En el discurso inaugural del Encuentro Nacional de la Empresa (Enade) 2024, el presidente Boric hizo un reconocimiento del rol que tienen los grandes consorcios empresariales en la economía nacional. En ese sentido, aludió al proyecto Quebrada Blanca de minera Teck, a las inversiones para el desarrollo de Hidrógeno “Verde” en las regiones de Antofagasta y Magallanes, y a la instalación de la gran planta desaladora en minera Los Pelambres, de Antofagasta Minerals (AMSA). Asimismo, el mandatario señaló que tiene como deseo finalizar su mandato con un aumento de un millón de toneladas en la producción de cobre, a lo que se suma la intención de que en diez años se haya duplicado la producción de litio y que Chile se convierta en líder mundial de la producción de Hidrógeno Verde.
Esto, a ojos de cualquier persona con sensibilidad por la naturaleza o conocimientos básicos en materia ambiental, hace que nos preguntemos ¿qué pasa con el medio ambiente, la biodiversidad y el agua?¿Cómo se protegerán los ecosistemas, sean estos salares o glaciares? Estas preguntas son válidas, ya que sabemos que existen deficiencias normativas para la evaluación ambiental de plantas desaladoras, que empresas mineras, como Teck, enfrentan cargos por incumplimientos ambientales y que la identificación de salares estratégicos versus salares protegidos presentada por el Gobierno carece de información científica que la avale.
Sin duda para el Gobierno este no ha sido un periodo fácil. La recuperación de la economía post pandemia, dos procesos constitucionales fallidos y la falta de apoyo parlamentario para la aprobación de algunas reformas relevantes, ha ejercido presión sobre la actual administración. Lo que pone de manifiesto lo difícil que resulta realizar cambios más profundos en un país dominado por los grandes consorcios empresariales y sus intereses económicos.
Pero esto no es excusa para dejar de cumplir con el rol que debe tener un gobierno en relación al cuidado y protección de los ecosistemas, lo que incluye a las personas que habitan en estos territorios. Un buen gobierno no solo debería preocuparse de la activación de la economía, también debería asumir, al menos parcialmente, la implementación de acciones para afrontar el futuro. Pues, ¿de qué sirve activar la economía a costa de la destrucción de nuestro patrimonio natural? Un buen gobierno, por sobre todas las cosas, debería hacer cumplir la legislación vigente y no hacer la vista gorda frente a infracciones a la ley, como tampoco prestarse para lavar la imagen de empresas con incumplimientos ambientales.
Ya cumplidos dos años de esta administración, resulta evidente que no habrá cambios relevantes en materia de protección y gestión ambiental, más bien, todo lo contrario. La balanza se desequilibró, el Gobierno cambió su rumbo y abrazó como prioridad el desarrollo económico por sobre y/o a costa de la protección ambiental.
En los 24 meses que lleva el “Gobierno Ecologista” se ha instalado una agenda procrecimiento basada en la extracción y exportación de recursos naturales. Pareciera que lo único que importa es promover la inversión dejando de lado temas relevantes como la sequía, la crisis climática, los incendios forestales, la contaminación y las zonas de sacrificio, entre tantos otros asuntos. Lamentablemente, estamos ante una administración que no piensa en solucionar los problemas ambientales del presente ni del futuro, un Gobierno que ha generado un espacio para que la normativa ambiental siga siendo laxa y que la fiscalización en la materia sea un saludo a la bandera.
A pesar de que algunas autoridades pronuncien frases referidas a la protección ambiental, la crisis climática y el acceso al agua, en estos dos últimos años ha ido aumentando -en número e intensidad- las evidencias que avalan el abandono de la gestión ambiental. En este periodo hemos constatado algo que ya intuíamos y es que no existe un real convencimiento de la importancia de abordar las temáticas ambientales y de protección del patrimonio natural para el bienestar de la población. En eso esta administración no es distinta a otros gobiernos, donde los temas ambientales fueron usados como adornos para mejorar discursos y para la agenda internacional. Una vez más el gobierno de turno ha optado por el desarrollo en desmedro de la protección ambiental. En definitiva, un triste medio tiempo para un gobierno que se catalogó de ecológico.