Un pequeño grupo de artistas franceses de finales del siglo XIX se unió con la motivación de mejorar el uso del color en el arte. Aunque el movimiento no duró demasiado tiempo (de 1888 a 1900), fue fundamental para que se convirtiera en la principal influencia en una gloriosa época artística.
La palabra hebrea nebiim significa «profeta», derivó en nabis y dio nombre a grupo de artistas que se sentían adelantados a su tiempo, que buscaban algo nuevo, caminos distintos en el arte. Influenciados por Paul Gauguin, el grupo fue liderado por Paul Serusier y en él participaron Odilon Redon, Puvis de Chavannes, Édouard Vuillard, Pierre Bonnard, Maurice Denis, Ker-Xavier Roussel, Félix Vallotton, Georges Lacombe, Henri-Gabriel Ibels y el escultor Aristide Maillol, entre otros. Se trató de un movimiento postimpresionista que inicialmente se centró en la obra “Talismán” (1888), de Serusier, un paisaje abstracto que, guiado por Paul Gaguin, se convirtió en la piedra angular del movimiento. La obra hablaba del control de los colores puros en la paleta, la revolución, la expresión, el experimento del arte, la subjetividad. Los nabis logran convertir la pintura en sentimiento, algo que antes se miraba de una forma más concreta. El color, desde la aparición de la pintura de Serusier, se convirtió en una forma de transmitir el estado de ánimo, el verdadero sentir del artista. De esta manera se comienza a tomar en cuenta lo exótico, lo oriental. Dentro de los temas aparece lo burgués, lo cotidiano, la realidad para el grupo se deforma de dos maneras, una realidad objetiva (lo que se ve) y otra subjetiva (a la que se llega a través de la emoción). El color, como ya se mencionó antes, es fundamental pasando por la paleta de azules, verdes y pardos pintados en formatos de cartón o papel para lograr su mejor absorción, dejando de lado un poco la tela para que la pintura logre otros tonos.
En un afán de democratizar el arte, se armaron dos corrientes: la espiritual, con una tendencia más cercana a la obra de Gauguin, con una mirada que mezcla el primitivismo con el romanticismo con Sausier y Denis como máximos exponentes. También se encuentra la decorativista, cercana a Degas, al impresionismo, de formas planas, con influencia en el arte oriental, con especialización en trabajos con miradas intimistas a habitaciones, baños con iluminaciones artificiales y escenografías. Sus principales exponentes fueron Pierre Bonnard y Édouard Vuillard.
Ya para el cambio de siglo los nabis dejaron la vanguardia en el arte y volvieron a sus orígenes en 1900. Vuillard se dio cuenta que el trabajo del grupo ya no era lo mismo con la llegada de otros movimientos. “La sociedad estaba lista para acoger al cubismo y al surrealismo antes de que hubiéramos alcanzado lo que habíamos imaginado como nuestra meta. Nos encontramos de alguna manera suspendidos en el aire”, señaló el artista tiempo después que el movimiento caducara.
Vuillard se fue hacia el realismo, mientras que el resto de los miembros del grupo nabi se unieron a otras corrientes a principios del siglo XX. El legado del grupo sirvió como bisagra para el avance de otras corrientes que permanecieron en el tiempo. Fueron los nabis los que abrieron el camino de lo que es ahora el color en la pintura, la experiencia de hacer un arte distinto, especial. Esta agrupación de fin de siglo XIX abrió las puertas para las miradas nuevas, definitivas. La belleza de apreciar la obra por sí misma, el predominio de vivir el color en el arte por sobre todas las cosas.