Estoy enjaulada en esta esquina
llena de melancolía y pena…
Mis alas están cerradas y no puedo volar.
Soy una mujer afgana y debo lamentarme.
Nadia Anjuman, fragmento
En estos días en que las imágenes del aeropuerto de Kabul saturan las pantallas de los televisores con las dramáticas fotografías de gente desesperada tratando de escapar de Afganistán ante el avance imparable de los talibanes que, en pocos días, junto con la retirada de las tropas de Estados Unidos, han recuperado prácticamente todo el territorio. Imposible no comparar, aunque la realidad es muy distinta, las imágenes desesperadas de hoy con las que aún guardan nuestros ojos de la huida de los estadounidenses y sus colaboradores en Vietnam, tras aquella sonada derrota marcada por esa inolvidable e impactante escena de la entrada de un tanque de guerra norvietnamita al palacio de Saigón en abril de 1975. Luego de eso, la desbandada.
Y los medios se llenan de información sobre la política de los talibanes a costa de las mujeres…datos que se conocen desde hace más de dos décadas porque no se puede olvidar que ellos estuvieron en el poder hasta 2001, cuando Estados Unidos decidió invadir el país donde se refugiaba Bin Laden, luego del ataque a las torres gemelas. Desde ese año, los talibanes se vieron obligados a replegarse hacia el interior de un país que más que una unidad es un conjunto de tribus manejadas por señores de la guerra. Estados Unidos nunca logró unir a todo el país bajo su égida y los talibanes resistieron controlando más o menos territorio, a lo largo de 20 años… Sin embargo, en la capital, Kabul, y otras ciudades de Afganistán, hubo pequeños avances (en realidad para Afganistán fueron grandes) en la inserción de las mujeres en la sociedad. De haber permanecido privadas de educación, salud y un sinfín de libertadas, saltaron a poder ingresar a la universidad y a trabajar fuera de sus casas, incluso a circular por las calles sin la compañía de un hombre o reírse en público sin temor a ser ejecutadas por ello.
Es en este marco que surge la figura de Nadia Anjuman, la poeta, la periodista, la estudiante de literatura que amaba los clásicos y que aspiraba a formar parte de esa generación de mujeres que pensaban cambiar el país, murió luego de una golpiza que le propinara su marido y su familia.
Nadia nació en Herat, en 1980, y desde pequeña sufrió el resultado de los enfrentamientos armados, vio la disolución de la URSS y la caída del gobierno prosoviético que ocasionó la toma de Herat por los muyaidines en 1995. Desde ese momento y durante varios años, ella sintió que bajo el nuevo régimen ya no valían sus años de estudio ni su talento. Desde ese momento las niñas ya no tenían derecho a educarse ni siquiera en sus casas. Le pidieron ocultar su cuerpo, le prohibieron trabajar en oficios de hombre (prácticamente todos) y reír en voz alta. Simultáneamente, su familia la presionaba para casarse ya que tenía 15 años y las mujeres afganas lo hacían entre los 14 y 15.
Nadia no se resignó a ser una persona anulada y se las arregló para seguir estudiando. Para los talibanes, incluso si un padre le enseñaba a escribir a su hija, debía ser condenado a la pena de muerte. Solo se les permitía coser y bordar. Anjuman y otras jóvenes pertenecían a los Círculos de Costura de Herat, y se reunían tres veces a la semana en la Escuela de Costura la Aguja de Oro, en la casa del profesor Rahyab a estudiar literatura. Anjuman y sus compañeras leían a escritores prohibidos como William Shakespeare, Honoré de Balzac, Fiódor Dostoevsky, Charles Dickens, León Tolstoy, James Joyce y Nabokov. Si hubieran sido atrapadas, el régimen talibán las hubiera condenado a ser ahorcadas. Mientras, seguía sorteando las presiones de su familia que la instaban al matrimonio. Christina Lamb periodista experta en temas de la mujer en Afganistán, escribió un libro acerca de los Círculos de Costura de Herat, a los que pertenecía Anjuman, siendo publicado por Harper Perennial el 2004.
Con el arribo de las tropas estadounidenses el 2001 llegaron las buenas noticias para ella: la intervención de la OTAN llevó a que los talibanes salieran de Herat. Y, así, Nadia cumplió su gran sueño de entrar en la Universidad para estudiar Literatura. Pero tuvo que acceder a casarse y el elegido fue un hombre llamado Farid Ahmad Majad Mia, licenciado en Literatura, conferenciante de Filología y empleado administrativo en la facultad de Literatura de la Universidad de Herat con el que ella se sintió desde el inicio atrapada.
