Por Cristina Wormull Chiorrini
Los vecinos de Montmartre, popular barrio de París, los vieron, los ampararon cuando trataban de pasar inadvertidos… debe haber sido difícil no reparar en aquella curiosa pareja: ella, la voz, frágil y pequeña; él, un tremendo hombre, que se percibía más grande aún junto a ella; ella era el Gorrión de París y él, el Bombardero Marroquí.
Los estereotipos no sirven para definir el por qué una mujer o un hombre emanan tal seducción que su físico importa poco y su esencia relumbra… Édith Piaf no solo era frágil, también era pequeña, insegura, drogadicta y alcohólica… Sin embargo, la amaron y adoraron hombres que se encuentran entre los grandes seductores del siglo pasado como Ives Montand, Marlon Brando, Charles Aznavour y, el Bombardero Marroquí, que dicen, habría sido su gran amor: Marcel Cerdán.
«Si un día la vida te arranca de mí.
Si mueres, estás lejos de mí.
No me importa, si me amas.
Porque yo también moriría.
Tendremos la eternidad para nosotros.
En el azul de toda la inmensidad«. (fragmento de “Hymne à l’amour” compuesto e interpretado por Édith Piaf en 1949)
Marcel Cerdán, había nacido en 1916, en Sidi-Bel-Abbés, Argelia, colonia francesa, y como en la inolvidable película del mismo nombre, se crio en Casablanca, Marruecos. Por tanto, era un “pied noir” por su condición de africano y se le aplicaba este apodo, como a todos aquellos nacidos en las colonias, despectivamente. A los 18 años debutó como boxeador, dando un vuelco en su vida ya que hasta entonces había preferido el fútbol, aunque el boxeo era tradición en su familia y él lo practicó sin entusiasmo junto a sus tres hermanos mayores y a Lucien Roupp, quien sería su entrenador hasta su muerte. Su carrera se desarrolló velozmente ganando 46 peleas consecutivas hasta perder el invicto por descalificación en Londres. Su estilo de pelea era el de una especie de león arrinconado, lleno de fuerza y coraje, con una potencia sorprendente en los puños. Y el puntero derecho de Banque Union Sports se transformó en el Bombardero Marroquí.
A los amantes de los estereotipos les resultará muy difícil imaginar que Édith Piaf, una de las artistas francesas más célebres del siglo XX, haya dedicado su “Hymne à l’amour” a un hombre que cimentó su carrera a base de golpes. Pero, aunque cueste creerlo, el inspirador de ésta, una de sus canciones emblemáticas, fue precisamente Marcel Cerdán, el amor de su vida, un boxeador amado por los franceses que enorgullecía a un país devastado por la guerra. El púgil era uno de los emblemas de un país que procuraba ponerse de pie después de la guerra.
Su carrera, como la de muchos, se detuvo con la Segunda Guerra Mundial, pero regresó triunfalmente en el Madison de Nueva York en 1946 y, luego en 1947, logró consagrarse campeón europeo de los medianos al vencer a su rival por nocaut en el primer round. No contento con esto, un año después, Marcel Cerdán tuvo la oportunidad de su vida: pelear por el campeonato mundial de los medianos con Tony Zale ante una multitudinaria audiencia…
En una pelea tremenda, a la que la revista The Ring calificó como la mejor del año, Marcel logró ser el primer campeón mundial mediano no nacido en Estados Unidos en el siglo XX (el inglés Bob Fitzsimmons había ostentado el título entre 1891 y 1895). Si para entonces era amado, esa victoria lo transformó en héroe y dios para los franceses y especialmente para Édith que ya abiertamente lo acompañaba y demostraba su pasión públicamente. En esta ocasión no solo lo esperó una multitud que lo paseó por la ciudad, también fue recibido en el Palacio del Elíseo por Vincent Auriol, el primer presidente de la recién nacida Cuarta República.
Voila le portrait sans retouche
De l’homme auquel j’appartiens
Quand il me prend dans ses bras
Il me parle tout bas,
Je vois la vie en rose. (fragmento de “La vie en rose”, canción emblemática de Piaf)
Como dijimos, la Segunda Guerra Mundial obligó a Cerdán a una pausa de un año y medio ante el avance de los nazis, pero mantuvo su actividad en Argelia y Marruecos y, a fines de 1941, retornó a París para defender en 1942 el título europeo wélter ante el español José Ferrer en el Velódromo de Invierno de la capital. Apenas dos meses antes, ese lugar había servido como primer centro de detención para gran parte de los 13.000 judíos apresados durante una de las más importantes redadas en la ciudad, ocurrida en junio de ese año.
Y aquí se produjo una anécdota que lo refleja de cuerpo entero: Las autoridades del Comando Militar alemán apostado en la Ciudad de la Luz se hicieron presentes y si bien Ferrer subió al ring vestido con una bata estampada con una esvástica e hizo el saludo nazi, Cerdán se negó a imitarlo y, en solo 85 segundos, despachó al ibérico tras derribarlo cinco veces. Luego no quiso asistir a la celebración que habían organizado los militares teutones. Poco después partió a Marruecos y no volvió a París hasta 1945, tras la liberación.
