Lise Meitner, la olvidada. La científica que descubrió la fisión nuclear

por Cristina Wormull Chiorrini

Durante el verano y entrando al otoño, Oppenheimer ha estado en boca de todas y todos, no solo por dirigir el proyecto Manhattan, culpable de construir la bomba atómica que destruyó Hiroshima y Nagasaki poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial, sino por ser la historia que da pie a una de las películas más premiadas en la última edición del Oscar:  siete estatuillas, entre las que se puede destacar la de mejor película, mejor director (Christopher Nolan) y mejor actor (Cillian Murphy), sin mencionar las otras cuatro conseguidas, entre las que se destaca la de mejor actor de reparto (Robert Downey Jr).

Sin embargo, pese a toda la rememoración del tema de la bomba atómica, nadie o casi nadie ha recordado a Lise Meitner, una gran científica, una mujer menuda y frágil que consiguió escapar del nazismo, la física responsable de la fisión nuclear, la madre judía de la bomba atómica (la Marie Curie alemana, según Einstein) y, al mismo tiempo, la única científica que no quiso colaborar en el proyecto Manhattan. 

Lise Meitner nació en una familia judía de clase media en la mítica Viena, la ciudad asociada eternamente al vals y a Sissi, emperatriz de Austria, el año 1878, en las postrimerías del siglo XIX, apenas once años después que el Kaiser Franz Josef concediera a los judíos igualdad cívica, lo que permitió que su padre, Philipp Meitner, cursar estudios jurídicos y ejerciera exitosamente como abogado.  Este hombre, firmemente convencido que el estudio era un camino al éxito, estimuló a sus hijos, hombres y mujeres, a seguir sus pasos.  Pero nada era fácil para una mujer a fines del siglo XIX y menos en Austria donde estaban legalmente excluidas de las universidades.  Dura época para ser mujer. Sin embargo, ocurrió que, a fines del siglo XIX, la necesidad de poder atender médicamente a las mujeres musulmanas de las zonas ocupadas de Bosnia y Herzogovina -que no aceptaban lo hicieran hombres- permitió que en 1897 el Gobierno austríaco consintiera que las mujeres cursaran licenciatura de ciencias y letras. Solo cuatro jóvenes mujeres que postularon a la universidad aprobaron en 1901 el Matura, el examen de la época; una de ellas era Lise Meitner.

Lise Meitner fue toda una celebridad después de la Segunda Guerra Mundial, una heroína a la altura de Eleanor Roosevelt. Y, sin embargo, hoy apenas se la menciona y su trabajo pionero en la fisión nuclear es muy poco reconocido.  

Lise comenzó sus estudios universitarios en 1901 ingresando a la comunidad científica que forjó el físico Ludwig Boltzmann que no discriminaba a las mujeres y donde ya en 1905, durante sus prácticas en la universidad, logró lucirse al explicar un experimento realizado por Raleigh y que él mismo no lograba entender. Con esto y otras predicciones, logró el doctorado en física en 1906, convirtiéndose en la primera mujer en obtenerlo en la Universidad de Viena y la segunda en el mundo. Con todo, no tenía mucho futuro en Viena y decidió trasladarse a Berlín donde consiguió que Max Planck le permitiera asistir a sus clases, pese a que él no era partidario de que las mujeres asistieran a la universidad. Afortunadamente, consideraba la posibilidad de permitirlo a las que tuvieran un talento extraordinario.  Una gran concesión para la época.  Lo cual prueba que la fortuna o el azar son, eventualmente, importantes para los logros.

«Habiendo estado encerrado en los archivos del Comité Nobel estos cincuenta años, los documentos que condujeron a este injusto premio ahora revelan que las prolongadas deliberaciones del jurado del Nobel se vieron obstaculizadas por la falta de apreciación tanto del trabajo conjunto que había precedido al descubrimiento como de las contribuciones escritas y verbales de Meitner después de su huida de Berlín». Max Perutz, premio Nobel de química, 1962, refiriéndose a la no otorgación del premio a Meitner.

