(A cincuenta años del golpe. Una Columna imaginada y pensada en Valdivia con Verónica y en el excelente restaurante “Mercato”).
Cincuenta años de historias y una historia turbulenta con algo de poética. Valdivia calla en la mañana con el silencio de la neblina y un río tranquilo. Chile construido sobre la arena del poder. Los colectores del agua económica política sucia y turbulenta, sobrepasados y mal construidos. Se inunda y se quema con injusticias incendiarias. Se llena de barro que será polvo doloroso. Polvo al polvo y cenizas a las cenizas del sur. Tiempos de muerte y canto de bandurrias. Huele a caos futuro (si es que tiene olor).
No se recuperarán las platas fundacionales. Fraude vergonzoso a los pobres en sesión secreta. El sentido y el orden abandonan la realidad. Se llena de injusticias y socavones espectaculares. De corrupción indecente y tierra depredada. Decepción y sufrimiento innecesario. Luna negra oculta en un corazón blanco. Los lobos marinos dormitan en medio de gruñidos al sol frío.
No habrá pacto social fundacional ni reforma previsional (solidaria). Una comunidad educadora en colegios con condiciones indignas y sueldos misérrimos. Se inicia una huelga en contra de las injusticias. Brechas educacionales monstruosas. La elite no se llueve y aprende a leer. Robos organizados. Anomia y muertes en la carretera. Narcotráfico desatado y sicariatos de la pobreza.
Érase una vez…Los cincuenta años… “Las historias crean actos y estructuras, sentido y finalidad, virtud y vicio, recompensa y castigo”. Cincuenta años, de virtudes, vicios, recompensas y castigos. De torturas y muertes que son eternas. Que los muertos sepulten a sus muertos (encontrados y entregados). “Conciencias que flotan en (…) miles, millones de historias, qué en ocasiones, (sólo en ocasiones), han sido capaces de tomar decisiones racionales”.
Ya no hay tiempo para introducirse en el futuro rescatando el pasado en imágenes congeladas. Cincuenta años en un tiempo detenido, es mucho tiempo. Los cambios sociales “revolucionarios” necesitan crear su propio tiempo. La nueva constitución juega a detener el tiempo. A una parálisis temporal. Un péndulo de Foucault detenido frente a un mercado con sus vidrios rotos. “Lo importante no es el recuerdo, sino el vivir como si los camaradas y su lucha estuvieran aquí, en el tiempo ahora, para debatir y departir con ellos, para reflexionar juntos y recapacitar, para reír, jugar y seguir soñando juntos. De construir el tiempo y un pasado que está para siempre”.
Perdonen una nueva cita, pero con un potencial que se hace infinito: “No podemos entrar en el futuro con la mirada puesta en el pasado”. Pasado “con un potencial no realizado que apunta hacia lo potencialidad misma del futuro”. Hay que hacer “hacer saltar el continuum cronológico lineal de la historia”. De otra manera, los cambios transformacionales sólo serán “un salto de tigre” hacia el pasado, donde impera la clase y la elite dominante de siempre”.
Nuevamente a crear el futuro con el tiempo de los cambios y transformaciones llenos de sentido histórico y efectividad política, como “un proyecto abierto e inacabado”. Que el presente emerja con las potencialidades del pasado aconteciendo en el presente en la poesía del futuro. Donde caben “todos los mundos que existieron, que existen y que no han llegado aún a nacer”. Llenos de comunidad, sueños y belleza. Valdivia y Verónica duermen.
Referencias y citas múltiples (modificadas algunas) de Srecko Horvat, en “Poesía del futuro”, más Philipp Blom, en El gran Teatro del Mundo”.