La tecnología

por Mario Valdivia

Sabemos qué es la tecnología. Consiste en motores, máquinas y sistemas, esa clase de cosas. Sin embargo, esas son manifestaciones tecnológicas. Es mejor entender la tecnología como una manera histórica de tratar el mundo, que consiste en fijar las cosas, las personas y las interacciones entre ellas para controlar su funcionamiento. Para hacerlo, la tecnología las sustituye por esquemas causales. 

La tecnología se ha impuesto como la manera dominante de tratar el funcionamiento de las cosas, la conducta animal y el comportamiento humano. La humilde gallina, convertida en el esquema causal nutrición-huevo, es controlada como ponedora en grandes gallineros. El majestuoso sol, dios de civilizaciones, inspiración de poetas y dador de vida, esquematizado como efecto foto voltaico, es encerrado a producir electricidad controladamente. El ingenioso y multifacético humano, tratado como energía-trabajo, es controlado como proletario; esquematizado como deseo – razón, lo es como consumidor; entendido como curiosidad-novedad, lo es como usuario de iphone; tratado como represión edípica, lo es en calidad de neurótico; esquematizado como variable – estándar de comparación, lo es como estudiante en algún sistema escolar. En la actualidad, no comportarse tecnológicamente, vinculándose con cosas y personas sin dejarse llevar por las posibilidades de control tecnológicas, es habitar un mundo perdido de perdedores.

¿Importa? A una izquierdista más que a nadie, supongo; después de todo quien dice control dice diferencia de poder. Domar la esencial capacidad de controlar de la tecnología, seguramente la fuente de poder más potente de hoy, imagino que está en el centro de las preocupaciones de toda persona de izquierdas.

Pero no se trata solo de diferencias de poder entre seres humanos. Al tratarlo todo como esquemas que interactúan causalmente, la tecnología impone como mundo un entramado de sistemas recurrentes, arrinconando la poesía, la espiritualidad, la política creadora. Simultáneamente, deshumaniza al ser humano al presionarlo a acoplarse causalmente al mundo, expropiándole su libertad constitutiva de entender y tratar las cosas y las personas en forma creadora. Actuar sin controlar manipulando causas, más bien cultivando lo verdaderamente libre, y permitir que emerja lo espontáneo. Imagino que a un liberal le basta con el freedom to choose entre alternativas disponibles en el mundo creado tecnológicamente, pero no sé quién se interesará por recuperar nuestra libertad esencial de crear el mundo poética, política y espiritualmente, que no sean personas de tradición de izquierda. Capaz que esté equivocado.

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