Mateos y mateas

por Mario Valdivia

Primero días de clases. Llega del cole o la uni nuestro hijo, nuestra nieta, con la buena nueva: sacó nota máxima en la prueba. Le pregunto: ¿qué nota le pones tú a esa nota?

Por un instante, parálisis. Desorientan a las estudiantes de hoy las preguntas sin respuestas escritas en textos o explicadas en clase. Pero no tardan, silenciosamente, en poner en perspectiva la nota maravillosa, el éxito deslumbrante. Recuerda que copió. Fue pura suerte, preguntaron lo único que sabía. La prueba era pan comido. El profe regala notas; muchos alumnos con malas calificaciones es una mala nota para él. El ramo vale callampa. El profe, bueno… ¿El colegio? ¿La carrera? ¿La universidad?… ¿Qué hacer, en que poner foco, a qué dedicarse?

En mi experiencia, vale la pena enseñar al niño a evaluar sus notas. Evita que se deje arrastrar por el afán de éxito tal como está definido en el mundo que le tocó. Lo obliga a preguntarse por éste; quizás vale bien poco. Es una interrogante que lo acechará durante toda la vida, por más que trate de contarse el cuento de que lo que importa, lo maduro, es adaptarse a aquel. Y como la existencia actual es larga, habrá muchas ocasiones para ser acechada en serio. Podría ser tipito 45, por ahí, con dos matrimonios e hijos diversos a cuesta, yendo pal tercero si no hace algo, éxitos profesionales destacables, un nivel de vida que no avergüenza a moros y cristianos de su universo cercano, entretenciones cada vez más sofisticadas y exigentes, y otros 45 por delante, cuando debe aceptar que la existencia lleva un tiempo sintiéndose un tanto ajena. Se basa en estándares aceptados porque estaban ahí, disponibles para todos, no tan propios. Se siente un tantico aburrido, quizás algo desorientada de fondo, una pizca ansiosa y deprimido, a pesar de terapias sucesivas. Está a punto de convencerse de que la vida no da para más.

Es jodido, en mi experiencia, atinarle en la vida tratando de obtener buenas notas en un mundo que cambia todos los días, estando educados para tener éxito en el de hoy. Coles y unis hacen eso. Y es fatal para nuestra autonomía existencial darle significado con éxitos estandarizados en carreras y dedicaciones elegidas por la inercia de las notas en coles y unis. No están hechas las instituciones educacionales para enseñar a preguntarnos por lo que haremos con nuestra existencia, y a confrontar la angustia que producen interrogantes como esa, sin respuestas definidas; se concentran en enseñar a hacer bien lo aceptado, sujetas a estándares generales.   

Vale, entonces, que padres y madres confronten a hijos e hijas, de chicos, con la necesidad de evaluar personalmente sus buenas y malas notas. Que los ayuden/presionen a cultivar paso a paso su autonomía existencial.A acostumbrarse a vivir sin desesperación con la angustia inevitable de tener que (re)crear el mundo que recibieron, y a definirse personalmente de arriba a abajo haciéndolo. Ayudarlos a existir convirtiéndose en personas singulares, no a tener un éxito estándar en lo que sea. A ser libres de verdad…

(Bueno, requiere madres y padres zafados del exitismo que en-ajena)            

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1 comment

Federico Gana Johnson abril 17, 2023 - 10:47 pm

Qué buena pregunta envuelve tu texto, Mario! Los «coles y unis» no preparan para la vida. En cambio, hace 60 años, si nos prepararon. Siempre lo he pensado: una de las mejores cosas de mi vida es ser institutano!!

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