amó profundamente a Alma y se dice que el famoso Adagietto de la Sinfonía N°5, así como pasajes de la Sexta y la Octava sinfonía son retratos musicales de ella.
Mahler amó profundamente a Alma y se dice que el famoso Adagietto de la Sinfonía N°5, así como pasajes de la Sexta y la Octava sinfonía son retratos musicales de ella.
Alma, deprimida por la muerte de su hija, fue a recuperarse de su pena a un balneario, mientras Mahler componía y allí conoció al arquitecto Walter Gropius, futuro creador de la Bauhaus con quien empezó un apasionado romance del que se enteró Mahler por una carta que Gropius, a propósito, despachó a su nombre. Mahler, al descubrir así la infidelidad de Alma, se empeñó en que se quedase con él y de súbito recuperó el interés por sus composiciones, pero ya era muy tarde. Consultó al novedoso analista Sigmund Freud para indagar sobre sus estados de ánimo y plasmó en la Sinfonía N°10 su situación emocional, pero murió pocos meses después sin lograr terminarla ni recuperar a Alma. Ella encargó entonces, al compositor Ernst Krenek que diera los toques finales al primer movimiento y contactó a otros músicos para que orquestaran la obra que fue terminada por el compositor y musicólogo Deryck Cooke. Por supuesto, con la autorización y supervisión de Alma.
Tras la muerte de Mahler, Alma fue asistente del biólogo y músico vienés Paul Kammerer (1880-1926), quien dos años atrás había comprobado con sus experimentos sobre sapos parteros (Alytes obstetricans) que una característica adquirida estaría siendo transmitida directamente a los descendientes. El amor nació entre ellos y resultó tormentoso. Cuentan que, en algún momento de la relación, presa de la fiebre y el arrebato de la pasión, Paul Kammerer le aseguró a la bella Alma que se dispararía a sí mismo frente a la tumba de Gustav Mahler si ella no consentía en casarse con él. Afortunadamente no lo hizo y muy pronto se olvidó de su amenaza.
Todavía enojada con Gropius por la carta enviada a Mahler, mantuvo una relación con el visceral pintor Oskar Kokoschka, que la retrató varias veces y que en su Die Windsbraut (La novia del viento) representó su amor por ella. Temerosa de la pasión de Kokoschka, quien posteriormente encargaría la fabricación de una muñeca idéntica a Mahler y a quien llevaba de compañera a diversos eventos sociales, Alma volvió a Gropius, con quien se casó en 1915. Tuvieron una hija, Manon (1916-1935), que moriría de poliomielitis a los 18 años. El compositor Alban Berg, amigo suyo, y que sentía gran cariño por la niña, escribió su famoso Concierto para violín y orquesta «A la memoria de un ángel» en su memoria.
Alma se divorció de Gropius en 1920 y se casó con el poeta y novelista Franz Werfel en 1929. Había idolatrado a dos hombres, insuperables en su concepción, y el tercero, Werfel, era una antípoda, idónea precisamente por ser inferior y manejable, muy adecuado para ella que se había convertido en una forjadora de talentos. Así fue como Franz Werfel, amigo de Franz Kafka y Max Brod, ascendió a los altares de la literatura de entreguerras, domesticado por Alma, hábil en eliminar su chabacanería y pulir un compromiso más sólido desde el estilo, como en la novela Los cuarenta días del Musa Dagh, donde retrata con suma crudeza el genocidio armenio.
Casada con Werfel, tuvo un amor muy intenso con Johannes Hollnsteiner, un sacerdote que era profesor de teología, considerado a la sazón el próximo arzobispo de Viena. La apasionada relación con el clérigo dio cabida a comentarios tales como que … “los hombres habían compuesto para Alma, la habían pintado, pero nunca había tenido uno que le dijera una misa”.
Después de la muerte de Werfel en 1945 Alma se instaló en Nueva York, donde llegó a ser un personaje cultural destacado, y publicó parte de las cartas de Mahler y sus propias memorias: Mein Leben, traducidas al inglés, And the Bridge is Love. Werfel le dejó una cuantiosa herencia por sus derechos de autor, pero ella era la mujer de Gustav Mahler, y hasta su muerte en 1964 fue una pieza arqueológica, adorada por simbolizar un universo extinto y remoto.
Después de la muerte de Werfel en 1945 Alma se instaló en Nueva York, donde llegó a ser un personaje cultural destacado, y publicó parte de las cartas de Mahler y sus propias memorias: Mein Leben, traducidas al inglés, And the Bridge is Love.
Su vida ha sido narrada en la película Bride of the Wind (2001), donde Sarah Wynter actúa como Alma. El personaje de Alma también aparece en la película Mahler de 1974, dirigida por Ken Russell, y protagonizada por Georgina Hale.
Su vida ha sido narrada en la película Bride of the Wind (2001), donde Sarah Wynter actúa como Alma. El personaje de Alma también aparece en la película Mahler de 1974, dirigida por Ken Russell, y protagonizada por Georgina Hale.
Sus lieder fueron traducidos al español y publicados en 2009 por la editorial Hiperion, en conjunto con los Lieder de Gustav Mahler.
Recientemente, Turner publicó una biografía escrita por Cate Haste sobre la mujer que amaron Mahler, Gropius Werfel (sus tres esposos) y adoraron hasta la locura, artistas de la talla de Klimt o Kokosha. Su vida sigue siendo objeto de investigación y estamos muy lejos de conocer en su totalidad los misterios de Alma María Schindler para poner fin a su historia.