Esta leyenda comenzó a surgir aquella tarde que mi viejo me llevó a ver a la U al Estadio Nacional cuando yo estaba por cumplir los 6 años. Leonel ya era dueño de la punta izquierda y su zurda causaba estragos con ese balón de cuero de animal que recién se vino a cambiar en los 80. En ese zurdazo de una foto del mundial del 62 en Chile se puede apreciar la desfiguración de la “redondita” camino al arco.
El reciente lunes fue despedido multitudinariamente en las calles con el afecto de la fanaticada y el aprecio popular que se ganó con su digna y transparente historia en aquellos años cuando el fútbol empresa todavía era una lejana ilusión para algunos avispados observadores del negocio.
Leonel debutó en septiembre de 1953 en un partido con Everton y su viejo, Juan Sánchez, lo acompañó ayudándole con el correcto “nudo” que exigían los chuteadores de entonces. Don Juan había sido campeón de boxeo amateur y vaya que le enseñó bien a poner el puño seco y definitivo cuando las circunstancias lo ameritaban. Algo excepcional con que Leonel hizo leyenda en aquel áspero partido con Italia en el ya referido mundial del 62, cuando su zurdazo noqueó al fornido defensa Mario David, luego que éste se cansara de golpearle las canillas tras voltearlo en una de aquellas típicas retenciones y escondidas de balón que Sánchez realizaba cerca del banderín del corner.
Aquel episodio alimentó relatos y debates más que jugosos en la prensa mundialista. Leonel continuó jugando, Chile ganó 2-0 con goles de Jaime Ramírez y Jorge Toro. Tiempo después, en una visita a Italia, Leonel y David se volvieron a encontrar, entonces con un gran abrazo.
Ciertamente que Leonel Sánchez fuera el máximo goleador de aquel mundial, con 4 joyitas, lo inscribió en la historia del fútbol grande del planeta. De aquellos goles el más festejado fue el que le hizo, en Arica, con un impecable tiro libre (disparo ”a tres dedos”, pegado al poste contrario al que apostó el arquero), a la estrella del pórtico Lev Yashin, golero de la URSS. “Justicia Divina” clamó en su relato Julio Martínez, agregando otra leyenda a esa clasificación de Chile a semifinales del certamen que marcaría el mayor logro histórico de nuestra selección: tercer lugar, tras Brasil y Checoslovaquia.
La alegría del siempre serio maestro Fernando Riera ahorra comentarios.
Luego vendría el mundial del 66 y un larguísimo etcétera de historias con la selección chilena y ¡cómo no! con la U bajo la conducción del maestro Luis Álamos, que sucedió a Fernando Riera como técnico de la Roja, tras ser su ayudante en 1962.
Antes de Leonel nos fueron dejando muchos de aquellos protagonistas de una historia irrepetible, no solo porque el balón dejó de ser de aquel cuero, también porque el mismo fútbol y el planeta cambiaron sideralmente.
Antes de Leonel partieron Honorino Landa en 1987, Eladio Rojas y Hugo Lepe en 1991, Jaime Ramírez en 2003, Misael Escuti y Mario Moreno en 2005, Armando Tobar y Raúl Sánchez en 2016, Alberto Fouillioux en 2018, Sergio Valdés en 2019, Carlos Contreras y Carlos Campos en 2020.
La historia de Leonel es también la del “Ballet Azúl” que dirigió precisamente el maestro Luis Álamos. Bajo la conducción de “El Zorro” nació para luego transformarse en el mito al que cantan los hinchas de la tercera década del siglo XXI, con aquella sintonía avasallante de “Los de Abajo” que, a su manera y abriendo tantas interrogantes, añoran lo que dejó la leyenda de Leonel y sus compañeros, bajo la capitanía del silencioso Sergio Navarro, la sapiencia de Braulio Musso y de Luis “Fifo” Eyzaguirre (único integrante chileno de la Selección “Resto del Mundo” 1963).
Con su astucia y sabiduría futbolera “El Zorro Álamos” impuso una línea de fútbol vistoso, contundente y ganador que se tradujo en cuatro campeonatos entre 1959 y 1965. ¡Vaya tarea para los soñadores del futuro! En aquella epopeya brilló Leonel Sánchez con su zurda gloriosa y aquel enganche que no por esperado dejaba de sorprender a sus marcadores. Cuando no apuntaba él, la esperaba Campos con su cabezazo a la red.
Al despedirlo con el agradecimiento infinito por la historia vivida asociada a su genio y figura me quedo con una esperanza abierta que, aunque utópica en las circunstancias actuales, comparto con Leonel.
Hace no tanto, Leonel saludó a un joven azul de las inferiores, Darío Osorio, y lo instó a desarrollar lo mejor de sus talentos para un futuro más que desafiante. El día de su partida, el joven Darío Osorio ingresó en minutos finales luciendo talento, valentía y gol cuando el panorama azul era más que oscuro. Yo quise leerlo como la respuesta que esperaba Leonel.
¡Hasta siempre Leonel!