Fue ahí que conoció a Otto Hahn quien pidió colaborar con ella, iniciando una amistad de 30 años.  Esto, aunque el laboratorio no aceptaba mujeres y Lise tuvo que trabajar en un sótano que había pertenecido a un antiguo carpintero, pasar al baño en un restaurante frente al instituto, con prohibición de subir al laboratorio de Hahn en el primer piso.  Lise no recibía compensación monetaria alguna y su trabajo era financiado con el dinero que le enviaba su padre. 

Aun así, esta pareja fue muy productiva y ya en 1908 publicaron un trabajo sobre el actinio donde se evidenciaba cómo se complementaban los conocimientos químicos de Hahn con los físicos de Meitner. 

En 1912 se construyó el Kaiser-Wilhelm-Institut para física, precedente de los famosos Institutos Max Planck. Y, curiosamente, Hahn y Meitner recibieron una oferta muy diferente para trabajar allí: a él le dieron el puesto de joven científico y a ella le reservaron una colaboración gratuita.  Sin embargo, al año siguiente, Max Plank la nombró primera ayudante de científico en Prusia y consiguió así su primer sueldo, por supuesto, muy por debajo del de Otto y de cualquier otro científico hombre…

El 28 de Julio de 1914 comenzó la primera de las dos guerras que le tocó vivir a Lise. Durante la primera, compartió su colaboración como técnica de rayos-X en el hospital Lichterfelde con el mantenimiento del laboratorio que ya no disponía de personal y donde continuó sus investigaciones sobre el uranio mientras Otto Hahn se encontraba en el frente. En 1917 consiguió la creación del Laboratorio Meitner y perfeccionó la técnica de preparación de muestras de Hahn. En 1918 mandaron conjuntamente un artículo sobre el descubrimiento del proactinio en el que Hahn figuraba como investigador principal, cosa que fue aceptada por Meitner ya que sentía que había que compensarle la pérdida de varios años de investigación por la guerra. ¿Les parece conocida esta actitud?

Gracias a una invitación de Planck en 1912, Einstein conoció a Meitner, a la que denominaba cariñosamente “nuestra Marie Curie”. En 1919 fue la primera mujer que obtuvo la plaza de profesora de universidad, y la Asociación de química alemana condecoró a Hahn con la medalla Emil Fischer. Meitner no recogió la medalla porque no se hizo un reconocimiento explícito de su trabajo.

Poco después comenzó en Alemania la persecución de los judíos. A pesar de ser no-aria, Lise pudo continuar su trabajo en el laboratorio, pero se le privó del título de profesora. Observó cómo, poco a poco, se marginaba a sus colegas científicos debido a su origen étnico y cómo sus colegas arios se indignaban en privado, pero no reaccionaban públicamente. Tanto Planck, como Heisenberg y Hahn no estaban cómodos con la situación, pero pensaban y postulaban que los nazis pronto se volverían más responsables.  A poco andar, Lise tuvo que salir de Alemania y establecerse en Copenhague, decisión que indudablemente le salvó la vida.

En el intertanto, Hahn contrató a un nuevo ayudante, Otto Fritz Strassmann, para continuar el trabajo iniciado por Lise. A pesar de la distancia, Otto y Lise mantuvieron una fluida correspondencia y se reunieron varias veces fuera de Alemania para debatir resultados y decidir nuevos experimentos. Por su parte, Fritz Strassmann, sindicó a Lise como la líder intelectual del grupo y afirmó en varias oportunidades que Otto Hahn se sentía perdido sin ella. 

Lise y su sobrino Otto Robert Frisch (residente en Copenhague) fueron los primeros en articular y justificar la primera fisión nuclear (la ruptura de un átomo pesado en otros menos pesados y más estables) con la ley del incremento de la masa de Einstein. El artículo fue publicado en Nature y lanzó a la carrera a todos los científicos americanos. A pesar de que a Lise le molestó su exclusión en la publicación experimental, mantuvo su relación con Otto y contestó muy amablemente a todas sus dudas, que ya no eran meramente académicas porque en 1939 Hahn pasó, en secreto, a formar parte de una sección militar en el proyecto Urano. Ese mismo año Alemania se lanzó a la conquista de Europa y en 1940 ya había ocupado Francia, Holanda, Dinamarca, Bélgica y Noruega.

