Evocando los días del estallido social, se me viene a la memoria la primera vez que vi escrito en una muralla la sigla ACAB. Ignorante como soy imaginé que se trataba de alguna nueva agrupación política, hasta que un joven me informó que aquella sigla significaba “All Cops Are Bastards”, lo que en español significa ‘Todos los policías son bastardos’. La traducción me produjo indignación pues recordé como en Chile la alta burguesía católica trataba de bastardos a los hijos de madre soltera. Fue entonces cuando, para tranquilizarme, me dijeron que se trataba de un rayado norteamericano, donde la palabra tiene otro significado. Reflexioné para mis adentros concluyendo que estamos en Chile y que no sacamos nada con oponernos al imperialismo yankee si a la primera de cambios usamos sus consignas.
El joven interlocutor, al ver mi reacción, dijo que esto significaba tratar a alguien como hijo de puta. Mi indignación aumentó. Que fácil es denostar a una mujer que debe usar su cuerpo para ganarse la vida y, por esa razón, se puede tratar a su hijo como delincuente.
Más allá de O´Higginistas y Carreristas, nunca debemos olvidar que al padre de la patria se le decía “El huacho Riquelme”, por tanto, era un bastardo lo que, según mi joven interlocutor, lo transformaba en un hijo de puta. Esto resulta, particularmente, contradictorio en un país como el nuestro, donde el padre ausente es parte de nuestra historia.
El huacho Riquelme se nos aparece por todos lados. Muchas veces hemos visto a Edipo pulular por La Moneda, el Estadio Nacional, las Juventudes Comunistas o el Regimiento Yungay.
De la historia de los hijos del huacho Riquelme nos habla Sonia Montecino en: “Madres y huachos” (Catalonia. 2014.Séptima edición) En dicho texto se propone una historia mestiza que nos define como seres ilegítimos producto de cruces de linajes y estirpes. El huacho, del quéchua huak´cho, es parte de la vida de nuestro país. La exigencia del matrimonio católico como única forma de tener una descendencia legítima fue generando a este personaje marginal, en muchos casos hijo del patrón del fundo con el que nos hemos encontrado en las obras de Manuel Rojas, Gabriel Salazar, José Donoso y Jorge Guzmán.
La profesora Montecino habla de la construcción de un ethos basado en la religiosidad. Lo anterior nos hace llegar a una estructura mariana, con una virgen, patrona de Chile, con un templo erigido por el bastardo O´Higgins. El mayor atractivo que nos propone Montecino es que cambia la visión que tenemos de la Virgen María. Ya no se trata de la mujer prístina, asexuada e ingenua que nos ha mostrado la religión oficial. Nuestra Virgen María es la madre soltera que ha debido salir adelante sola con sus hijos y que trabaja como temporera, empleada de casa particular o que tiene un puesto de ropa usada en la feria.
En su trabajo Montecino nos refiere a una bastardía que nos presenta una forma de mirar el mundo y constituye el sustrato de identidades femeninas y masculinas de la actualidad.
El mito mariano, la noción de mestizaje y la de huacho son los ejes articuladores de su trabajo.
Al mirar algunas de estas huachas, no podemos pasar por alto a Violeta Parra y Gabriela Mistral.
¿A cuál de ellas se refiere la consigna rayada durante el estallido social?