Fue en 2013 cuando Johan Theorin sorprendió a la crítica con esta novela; obra narrada paralelamente en tres tiempos que permiten conocer al personaje protagónico en diferentes etapas de su vida, dejando siempre en duda al lector en cuanto a la bondad del mismo.
Si hablamos de novelas que se toman y no se pueden dejar de leer hasta conocer el desenlace, es menester citar a El guardián de los niños. Escrita por Johan Theorin y publicada en 2013, inmediatamente se robó las miradas de la crítica, recibiendo el elogio constante; y es que si bien se trata de una trama de suspenso (que para muchos es un género que se ha vuelto predecible), el autor sueco rompe con lo establecido, narra en paralelo en tres tiempos y –lo principal- siembra la duda en el lector desde el primer momento, sobre las buenas intenciones del protagonista. Duda que se mantiene hasta el final…
Todo parte cuando Jan llega a trabajar como cuidador de niños en el hospital psiquiátrico Santa Patricia, centro que recluta a criminales enfermos mentales y que ha instaurado un programa que permite que los hijos de los internos vivan dentro de las dependencias para que no pierdan el contacto familiar.
Hasta acá, podría ser la historia común de un buen hombre que quiere hacer algo por esos niños que sufren al tener padres condenados de por vida. Sin embargo, es un diálogo –un corto diálogo- el que planta la duda en el lector:
“Me llamo Jan Hauger, y estoy interesado en el puesto vacante (…) La plaza de profesor de escuela infantil.
¿Por qué estás interesado en el puesto?
Bueno… – Jan no podía decir la verdad, empezó a mentir de inmediato: o, por lo menos, a ocultar detalles sobre sí mismo (…)”
Las preguntas del lector -quien tiene un rol activo dentro de la literatura moderna, pues ya no solo cree lo que le dice el autor, sino que lo cuestiona y duda-; comienzan a aparecer: ¿por qué miente Jan? ¿Qué lo lleva a trabajar en ese lúgubre lugar? ¿Qué es lo que esconde?
Dudas que se acrecientan cuando, en uno de los relatos paralelos, se da a conocer lo que vivió Jan años antes cuando fue uno de los tantos cuidadores de pequeños niños que pasaban sus días en actividades en el bosque:
“Luego Jan reparó en el niño; pequeño y delgado como un palillo, pero con grandes ojos azules (…) Le bastaba con saber que el pequeño William estaría en la clase vecina durante todo el otoño, a solo una puerta de distancia”.
Nuevas preguntas nacen: ¿es el protagonista un pedófilo? ¿Un enfermo que busca estar cerca de los niños por alguna razón macabra? Pero un nuevo giro siembra la duda, en un tercer relato al unísono, que retrocede aún más, hasta los tiempos en que Jan era muy joven y conoció a Alice, de quien se enamoró profundamente y experimentó el dolor de ser una víctima de bullying, matonaje y abandono.
“Jan comenzó a trabajar en la guardería, en la clase, Lince, cuando tenía veinte años, el mismo caluroso verano en que Alice Rami publicó su primer álbum (…) Ese verano Jan lo escuchó sin parar hasta que se aprendió las cacniones de memoria; sentía que Rami le cantaba a él”.
El crítico literario Mark Lawson, escribió en The Guardian, que El guardián de los niños es «un libro poderoso y atmosférico que explora temas profundos como la memoria, la familia y la pérdida«. Destaca además que Theorin crea un ambiente tan detallado que permite adentrarse en las letras, todo en medio de personajes “interesantes y complejos”.
Opinión similar publicó la revista literaria Kirkus Reviews, señalando que «Theorin es un maestro en la creación de tensión y suspenso”.
El plató de la trama
El escenario principal de la novela es el hospital psiquiátrico, sin embargo, también aparecen la casa de adolescente de Jan y un antiguo centro donde estuvo recluido. Dentro de Santa Patricia hay varios platós, desde el cuarto donde comparten los trabajadores, pasando por la sala de actividades infantiles, hasta los pasillos en donde se encuentran los criminales.
Es en este último lugar donde se esconden los secretos de Jan: un asesino relacionado con él; una cantante que termina internada (la misma chica que años antes le robó la cabeza de amor); y un triángulo amoroso entre Jan, una compañera y un interno.
Si se trata de encasillar la novela en un género, hay quienes la ubican dentro del “thriller hospitalario”, ya que se desarrolla en un psiquiátrico; sin embargo, no cuenta con los demás componentes que debieran basarse en relatos de médicos y enfermos que ocultan secretos que se relacionan con el lugar. Por el contrario, en El guardián de los niños, Santa Patricia es un personaje más que tiene voz a través de los diálogos de quienes lo habitan, pero que detona tanto el comienzo como el desenlace de la novela.
En cuanto a los inicios del “thriller hospitalario”, es difícil atribuirlo a un escritor en particular, sin embargo, destacan los Robin Cook, Tess Gerritsen y Michael Palmer. El primero, un médico que se dedicó a las letras y que hizo fama con la novela Coma.
Gerritsen es quien más ha contribuido al género con obras como Gravedad y Cuerpos sin alma. Mientras que Palmer, también médico, con Traps for Two (Extreme Measures) – traducido como Medidas extremas- llegó al cine tras la adaptación de su novela.
Todo radica en cómo se cuenta
Hay quienes afirman –y están en lo cierto- que la literatura gira en torno a los mismos temas y arquetipos (el Inocente, el Hombre Corriente, el Explorador, el Sabio, el Héroe, el Forajido, el Mago, el Amante, el Bufón, el Cuidador, el Creador y el Gobernante), pero que la “magia” se logra cuando el cómo se cuenta rompe con los esquemas, engancha al lector y termina enamorándolo del mundo imaginario.
Es por ello que podemos afirmar que la obra de Theorin es una variante del género policial decimonónico, pues hay un misterio (que resuelve el lector y el protagonista) y un héroe (o antihéroe en este caso) que debe encontrar las respuestas.
El género policial -que fue liderado por Edgar Allan Poe, Arthut Connan Doyle y Agatha Christie, entre otros- cuenta la historia de un detective que investiga un crimen, policía con características únicas, pero no por ello perfectas. En El guardián de los niños es un cuidador de párvulos quien investiga su propio enigma, con una cadena de hechos que van desembocando en comportamientos erráticos que lo llevan a un hecho en particular, que debe y necesita, dilucidar.
Y si bien el género policial decimonónico logra sorprender en el desenlace, en la novela de Theorin esto va un paso más allá, pues no se trata de asombrar sino de dar “una vuelta de tuerca”, una y otra vez, para jugar con los sentimientos, confianza e imaginario del lector quien, al finalizar la novela, queda perplejo por unos minutos tratando de asimilar lo que pudo ser y no fue.