En 1942 se le ofreció participar en un grupo internacional de investigación para conseguir una bomba atómica y terminar con el régimen nazi. A pesar de que le hubiera supuesto una oportunidad para trasladarse desde Suecia a EE. UU., dejar ese laboratorio que no la quería y trabajar mano a mano con los grandes cerebros de la época, no aceptó. Dejó sus razones bien claras: no quiso tener nada que ver con una bomba. Ningún otro científico rehusó la oferta.

A finales de 1944 se le concedió el premio Nobel de química a Otto Hahn. Nadie comprendió por qué habiendo sido nominados los dos juntos en 1939 ahora se le concedía únicamente a él. 

Según el archivo del Premio Nobel, fue nominada 19 veces para el Premio Nobel de Química entre 1924 y 1948, y 29 veces para el Premio Nobel de Física entre 1937 y 1965

En 1946 Meitner viajó a EE. UU. a ver su familia y fue recibida con todos los honores. Nombrada la mujer del año, el premio se lo entregó el presidente Truman. Se desató tal furor que le llegó una propuesta desde Hollywood para una película, que ella no aceptó por “no tener sentido nada de lo que ahí se contaba”.

En 1947 Otto Hahn recogió el Nobel y no mencionó en absoluto los treinta años de colaboración con Lise.  Este fue quizás el más duro golpe para Lise y generó el distanciamiento de los dos científicos para siempre.  

La historia de Elsie Meitner es larga y apasionante y no es posible resumirla en una breve crónica por lo que los invito a investigar y leer sobre ella. Es apasionante la forma en que sorteó todas las vicisitudes de haber vivido las dos mayores guerras del siglo XX, haber sobrevivido a ellas y haber logrado insertarse como la gran científica que fue.  Notable también su calidad moral y su consecuencia.

Meitner, a pesar de no recibir el Nobel, tuvo muchos otros reconocimientos a su carrera: el premio de la ciudad de Viena a la ciencia en 1947, la medalla Max Planck en 1949, el premio Otto Hahn en 1955, la medalla Wilhelm Exner en 1960, la medalla Dorothea Schlözer de Göttingen en 1962 y muchos galardones más. Al contrario de Einstein que rechazó todos los premios que le dio Alemania, Meitner los aceptó pensando que era importante para lograr la reinserción de su país. En 1966 Hahn, Meitner y Strassman recibieron el famoso premio Enrico Fermi. A pesar de que Otto Hahn intentó que Meitner no recibiera tal reconocimiento, Strassman no lo permitió.  Adicionalmente, en su honor, se nombró al elemento químico 109 como Meitnerio, el cráter lunar Meitner lleva este nombre en su memoria, así como un cráter de Venus y el asteroide 6999 recibió la denominación de Meitner. 

«Seguramente Hahn merecía plenamente el Premio Nobel de Química. Realmente no hay duda al respecto. Pero creo que Frisch y yo contribuimos algo no insignificante a la clarificación del proceso de fisión del uranio: cómo se origina y que produce tanta energía y eso era algo muy remoto para Hahn».​ Fragmento de carta de Lise Meitner luego del premio Nobel a Hahn.

En 1960 se trasladó a Cambridge para estar cerca de su familia y falleció en 1968 a sus 90 años.

Su sobrino Otto Frisch fue quien compuso la inscripción de su lápida, «Lise Meitner: una física que nunca perdió su humanidad».

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2 comments

MARITZA BARRETO abril 18, 2024 - 1:19 pm

Excelente síntesis de la apasionante historia de vida de la científica olvidada, ignorada LISE MEITNER. Así como ella, cuántas mujeres en el anonimato. Muchas gracias Cristina, por este excelente trabajo de investigación y literario.

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Rodrigo Olguín Fuentes abril 20, 2024 - 3:40 pm

Es una vergüenza que los hombres hayamos desmerecido, seguramente por nuestras inseguridades, el aporte de las mujeres, particularmente en los desarrollos científicos y en el arte… Ahí están los casos de Mileva Marić, esposa de Albert Einstein, que aportó mucha de la matemática a la teoría de la relatividad; Alma Reville, esposa de Alfred Hitchcock, clave a mí juicio en la evolución del estilo «Hitch» o Rosalind Franklin, que desarrolló antes que nadie la idea de la doble hélice del ADN, todas miradas en menos e insuficientemente reconocidas…

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