“Qué es la política sino una acción sobre los elementos de todo tipo a los que nos esforzamos por dar una forma, si es preciso por la fuerza; es decir, un auténtico ejercicio de torsión y de remodelado” (Achille Mbembe).
Variaron las fuerzas y sus intensidades. Nuevas torsiones y remodelaciones en un segundo gobierno. Un cataclismo en el campo del poder político. Un nuevo gabinete con incrustaciones de antiguas “expertas” políticas con “experiencia” (¿de qué?). Se inicia una nueva convención. Un “órgano” elegido (¿plebiscitado?) por la ciudadanía, junto a “un comité de expertos” (¿en qué?, y ¿elegidos por quién?). La razón amalgamada entre el pragmatismo y la deconstrucción. Un esfuerzo mínimo de coexistencia entre el gobierno y la oposición. El congreso, más bien, un senado agonizante, intenta un vano y ¿ciego? ejercicio de supervivencia conservadora permitido por el mismo gobierno, el pueblo ciudadano, y la propia anuencia ¿temerosa o intrépida? de un presidente al que se le indica de forma arrogante que sólo se dedique a gobernar su programa (si puede y se lo permiten) en medio de una realidad llena de incertidumbre, compleja, turbulenta, y con bastante violencia y muertes. De los overoles blancos a “Septiembre negro”. Desde el dedo del presidente Lagos de otra época, a la mano ecológica actual y desafiante de la alcaldesa Ripamonti y las advertencias del partido comunista. Desde el estado de excepción “acotado” sólo a las rutas y lugares estratégicos, a una necesitada “protección de la vida”. El asesinato dejó de ser una excepción.
Al presidente Boric, se le conmina a que se sólo dedique a favorecer la cristalización de una comunidad de derechos sociales solidaria y democrática, a la seguridad y a mejorar la economía, mientras, con arrogancia, la derecha (con la centroizquierda y la centroderecha que no son más que una neo derecha muy conservadora), le recuerdan que ellos tienen la llave del poder legislativo para llevarlas o no a cabo, fundida en derechos que asumen dados por los resultados plebiscitarios. Eufóricos, se le reconoce, eso sí, las tareas de crear, manejar, asegurar y dirigir un futuro, pero que sean totalmente exentas de los necesarios cambios radicales con la incertidumbre que acompañan las transformaciones revolucionarias profundas, (aunque sean pacíficas), durante las próximas décadas a través de una nueva Convención.
Afirman que será el parlamento quien se dedicará a asegurar un simulacro de nueva Constitución sobre los escombros constitucionales de un bricolaje pinochetista ensamblado con los ajustes de los gobiernos anteriores del presidente Lagos y la presidenta Bachelet, ojalá llena de leyes de amarres débiles y fuertes, de naturaleza económicas, comunicacionales tecnológicas y biológicas en su proyecto de “transformar la humanidad en sólo materia y energía”, a través del “brutalismo” que caracteriza el “último proyecto del neoliberalismo de mercado”.
Necro política, que además de favorecer un control vital que deja morir a los desechables y marginales, no sólo físicamente (vida en los campamentos, de los inmigrantes, necro narco política de la violencia y la guerrilla terrorista), biopolítica de la pandemia…), es acompañada de una muerte simbólica favorecida por las intervenciones de esta forma de capitalismo, en lo social cultural, lo político y lo simbólico. Cultura y sociedad llena de dispositivos (Agamben) y máquinas (Guattari), dedicadas a incrementar los flujos de deseos de consumo que condicionan una subjetividad e identidad asociadas a desigualdades inmensas como una forma de violencia simbólica. “El valor del trabajo es reemplazado por el consumo, aún en los lugares desfavorecidos y marginados”. Debido a la presión y frustración por no satisfacer el deseo de la posibilidad de consumir, especialmente de los jóvenes, estos optan por forma anómica de una economía criminal y violenta favorecida por la opción existencial actual del mercado neoliberal. “El humanismo sustituido por el consumismo”. (Ariadna Estévez; CISAM/ UNAM)
“La política consiste en crear e imaginar un porvenir en (el bien) común (solidario)”. En pensar y juzgar por sí mismos críticamente, basados en la ética, los derechos, la justicia y el derecho. En impedir que estos retrocedan. En una fuerza de intercambio y de relación. En convivir y no sólo en coexistir. “En resolver los desacuerdos (y conflictos) en el espacio público”. En gestionar una democracia que evoluciona metamorfoseada en los bordes y las fronteras de una nueva violencia de forma pacífica. En detener y transformar el “brutalismo” del “libre” mercado neoliberal. Es decir, no sólo en solucionar inteligentemente los problemas que afectan a la vida del pueblo ciudadano a través del “sentido común”, sino en practicar la verdad para el bien.
En humanizar.
(Para profundizar en el “Brutalismo”, se recomienda leer “Brutalismo” de Achille Mbenbe; citas en comillas de este libro).