La última tumba del mundo que no ha sido (la del neoliberalismo).

por Sergio Canals L.

Tras el Mazzucataso, (y ahora el triunfo de Lula), hemos vivido en medio de incontables columnas, artículos, opiniones y programas sobre la futura muerte y entierro en vida chileno (¿y latinoamericano?) del neoliberalismo (capitalismo neoliberal) y, de a quién (quienes) o a qué se quiere matar y enterrar. La elite económica política hegemónica se regocija con esta discusión sorda y vacía que le importa un carajo a los “campamentinos” (que habitan en campamentos), y al 10% de pobres de este país. (A la clase media tampoco, porque es una entelequia, como el centro político). Rápidamente ha sido llevada al territorio técnico y arqueológico histórico económico, para lograr su despolitización post política acelerada. Sólo sabemos con cierta certeza (si existe esta forma), que la Sociedad Mont Pelerin creada por Hayek y Friedman en 1947 (y de importante influencia en Chile) parece ser su madre masculina. Con matices, proclama: Muera el socialismo, viva el capitalismo, intervención mínima del estado, viva la sociedad libre, la libertad económica, la propiedad y el libre mercado.

(Nota intercalada sobre la muerte: El Homo Sapiens entierra a sus muertos desde hace aproximadamente 130.000 años porque cree en los espíritus que permanecen en otra vida. Nace la religión y la cultura con el culto a los muertos y antepasados. El comportamiento humano moderno. Comiéndose el cerebro de su enemigo adquirían su alma guerrera. Hoy las comidas son simbólicas llenas de mitos y ritos. La muerte se transmutó en dioses y diosas que hay que adorar espantados esperando protección, y la necro industria espectacular vocea las fiestas con disfraces de Halloween para exorcizar el miedo a la muerte “débil”. El problema es que las ideologías no mueren, sólo se transforman, pero se adoran.  Lo probará el Google histórico simbólico cultural económico del pajarito de Elon Musk).

Volviendo al mercado neoliberal que alguien ya llamó “necro liberalismo”, y a parte de su realidad abismal y oscura deshumanizadora, se refleja en los fragmentos de una buena crónica aparecida en El Mercurio del 29 de octubre “Bajo el Tusi (droga “la cocaína rosa”) y las balas hay un niño muerto

En septiembre el video de un velorio ocurrido en Alto Hospicio de viralizó en redes sociales. Ahí aparecía menores de edad consumiendo droga sobre el vidrio de un ataúd, entre balas y un arma de fuego. Opacada por las reacciones al video, cubierto con un jockey y lentes de sol, el joven difunto pasó casi inadvertido; tenías 15 años y soñaba con ser artista de trap. Apadrinado por un músico urbano, llegó a Santiago, en junio de este año, en un intento por “salir del ambiente”, y evitar así un destino que parecía escrito”.

La madre angustiada a horas de sepultarlo pidió que bajaran de las redes, las frases “un delincuente menos”, “bien muerta la lacra”, “bien muerto el glo (de glock)”.

La profesora entrevistada, dijo con pesadumbre: “A este niño le faltó amor. Le gustaba que yo estuviera con él, que le prestara atención. Cuando lo echaron del colegio él siguió viniendo. Aparecía con una montonera de perros que recogía en la calle. Creo que buscaba compañía en ellos

Su canción favorita era “En verdad que está cabrón/ Ya que salí de un callejón / Dejándolos saber que me hice millo sin tener educación / Es que me puse pa? lo mío y cuando vine/ Abrí los ojos ya tenía dos carros del año y la mansión

El Bai (¿amigo?) le escribió una canción, homenaje y epitafio:

No le hablan de amor a un menor que se crio entre el odio / Obvio que tuvo que salir a buscarlo/ángel criado entre demonios, la glock su ángel de la guarda/Soñaba con ser un magnate/ El único mentor dentro de la disco con la 17 enganchá/ Siempre andabai a lo gánster / Traté de sacarte, pero a ti te gustaba andar a lo flaite”.

Bueno, que los socios de Mont Pelerin, peregrinen a la tumba del “glo”, el “guatón chico” a rendir culto a sus muertos (que no saben que existieron), con un homenaje al mercado neoliberal en una tumba real del neoliberalismo, y dejen (solo si les nace,) una flor con una tarjeta de bancarización póstuma honorífica a sus pies.

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