Sus amigas dijeron que sus familiares estaban furiosos, porque creían que una mujer que publicara poesía acerca del amor y la belleza traía oprobio a la familia.
Cantaba a la libertad en sus versos. Esa libertad tan esquiva en su vida. Aquella que nunca tuvo. Cantaba para sentir la poesía sin frenos y, como muchas otras mujeres afganas que vivieron una nueva era con el nuevo siglo, creyó que el XXI por fin les permitiría realizar sus sueños.
Por eso la poesía de Nadia es un canto a la libertad
“Qué mano ladrona saqueó la estatua de oro puro de tus sueños?”, se preguntaba en sus poesías. “¿Dónde se ha marchado tu barca, tu serena plateada luna de embarcación?”, insistía. Por eso hablaba de su cárcel en el que es uno de sus poemas más célebres: “Estoy enjaulada en esta esquina/llena de melancolía y pena…/Mis alas están cerradas y no puedo volar./Soy una mujer afgana y debo lamentarme”.
Por eso. Otro de los temas recurrentes en sus poemas es el dolor: “sus atormentados cuerpos, chicas criadas en el dolor/la alegría alejada de sus rostros/corazones viejos y alineados de grietas/no surgen sonrisas en los inhóspitos océanos de sus labios”; o también, “Nací para nada/La boca se debe precintar”, o también la sobrecogedora “No tiene sentido”.
Según muchos, sus poesías causaron su muerte. Pocos meses antes de su triste fin, había publicado su primer poemario, Gol-e-Duda (“Flor de humo”), que tuvo excelentes críticas y ventas, y fue muy popular en Afganistán, Pakistán e incluso en Irán, exponiendo en público sus sentimientos y angustias, para gran enfado del marido. De hecho, no tuvo tiempo para terminar un segundo libro que estaba escribiendo cuando falleció.
“Desde que tengo memoria”, escribió, “he amado la poesía, y las cadenas con las que seis años de cautiverio bajo el régimen talibán me ataron los pies me llevaron a entrar vacilante en la arena de la poesía. El estímulo de amigos que pensaban como yo me dio la confianza para seguir este camino, pero incluso ahora, cuando doy el primer paso, la punta de mi pluma tiembla, como lo hago yo, porque no me siento a salvo de tropezar en este camino, cuando el camino por delante es difícil y mis pasos son inestables «.
En el mes de noviembre del 2005 su esposo llevó a Nadia, probablemente ya fallecida, al hospital. Su cuerpo mostraba numerosos golpes y la policía detuvo al marido. Él confesó ser el causante de los moratones que tenía, pero no de haberla matado. Aseguró que Nadia había tomado veneno y que ella se lo había confesado. Sin embargo, llevó a su mujer al hospital cuatro horas después de que ella, supuestamente, le hiciera esa confesión. La familia se negó a que le hicieran una autopsia y el marido salió libre un mes después de su detención.
En sus poemas, Anjuman parece haber previsto su trágico destino, pero no la fama póstuma que ha obtenido, ya que su trabajo es hoy la bandera del movimiento feminista afgano.
Estoy enjaulada en esta esquina
llena de melancolía y pena…
Mis alas están cerradas y no puedo volar.
Soy una mujer afgana y debo lamentarme.
Murió a los 25 años, posiblemente porque el marido consideró su trabajo algo deshonroso para la familia. Miles de simpatizantes asistieron al funeral de Nadia Anjuman en Herat. Su obra sigue siendo popular en países persahablantes, entre jóvenes de ambos sexos. La trágica muerte de Nadia Anjuman debe ser investigada y el o los responsables juzgados y condenados. Algo muy improbable ya que no ocurrió en 15 años y es impensable en este agosto de 2021 , cuando Kabul ha caído… pero la poesía de Nadia vuela por todo el mundo y su recuerdo crece y se expande.
1 comment
Gracias Cristina Wormull por esa dolorosa y sentida crónica, además muy instructiva como siempre. El día de la caída de Kabul, publiqué en mi facebook un poema de Nadia Anjuman pero no conocía toda la historia. Leerte hoy día me conmovió aún más. El cierre de tu texto es maravilloso, no hay nada que añadir. ?