Édith Giovanna Gassion, más conocida como Édith Piaf, fue hija de un acróbata callejero y de una cantante de bar y se crio primero con su abuela materna, cantante como su madre y luego, con su abuela paterna, que manejaba un burdel en Normandía, antes de volver junto a su padre.
Pasó su infancia y adolescencia en la calle, donde comenzó a cantar a cambio de monedas. Sin eludir un destino sufriente que siempre pareció acompañarla, se convirtió en una estrella en su país antes de desembarcar en Nueva York con gran éxito a fines de 1947.
Cuando Marcel y Édith comenzaron su romance en 1946, el primero estaba casado con Marie López con quien tuvo tres hijos (el último de ellos nació el mismo año en que Cerdán murió) y de la que nunca se separó formalmente. El amor entre Marcel y Édith solo terminó cuando el destino inexorable y celoso que rige los grandes amores, así lo determinó. En un comienzo, el romance fue tímido y solo contempló algunos encuentros fugaces, a escondidas, aunque a poco andar nada impidió que se hiciera público y desbordara todos los límites. Ella se convirtió en algo así como un ángel protector que lo cuidaba y alentaba en cada pelea y que, para mantenerlo cerca la mayor cantidad de tiempo posible, compró un palacete en el Bois de Boulogne donde montó un gimnasio para que pudiera entrenar cuando estaba en París, ya que su residencia habitual con su familia era en Casablanca.
Fue justamente en 1948, cuando Marcel Cerdán tuvo la gran oportunidad de su vida, la de pelear por el campeonato mundial de los medianos con Tony Zale. Fue el 21 de septiembre, en el Roosevelt Stadium de Jersey City, ante casi 20.000 espectadores.
“Después de las humillaciones de la ocupación, Cerdán simbolizaba la libertad y redescubría la victoria”, Jacques Marchand, periodista.
Mientras el romance de ambos se tornaba cada vez más público y apasionado, vino la pelea por el campeonato mundial frente a Jake LaMotta un año más tarde, el 16 de junio de 1949, una de las pocas peleas que Cerdán perdió por un tropezón en el primer round que le lesionó el hombro y debilitó su pegada.
“Con un Cerdán con los brazos buenos, LaMotta no hubiera ganado”, aseguró Red Smith, periodista icono de aquellos tiempos.
Se imponía una revancha, por supuesto y a fines de octubre de ese año, Cerdán se estaba entrenando en París y tenía previsto partir hacia Nueva York en barco un par de semanas más tarde. Pero decidió adelantar el viaje y hacerlo en avión impaciente por encontrarse con Piaf, que estaba realizando una exitosa serie de conciertos en el cabaret Versailles de Manhattan y donde había cantado en Nueva York el “Himno al Amor”, que ella había compuesto con letra de Margueritte Monnot.
“No sabes todo lo que ha sucedido dentro de mí desde que empezaste a amarme. Te esperaré y te mando mi amor para que regreses sabiendo cuánto te amo. Soy tuya para siempre, si quieres. Eres mi vida, mi aliento, eres todo, todo”, extraído de una carta de Piaf a Cerdán.
Sin pasajes, llegó al Aeropuerto de Orly el 27 de octubre cerca de las 18 junto a su manager Jo Longman y Paul Genser, un amigo. Como para comprobar que el destino ya tiene trazado su camino, pasajeros que tenían confirmado su viaje, les cedieron sus asientos en el vuelo F-BAZN de Air France, que estaba completo. Entre los pasajeros viajaban otras personalidades, como la violinista Ginette Neveu y su hermano Jean-Paul. De hecho, quedó una foto de Marcel Cerdán junto a ambos, sosteniendo el Stradivarius de Ginette justo antes de embarcar.
“Lucharé como un león y volveré aquí con el título en diciembre”, vaticinó Cerdan ante los periodistas que se habían acercado hasta la terminal aérea.
El vuelo nunca llegó a destino, se estrelló contra un cerro y el corazón del gorrión de París quedó totalmente destrozado. Aunque tuvo otros amores, se fue hundiendo más y más profundamente en la droga, la depresión y el alcohol mientras el Himno al Amor se convertía en símbolo de una pasión desesperada, única, un canto al dolor de lo perdido y la extraordinaria sensación de lo vivido. Una elegía.
“Un boxeador bruto y afortunado de tener el amor de semejante mujer”. Marcel Cerdán, describiéndose poco antes de morir.
Édith Piaf murió en 1963, a los 47 años. Cerdán murió a los 33 en 1949, con un récord de 113 peleas ganadas, 66 por nocaut y 4 derrotas. Sus restos fueron despedidos por cuarenta mil personas y está considerado uno de los más grandes deportistas de toda la historia de Francia.
Cuando ella murió, en su lápida quedo una frase de aquel “Himno al Amor” que sigue emocionando cada vez que se escucha.
“DIOS UNE A LOS QUE SE AMAN”.