Donde no hay nadie. Sin existencia alguna. He vuelto a soñar con la muerte. Donde vive el insecto más grande del mundo. Solo. En la copa de los árboles. Donde viven elefantes con alas. Donde niños usan bolsas de basuras. Sin pañales. Donde mueren de hambre. Donde comen las entrañas. Regurgitan la nada. Vomitando el vacío. Solo restos.
Polvo de huesos. Un vaso de sangre. Llueve. El relato más corto del mundo. De una palabra. Muere. De dos palabras. Escombros. Estallido de hierro. Sin palabras. Una palabra. Hiroshima. Una palabra de dos palabras. Lluvia radioactiva. Palabras. Palabras. Ucrania. Gaza. Dolor sin palabras. Temblores estelares. Donde la muerte. Donde el amor. Donde la soledad. Donde el mar sereno. Llueve. Muere. Existencia sin existente. Existente sin existencia.
Donde habitan los mineros y sus muertos. El cerro crujía. Hablaba. Con su voz ronca en la profundidad de la mina. Voces ancestrales a 1500 metros. Se quejaba en el nivel 7. Pero lo hacía con los “viejos”. Con los viejos mineros y no con las máquinas. En una antigua alianza entre el hombre y la naturaleza. Ya no podía más mientras le vaciaban presurosos sus entrañas. Velocidad productiva ¿Sin resguardos adecuados? Es que las minas están vivas. La ciencia y la técnica no escuchan los espíritus. La I.A., tampoco. Es la “vieja minería”. La de los sindicalistas antiguos. Los que dicen que avisaron. No se les hizo caso. Leyeron las señales. Pero quisieron “matar al mensajero”. Las paredes del cerro hablaron llenas de signos: “Detengan las faenas que necesito “asentarme geo mecánicamente”. Necesito adaptarme. Seguir viviendo. Para esto hay que haber vivido con ella y en ella. No es que se extraigan minerales. La naturaleza, viva, lo entrega al ser humano. Es la cultura minera con sus mitos y rituales. Es la ciencia y la técnica de la minería de profundidad. Sismología minera. Naturaleza. Ciencia. Técnica. Máquinas. Cultura. Unidas en un entramado indisociable. Cuando no se respeta el conocimiento ancestral, los espíritus exigen un sacrificio ritual. Esta vez, fueron 6 “contratistas”, para restablecer la armonía primordial. Con un “estallido de roca”. Un cataclismo destructor y mortal que afectó a la mina completa, a la empresa completa, política, económica y judicialmente, a todas las personas y familias de la organización, a la minería en profundidad mundial, a sus protocolos y estándares preventivos y productivos, a la necesidad permanente de una gestión centrada en la humanización y personalización. En la dignidad de todos los que trabajan, viven y mueren en la minería. En la dignidad del ser humano y su relación con la naturaleza.
¿Habrá oratorios en los “refugios” mineros? ¡Nuestras condolencias a la familia minera!