El gobierno está Crispi ado y agobiado. Perdonazo enmascarado a las Isapres. Cencosud encantada por el dinero y la ambición. La política, por la arrogancia del poder y el dinero. Depredan a las personas e instituciones de sus obligaciones para con el Otro y la comunidad. Lo despojan de su eternidad y lo absoluto. “El estado de guerra suspende la moral” y la verdad, dice Levinas. En la política y el mercado sucede de igual manera. Hace tiempo que observamos en nuestro país la muerte de la eternidad y la moral política. Fundaciones y Cencosud hermanados en la ¿corrupción? (y la debilidad humana), que no se corrige con leyes, normas o manuales.
La conciencia desarmada frente a estos encantamientos. Las personas inermes frente al poder económico político y la ambición. Un pueblo asaltado y destruido por el deseo exacerbado del dinero consumo, un monstruoso alien xenomorfo ciego, que en vez de sangre vive con un ácido corrosivo para las personas y la sociedad. Se incuba silenciosamente en los más profundo del cuerpo y el imaginario sociocultural, para reproducirse y emerger triunfante destruyendo a su portador.
El presidente llegó cansado del país asiático. Quiso recorrer la muralla china completa. Llegó con una marraqueta de litio bajo el brazo, mientras Sinovac china abandonó el país. La ministra con sus grandes ojos más “achinados”, declaró que con el comunismo (capitalista) se supera la pobreza. Olvidó la cultura milenaria de un estado revolucionario que ejerce un poder ideológico biopolítico frente a la cual el pueblo vive inerme. Violentado en sus derechos humanos anteriores a la historia y a cualquier cultura, sociedad o régimen. El valor absoluto del Otro como persona.
¿La nueva constitución, mejor o peor que la de Pinochet? Izquierdas y derechas (el centro no existe), desesperados por una narrativa fundante a sus llamados de aceptación o rechazo. ¡Imposible!
El filósofo Byung-Chul Han lo aclara. En su nuevo libro aventura un vacío narrativo que nos deja huérfanos de sentido e identidad en la vida y el mundo. La vida ha dejado “de ser una narración (…) que brindaba sostén y orientación”. Viviríamos en una “era post narrativa”. Las micro narrativas actuales serían leves, superficiales. Funcionalmente intercambiables. No tendrían gravitación ni “pretensión de verdad”. Sin magia ni misterio, “no desarrollan fuerzas de cohesión”. No generarían comunidad política. Sólo de consumidores movidos emocionalmente. Narraciones listas para el consumo llenas de datos, información aditiva y acumulativa con “carencia y olvido del ser”.
La nueva constitución parece descompuesta. La actividad política parece descompuesta. Su “ser” está descompuesto. Lo descompuesto genera tarde o temprano un sentimiento de horror, aunque se nos presente como “una belleza negativamente determinada”. El terror es una forma de horror. No hay escapatoria. ¿Sólo la angustia con la presencia de la muerte y la nada? ¿Qué hacer? Quizá la respuesta sea recuperar nuestra naturaleza “ácrata”. Transformarnos libertariamente “en un lúcido adversario de toda forma de opresión”, y aceptar que somos seres desde los otros “para más allá de la muerte” y no, “para la muerte”. Termino con un fragmento, lamento desolado de un amigo, buen poeta, ensayista y traductor:
(…) “La utopía, la muy parturienta, / tras acrecentar su prontuario de abortos, / ha muerto como corresponde: en hedor de santidad. El hombre sigue siendo un lobo para el hombre”.
- Citas y algunas ideas: Armando Roa Vial: “ÁCRATA Apuntes y Visiones”; Byung-Chul Han: “La crisis de la narración”; Emmanuel Levinas: “Totalidad e Infinito”; Félix Duque: “Terror tras la postmodernidad”